¡Ésta sí! ¡Ésta me gusta a mí!
Ser el último en llenar su hueco en este directorio digital tiene ventajas. La mayor de ellas es leer lo que han puesto en blanco sobre negro en sus columnas otras firmas, que siempre -no es falsa modestia, no gasto de eso, qué aburrimiento- suelen parecerme más interesantes que la mía. Lo que pienso yo ya lo sé, así que asomarme a otras cabezas y ver hasta qué punto comulgo con o disiento de pensamientos ajenos es entretenido. A veces las leo enteras, otras un pedazo, algunas nada, como ustedes.
El titular y la firma son al mismo tiempo ganchos y repelentes: si conozco a la persona y no soporto su discurso o su estilo, ni me zambullo, y a otros les perdono incluso que se dejen llevar por su ideología política, así de bien escriben. El arranque importa, pero la capacidad de mantener la atención es más importantes. Eso sí, lo que cuenta al final es un intangible. ¿Dónde está? ¿En la forma, en el fondo, en una sabia combinación de ambos factores? Después de tantos años leyendo y emborronando páginas, sigo sin saber cuál es el factor diferencial que nos hace abrazar un texto y dejar que otro duerma el sueño de los justos, entendiendo por justos los aprobadillos, los cincos ‘pelaos’.
Qué bonito es, por contra, hallar una ordenación redonda de palabras y frases;arreglan el día, incluso la semana. Al día siguiente de leerla sientes el impulso de mostrarla a la gente que te importa, en el loable (y quizá algo fatuo) deseo de que esa fascinación tuya sea contagiosa. Algo parecido ocurre con una película, una canción, un restaurante de los cuales te harás orgulloso prescriptor. «Considera», que dicen en Mezalocha para suplir a «claro que sí». Un eslabón en esa cadena de favores que mezcla generosidad (compartir lo bueno) con vanidad (qué bueno es que otros consideren bueno lo que yo considero bueno). Uno se siente considerablemente mejor.
