Torre de luz

La Torre Nueva ya rula. Ya está erigida en el imaginario. Los infanticos sostienen la ciudad y Aragón. La princesa Leonor ha sido casi coronada en la Seo. Ha faltado el desfile desde la Aljafería, como antes, cuando había Reino de Aragón. 

Y los festejos populares. El Tubo estaba petado la noche del lunes 20 de mayo, casi fin de mes. Hay abundantes turistas, se ven sin querer. Hay un turismo interior que consiste en ver a los turistas de fuera, que incitan a mirar de nuevo lo que quizá nunca se ha visto o se ha olvidado. El turismo mutuo que entabla doble mirar y triple ver ya que redescubre todo y todo es nuevo. Como la Torre Nueva, que va a ser nueva y entonces se podrá quitar la primera de los desvanes de la memoria; la memoria consume gigas y hay que hacer sitico. Hasta que llegue la nueva torre se podría levantar otra con luminarias láser o rayos ígneos: en las proporciones exactas, las líneas esenciales, los perfiles, eso daría el alma mudéjar y bellos selfis. El equipo de Miguel Fontgivell, que ha creado la bola gigante de Las Vegas y tantos prodigios, podría erigir esa Torre Nueva virtual en cuatro días. Eso daría una presencia ilusionante y le insuflaría fuerza y ánimo apoquinandi a la que viene. La Princesa Leonor y el Reino de Aragón merecen una coronación como las de antes, ya que cuando sea la de verdad, que prisa no hay, la harán, según se suele, en Madrid. Así que estaría bien, ya que estamos en fervor recreacionista, celebrar una precoronación, a modo de ensayo y recuerdo solemne que evocara el Reino de Aragón y diera un poco de lustre a los siglos aquellos por suerte ya pasados, lo que permite añorarlos sin quejumbrismos... y disfrutar.

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