Opinión
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La improbable paz en Israel y Palestina

Imagen de este domingo, en Gaza.
Imagen de este domingo, en Gaza.
Europa Press/Contacto/Saher Alghorra

Es muy improbable que la constitución de un Estado palestino efectivo en Cisjordania y Gaza esté hoy más cerca que ayer de hacerse realidad. Pero el reconocimiento oficial de ese Estado inexistente por parte de tres países europeos –España, Irlanda y Noruega– no es en este preciso momento un mero gesto de buena voluntad. 

Supone una vuelta de tuerca más a la presión internacional que Israel está sufriendo como consecuencia de sus acciones militares en Gaza. Y la decisión corre por eso el riesgo de ser interpretada, aunque no es esa de ningún modo la intención del presidente del Gobierno español, como un balón de oxígeno para Hamás. De ahí la airada reacción del gobierno israelí y la exultante acogida del grupo terrorista. Pero si los israelíes pudieran pararse a reflexionar –y si parasen mientras tanto la guerra– verían que la causa de su creciente aislamiento no está en lo que haga o deje de hacer España, ni en el sentimiento antijudío, aunque ese sentimiento existe en el mundo y se manifiesta en medio del ruido de las protestas, sino en su propio comportamiento de estos últimos meses. Seguro que la intención de sus dirigentes no es matar a niños ni a civiles desarmados, ni mucho menos exterminar a la población palestina, aunque hay en Israel voces que sí piden su expulsión, pero está claro que las fuerzas armadas israelíes dan prioridad a sus objetivos militares sobre la protección de los no combatientes. Y eso, en el superpoblado escenario bélico de Gaza, muy diferente de las anchas extensiones de Ucrania, está dejando un saldo de muerte y destrucción que horroriza inevitablemente a la opinión pública de muchos países. Me parece que en el conflicto entre Israel y Palestina, en el que es moralmente imposible apoyar incondicional y permanentemente a ninguno de los dos lados, la paz no será posible, por mucho que se haga desde fuera, hasta que no sean las propias poblaciones, de una y otra parte, quienes se la exijan a sus dirigentes.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Víctor Orcástegui en HERALDO)

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