El adiós a los quioscos y la nostalgia de barrio
Fue la obra del siglo XX en Las Fuentes-Montemolín; un pulmón verde que costó mil millones de pesetas y años de lucha de los vecinos de uno de los barrios más populosos de Zaragoza. Los niños se contaban por miles en un distrito que es, en la actualidad, uno de los más envejecidos de la ciudad. La inauguración del parque de Torre Ramona, en octubre de 1984, fue todo un acontecimiento. Cortó la cinta el presidente de Aragón, Santiago Marraco, acompañado por el alcalde Ramón Sainz de Varanda y casi medio barrio.
Nada queda en el parque de Las Fuentes del esplendor de aquellos tiempos. Un injustificable abandono institucional ha dejado que la degradación, poco a poco, se lo haya ido comiendo.
El valor estético e histórico de su quiosco de la música es nulo. Nunca lo tuvo. Es un modesto escenario cubierto que durante años ha cumplido con el barrio.
El último baile se celebró hace demasiados años. Más, incluso, de los que han pasado desde que se retiró de Torre Ramona el parque infantil de las Fiestas del Pilar. Y es que a los vecinos solo les ofrecen hechos consumados. Nadie cuestiona que el quiosco de la música amenaza ruina y es un peligro. Pero se enteran, sin previo aviso, de que el Ayuntamiento va a derribarlo. Las quejas se centran en quienes han permitido que ese final acabe llegando.
La Zaragoza del futuro, la de vertipuertos y gemelos digitales, prima lo funcional y se olvida de la nostalgia de barrio; que la hay, y va a más conforme uno se va alejando del centro. Los tiempos cambian, y los parques tradicionales también deberían hacerlo. Faltan elementos que fomenten las relaciones intergeneracionales, entre ellas, las de abuelos y nietos.
Los quioscos de Las Fuentes y La Almozara son ruinosos, silenciosos desde hace años; pero son, al fin y al cabo, los quioscos del barrio.
