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Sueños y despertares

Sueños y despertares
Sueños y despertares
Pixabay

No se me ha dado mal dormir. En realidad, tardo apenas unos segundos en caer rendido nada más arrebujarme entre las sábanas. 

Una rutina consolidada que supongo que es envidia de quienes se esfuerzan sin éxito por conciliar el sueño. Que aceptarían gozosos la capacidad de entregarse al asueto sin ceremonias.

Es diversa la artillería dispuesta en la batalla contra el insomnio: desde la veterana alternativa de enumerar ovejas a la elección de la tila o la valeriana. O la opción de la escucha de diálogos, entrevistas y programas con el ánimo de aliviar la cabeza y desviar preocupaciones, protocolo que, reconozco, me genera incertidumbre y me envuelve de dudas. Y eso que a mí no me importa asociarme con la música en la antesala del sueño para dejarme seducir por un más bien clásico repertorio.

Me ajusto el auricular y desgasto los primeros compases de alguna canción que de antemano sé que va a ser muy complicado que logre degustar por completo. Así que en unos pocos instantes me encontraré traspuesto, con el molesto artilugio en la oreja y la convicción de que, ya adormilado, me desprenderé de él en cuanto me surja la oportunidad. Sin conocer cuál será su paradero.

Hace unos días, notaba una molesta incomodidad en la espalda, que no lograba identificar, pero que a base de insistencia consiguió despertarme. Era el casco inalámbrico que me oprimía; y al retirarlo, en ese extraño cruce de pensamientos, recordé aquel cuento de Hans Christian Andersen en el que una princesa no podía dormir por culpa de un guisante debajo de gran cantidad de colchones. Sonreí, recobrado del fastidio y consciente de hallarme unos cuantos escalones por debajo del rango monárquico de la candidata a reina.

Recobré de nuevo el sueño, que también conciliaba mi compañía, sin dificultad. El despertador, en un ratito, nos devolvería a los encantos, los enredos y el trasiego de la vida real. Los que asfaltan el discurrir del día a día. Cuando descansarán los sueños, los cuentos y esos recursos de escuchas que para mí siguen siendo más bien historias para no dormir.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Miguel Gay en HERALDO)

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