Opinión
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  • Luisa Miñana

Sobre lo humano

La mayoría de los datos usados para entrenar la IA provienen de los usuarios de internet. ¿Quién posee los sesgos, las personas o los algoritmos?
Sobre lo humano
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Echo un rápido vistazo a mis alertas de los últimos días en Google Scholar sobre inteligencia artificial y entiendo que ya son mayoría los ámbitos de la actividad humana concernidos por sus algoritmos. Pienso en la paradoja que supone que los discursos dominantes en medios de comunicación y foros varios no terminen de abandonar consignas que propagan el miedo, la demonización como alienígena de una tecnología que es, fruto de nuestra habilidad e inteligencia, humana. 

Lo cual no quiere decir que su permeabilización en nuestras vidas no esté trayendo serios problemas y disfunciones, que deberíamos acotar, afrontar y reconducir, a no ser que otros asuntos igualmente críticos, como el creciente clima bélico o el incontrolado cambio climático, lo hagan innecesario.

Esas voces que amplifican el temor sin alternativa a las IA, alentando rechazo y desconocimiento, están ayudando a que las potencialidades de la tecnología basada en ellas sean gestionadas, de forma exclusivamente jerárquica y absolutista, por un puñado de poderosas corporaciones y algunos estados especialmente conniventes a la falta de transparencia. En peligrosa espiral, esto o genera más rechazo, o, por el contrario, una despreocupada claudicación -propia de los tiempos oscuros, como ya advirtió Tocqueville-, y que hoy disfraza de bienestar un despotismo consumista inmediato y a la carta, que anestesia nuestra perplejidad e incredulidad de forma muy eficaz gracias precisamente a la segmentación de deseos y rutinas a través de las IA.

La gran capacidad de aprendizaje de las IA, según patrones de origen humano, debiera conducirnos a recuperar ciertos niveles olvidados de humildad y colaboración entre seres humanos frente a la complejidad de los escenarios habitados

La encrucijada es gigantesca. Si pienso en todo lo anterior, o escucho a los participantes en un Encuentro Telos sobre IA, la guerra y la seguridad, o leo de nuevo cómo los rapidísimos avances biotecnológicos están dominados por empresas como DeepMind de Google, financiados por grandes farmacéuticas, lejos del control institucional, no soy muy optimista. Pero quiero abogar por que hay alternativa, y hacerlo desde el empeño de ese humanismo digital autocrítico, como ya avanzó Mónica Prieto, que permita "medir la brecha entre los mitos y las realidades", "no con una lógica del atrincheramiento y cierre de fronteras, sino con la de una responsabilidad global como referente de significado y sentido humano y humanizador".

Quizás la gran capacidad de aprendizaje de las IA, según patrones de origen humano, debiera conducirnos a recuperar ciertos niveles olvidados de humildad y colaboración -entre seres humanos y de todas las naturalezas- frente a la complejidad de los escenarios habitados. Lo humano es todo lo que nos ayuda a serlo. Incluida aquella tecnología que completa y/o transforma nuestras capacidades de percepción (y por tanto de pensamiento), que añade territorios a nuestra realidad: alguna vez volar fue un sueño irrealizable, y, para los europeos, las Indias una quimera, antes de ser un nuevo continente que dominar: ojalá en el futuro, ante los nuevos retos, no volvamos a cometer los mismos errores de antaño. Como dice José María Lasalle, es urgente acertar porque estamos a las puertas de una IA general, que será capaz de establecer relaciones de tú a tú con los humanos, e "importa qué mundos hacen reales otros mundos; importa quien come a quién y cómo" (Donna Haraway).

Luisa Miñana es escritora

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