Rusia y China han estrechado aún más su "alianza estratégica", según un comunicado difundido por los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping, al hilo de su encuentro de este jueves en Pekín. Ambas potencias fortalecen así su pacto frente a Occidente. 

La brutal invasión militar de Ucrania enmarca una segunda Guerra Fría entre la alianza de las democracias liberales, encabezada por Washington y Bruselas, y el eje dictatorial Pekín-Moscú. Estados Unidos y la UE tienen que redoblar su respaldo a Kiev por un claro interés estratégico en defender el modelo democrático.

El líder ruso, recién investido presidente por quinta vez, ha viajado a Pekín para subrayar la sintonía con el que se ha convertido en su gran sostén económico y principal aliado diplomático. Ni los medidos anuncios de que van a fortalecer sus lazos militares ni las profesiones de amistad expresadas entre ambos mandatarios pueden ocultar la subordinación del belicoso presidente ruso respecto al pujante mandatario chino. Es un escenario inquietante y muy alejado de los intereses de Europa.

La UE y el resto del bloque liberal tienen que promover con firmeza los valores de la democracia, la cooperación y el derecho internacional. Estos son los pilares de una sociedad global pacífica. Como se evidenció en el periodo comprendido entre 1985 (con la llegada de Gorbachov) y 1999 (cuando Putin tomó el poder), solo una Rusia en proceso de transición hacia la democracia ha sido una Rusia pacífica. Si la sociedad rusa aprovecha un futuro relevo en el Kremlin, llegue este cuando llegue, para establecer un régimen democrático, habrá una posibilidad para colaborar con el Oeste y establecer un esquema de seguridad compartido. A Bruselas no le interesa que Moscú sea cabeza de un Estado fallido ni que se eche en brazos de Pekín.