Opinión
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Por
  • Octavio Gómez Milián

Himno

Un aficionado del Barça, durante la pitada al himno
Un aficionado del Barça, durante la pitada al himno
AFP

El himno, sí, otra vez el Himno. Eres un poco pesado, Octavio. Aragón, como el resto de España, ha vuelto a interesarse vicariamente por las elecciones catalanas. Como en los tiempos de Cs. 

Ahora que nos venden los dólmenes intocables de la tribu han sido derrotados, que el ‘proceso’ comienza a desmontarse, me encuentro que al golpismo ideológico que se conformaba en los ochenta, con un título de Copa del Rey para Menotti y otro para Venables, ahora quiere ganarlo con escupitajos. Y hablo de saliva saliendo a cierta velocidad de entre los labios porque, amenos que sean Axl Rose en el comienzo de ‘Patiente’ de Guns and Roses, algo de líquido se te escapa al silbar. Y saliva con fuerza desde la boca es, semánticamente, esputo. Así que sí, me cabrea que en Zaragoza, en mi ciudad, se acerquen los seguidores del Barcelona y la Real Sociedad y no sean capaces de mantener juntos los labios. No pido que lancen un beso de concordia, solo que los cierren, porque mientras exista una persona –yo mismo–, no hace falta ser español, el DNI es un rectángulo plastificado y contaminante con menos valor que la firma digital, si una persona se siente ofendida es suficiente. El irracionalismo golpista gratuito nos cuesta cada vez más. Encuentre contradicciones en esta sentencia, pero le aseguro que con todas las inversiones y dádivas que nos van a costar la galbana mental del Gobierno, sobre todo en la cabeza de nuestro presidente matemático y amnistiador, más/menos cinco días de reflexión, como si se hubiera tomado moscosos de personal funcionario. Al presidente las críticas le acercan más hacia la deseada condición de mártir y las adulaciones lo enajenan cada día más.

Octavio Gómez Milián es profesor de matemáticas y escritor

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