Opinión
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La visita de Zelenski

El rey Felipe VI conversa con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, a su llegada al almuerzo que los reyes le han ofrecido en el Palacio Real
El rey Felipe VI conversa con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski
Ballesteros

Sin uniforme, sin medallas ni condecoraciones, sin boato alguno en la vestimenta más allá de esa camiseta de combate que se ha convertido en su sencilla seña de identidad, bajó, solo, la escalerilla del avión que le trajo por unas horas a España a encontrarse con un país presuntamente amigo, en busca de apoyo, comprensión, ayuda militar y palabras de aliento.

Y he dicho ‘presuntamente amigo’ con toda intención: una parte del Gobierno español no está de acuerdo con ayudar a Ucrania, se niega a recibirle faltando a la mínima cortesía parlamentaria exigible y hace declaraciones poco amistosas hacia ese hombre de mirada cansada sobre cuyas espaldas recae la responsabilidad de una guerra que afecta a Europa, a quienes deberían ser sus amigos, a los que defiende silenciosamente Zelenski y pone los muertos mientras los europeos racanean la entrega de armamento para que pueda defenderse, a veces sacado de almacenes de guardarropía.

Ucrania está en la frontera caliente de Europa, soportando los embates imperialistas del Kremlin; extenuada su población por más de dos años de guerra inmisericorde y viendo arrasadas ciudades, infraestructuras que dejan un triste panorama de destrucción en una nación que se resiste heroicamente a una rendición humillante; una rendición que abriría a Rusia las puertas hacia la confortable Europa, que podría verse envuelta en un proceso bélico irremediable y de consecuencias impredecibles.

El presidente Volodímir Zelenski, que el pasado lunes visitó brevemente España, es el símbolo de la resistencia ucraniana frente al imperialismo de Putin.

Hoy por hoy, y no nos damos cuenta de ello, Zelenski y sus sufridos y esforzados ucranianos son el bastión de esa Europa que no parece consciente de lo que se libra en su costado oriental.

Es para resistir por lo que Zelenski peregrina por las cancillerías europeas mendigando ayuda; le cuesta arrancar esas dádivas de los gobiernos europeos, remisos, reticentes, poco amigos del compromiso. España le ha dado muy buenas palabras y más de mil millones de euros, a pesar del bochornoso espectáculo de un Gobierno dividido y una vicepresidenta histérica.

Y Zelenski siguió su camino hacia Portugal y hacia Irlanda en busca de nuevas ayudas, mientras los suyos siguen aguantando estoicamente los bombardeos y la destrucción, los horrores de la guerra que todos queremos que suceda lejos de nosotros.

Del resultado de la guerra de Ucrania depende en buena medida el destino de Europa

De su paso por España le quedarán las palabras de aliento que le dijo el Rey y el compromiso de que nuestra ayuda se mantendría por todo el tiempo que fuera necesario. Su cruce de miradas, si tienen ocasión de visionarlo, fue todo un poema.

A mí me produce un enorme respeto ese hombre de aspecto cansado, símbolo de la entereza y el empeño por mantener la dignidad de su nación, capaz de recorrer el mundo avisando de que su resistencia tiene un límite y tratando de convencer a los líderes políticos de que su guerra es también, de alguna manera, nuestra guerra. No podemos dejarle solo; esa guerra la tenemos que ganar entre todos.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Luis de Arce en HERALDO)

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