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  • Fernando Víctor Zamora Chueca

Otra vez la Torre Nueva

Otra vez la Torre Nueva
Otra vez la Torre Nueva
Heraldo

Hace unos días leí en HERALDO que la Fundación Ingenio Azul nace con el objetivo de reconstruir la añorada Torre Nueva. Casi al mismo tiempo que leía las letras gruesas mi pensamiento me decía: "Ahí tenemos otro fallido intento como todos los anteriores". 

Pero seguí leyendo la larga entrevista realizada a Emilio Parra, miembro de la muy conocida y apreciada familia zaragozana de este apellido, en la que afirma que ha creado esta fundación de la que es presidente con el objetivo fundamental de reconstruir la citada torre en el mismo sitio donde se levantaba. También manifiesta que esta fundación cuenta con el dinero necesario para atender el presupuesto previsto, que asciende a ocho millones de euros, de lo que parece deducirse que su propio dinero es la garantía de dicha construcción, ya que, en las postrimerías de su vida, quiere dedicar a su ciudad parte del dinero que ha ganado.

Estas explicaciones me hacen ver la propuesta con mejores ojos, porque, como muy bien ha apuntado Víctor Orcástegui, en este supuesto hay un factor de peso y es que el importe no lo pagaría el erario. Además dice que ha ido sumando complicidades para su proyecto en el ámbito empresarial y de intelectuales como José Luis Melero y que finalmente el papel clave en el proyecto lo desempeñarán Juan Antonio Ros y su hijo Teo. Este dato último me ha convencido definitivamente para creer en este proyecto, porque a este ingeniero de caminos y profesor de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza lo conozco muy de cerca, así como sus trabajos profesionales y también otros de carácter técnico, científico o artístico, de los que hay muestras en nuestra ciudad, y lo considero un auténtico genio; además creo que su hijo Teo, que hace algún tiempo que colabora con él como arquitecto, sigue su mismo camino. Ambos han cedido gratuitamente el importe de sus honorarios en aquellos trabajos que han sido de interés para la ciudad, manifestando su voluntad de seguir haciéndolo como el que en este momento tienen en fase de ejecución. Se trata de un gigantesco reloj de sol que se instalará en la zona de llegada de la estación de Delicias, que será muy novedoso.

Tanto E. Parra como los Ros son conscientes de las dificultades y la oposición que puede tener su proyecto por estar pensada su ejecución en el mismo lugar donde estuvo construida la primitiva torre, por lo que admiten que dicha reconstrucción pueda realizarse en otro lugar más adecuado de la misma plaza. Yo por mi parte confieso que me ha hecho pensar mucho el estupendo y fundamentado artículo que ha escrito en HERALDO mi admirado Guillermo Fatás, en el que repasa múltiples ejemplos de obras de reconstrucción similares en todo el mundo y en nuestro propio país, exitosas en su mayor parte, así como advierte de las incógnitas de todo tipo que deben tenerse en cuenta; medito todo ello y mantengo mi postura favorable a la obra.

La reconstrucción de la Torre Nueva tiene posibilidades de salir adelante y es un proyecto interesante para Zaragoza que merece el apoyo de los ciudadanos

También me hacen reflexionar las advertencias que el catedrático de Economía de la Universidad de Zaragoza José María Serrano Sanz ha dejado en su reciente y acertado artículo en este mismo periódico sobre ‘Aragón, siglo XXI’, en el que, en su parte final, sugiere que en todos los grandes proyectos de nuestra Comunidad hay que conseguir que prime la unidad de acción sobre otras legítimas diferencias, incluso en otros de tono menor pero interesantes por su simbolismo como el actual de reedificación de la añorada Torre Nueva, y pide que no se vuelva a convertir a los zaragozanos en turrófilos y turricidas. Yo confieso que estoy de corazón con los del primer grupo, por mi propia trayectoria vital. Y es que, como dice el conocido adagio, uno es de donde ha hecho el bachiller y yo lo cursé en el colegio San Felipe, instalado en la plaza de la que tomó su nombre, en el palacio de los Condes de Argillo, a escasos metros de donde se levantaba la Torre Nueva; queda claro de dónde soy. En esos siete años cada mañana y cada tarde me dirigía a esta plaza que a mí me parecía muy bonita. A mis recuerdos uno el Palacio de los Condes de Fuenclara, tan cercano a mi colegio, en cuyos bajos tenía su sede la Acción Católica de la parroquia, a la que nos apuntamos la mayorías de los chavales de mi curso porque allí teníamos un lugar de expansión, ya que podíamos cantar en su coro y jugar en su conocido equipo de fútbol.

El territorio descrito, con los dos palacios señalados, el de Fuenclara que espera su rehabilitación algún día y el uso adecuado, el otro, el de Argillo, con su valor intrínseco más el añadido en su condición de Museo del importante escultor aragonés Pablo Gargallo, que contiene muchas de sus obras con el Torreón de Fortea, pequeña torre medieval y si finalmente llega la reconstrucción de la Torre Nueva, todo ello podría constituir uno de los más bellos rincones del caso histórico de nuestra ciudad. Por ello, mi voto a favor de que triunfe la sugerente operación de la reconstrucción de la Torre Nueva.

Fernando Víctor Zamora Chueca es abogado

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