Opinión
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Por
  • Celia Carrasco Gil

Cosa con plumas

Cosa con plumas
Cosa con plumas
Pixabay

No quisiera dejar que terminara este mes sin antes haberme acordado de dos versos de una poeta que falleció en un mes de mayo hace 138 años pero cuyas palabras todavía trinan en el aire. Escribió Emily Dickinson que "la esperanza es esa cosa con plumas / que se posa en el alma", una tenue cosquilla de existir, como un atrapasueños que anida en nuestros cuerpos para ahuyentar las malas vibraciones del adentro en favor de otras vidas más altas. 

Cada noche, cuando ese objeto filtra las historias, el tiempo se hace hilo circular, planeta del enredo extraviado en sí mismo y descentrado para siempre del hueco que colma su mirada. Y los sueños se dicen: "qué extraño es ese péndulo en la luz, su cascada de plumas, su distensión de flores en el cielo", "qué dulce su epicentro, corazón de otra energía umbilical", «qué leve la tensión de su vuelo invertido, raíz del firmamento estrellada en el aire". Y mientras la noche susurra, y mientras el paladar vela su dimensión airada, bajo esa telaraña de momentos, el pájaro-amuleto del futuro dibuja un horizonte con sus alas, una línea de fuga en la que guarecer, quizás, el pensamiento, funámbulo sin fin de sus pesares. Cada vez que se extiende y se contrae, esa cosa con plumas, como un acordeón, nos avienta la glacial galería de la sangre, y el labio contornea una forma, un ombligo de voz, un primer anudar el aullido a la cosa, resurgida de pronto en soplo de paloma y en vuelo incomprensible del lenguaje. Y entonces solo queda despertar, dejar que todo pecho vacío se conceda como pleno lugar de resonancia, como un atrio de piel siempre dispuesto a dejarse decir por un fuelle de luz batiente entre sus mundos de (en)cantos, (p)ala(bra)s y (des)aires.

Celia Carrasco Gil es poeta

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