Hace unos días me encontré a un abogado con quien he mantenido contactos hace muchos años, cuando llevaba temas de tribunales, y me contó como padre que su hija Laura Campos había conseguido hacerse maquinista del tren.

Me gustó mucho conocer la historia de una joven aragonesa valiente. Ha optado por un trabajo muy masculinizado hasta los años noventa, cuando Renfe llegaba a contratar a los que salían de hacer el servicio militar en el Regimiento de Ferrocarriles. En los últimos años se han jubilado muchos de esos trabajadores y para sustituirlos han empezado a entrar mujeres de manera habitual. En Aragón han pasado del 2% al 7% en los últimos cinco años. Han pasado de estar al mando de los trenes de mercancías, a los de media distancia y hasta llegar a los de alta velocidad.

Por eso, Renfe destaca que ya han empezado el relevo de una generación masculina para situar también a la mujer en esta profesión. El plan de la compañía ha supuesto que la presencia femenina haya alcanzado el 21,1% de la plantilla, unos 8 puntos más que tenían en 2018, y que el incremento haya sido de un 65%.

Así justifica que Laura optara en 2021 por un futuro con este empleo de maquinista después de haber obtenido la licenciatura en Trabajo Social y no sentirse llena. Cuando se denuncia que en Teruel se vive la falta de estos trabajadores en la línea Zaragoza-Teruel-Valencia, ella guía trenes de mercancías por Cataluña e incluso llega hasta Perpiñán, ese evocador lugar del sur de Francia que recordamos por exhibir películas como ‘El último tanto en París’ en los años setenta durante la dictadura de Franco.

La maquinista Laura quiere volver a su Aragón para llevar trenes de viajeros como el Zaragoza-Canfranc-Pau para subir en él a su padre.

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