El presidente de Argentina, Javier Milei, ha generado una grave crisis diplomática con España y, lejos de reconocer su error por insultar a un jefe de Gobierno extranjero en su propia casa, mantiene el pulso y reclama que sea Pedro Sánchez quien se disculpe.

Las intensas relaciones entre hispano-argentinas deben estar muy por encima de los intereses ideológicos y partidistas de Javier Milei. Su obligación como presidente de todos sus conciudadanos es abandonar el populismo polarizador, tan querido por la ultraderecha, y restablecer la normalidad diplomática entre ambos países.

Después de que Milei lanzase un ataque personal contra el presidente del Gobierno español y calificara de "corrupta" a su esposa, Pedro Sánchez no ha querido obviar esta crisis y ha aprovechado un acto público para asegurar que "no ha estado a la altura" y advertir de que dará más pasos si no rectifica. A la luz de los códigos diplomáticos y del principio de no injerencia en los asuntos nacionales, el comportamiento del mandatario argentino a su paso por la internacional ultraderechista de la UE convocada en Madrid por Santiago Abascal (Vox) no tiene ninguna justificación. Ello no obsta para rechazar el intento de capitalizarlo por parte del Ejecutivo en vísperas del inicio de la campaña electoral para las europeas.

Javier Milei, que en los cinco meses de mandato ya ha provocado varios desaires a países latinoamericanos, es otro de los representantes de la ola populista que desestabiliza a numerosos regímenes democráticos con una reiterada utilización del insulto y la demonización del adversario político. El desafortunado incidente protagonizado por el lenguaraz ministro Óscar Puente no justifica que el presidente argentino haya abierto e insista en una absurda y artificiosa crisis diplomática.