Raúl Sanllehí ha dejado de ser el director general del Real Zaragoza. La medida, tomada de manera consensuada, genera un relevante hueco institucional en el club, que pierde así a su cabeza visible después de una época en la que no se han alcanzado los objetivos deportivos.

En los próximos días, la propiedad del equipo anunciará la nueva estructura organizativa. Es imprescindible abrir una nueva etapa marcada por la estabilidad, con un proyecto sólido y coherente que sea capaz de lograr de una vez el objetivo de situar al equipo en la Primera División del fútbol español, que es donde debe estar.

Las dos temporadas del ejecutivo catalán como director general presentan un balance condicionado por el descorazonador rendimiento deportivo del equipo, lo que finalmente ha impulsado su salida. En la carta personal con la que se ha despedido, Sanllehí ha detallado varias reformas aplicadas en la organización y funcionamiento del club durante su mandato. Hay que reconocerle que ha conseguido una mayor profesionalización en algunas áreas, una reducción de la deuda, una gestión más estructurada y una relevante participación en la puesta en marcha en la construcción del nuevo estadio. A cambio, los resultados futbolísticos han sido malos.

Tras la etapa Sanllehí, el presidente Jorge Mas y los demás propietarios deben acertar con el relevo porque el Real Zaragoza necesita un ejecutivo que, sobre lo construido, ponga en marcha un proyecto deportivo ambicioso. La próxima temporada está ya a la vuelta de la esquina y no hay tiempo que perder. Factores como la presión de la afición, el peso emocional de ser la cuarta ciudad de España, la historia del club y el influjo de la Romareda no pueden esgrimirse como obstáculos para regresar a la Primera División; en realidad, deben actuar como estímulos.