Opinión
Suscríbete
Por
  • Miguel Caballú Albiac

Inclinados por la Torre Nueva, de nuevo

Inclinados por la Torre Nueva, de nuevo
Inclinados por la Torre Nueva, de nuevo
Heraldo

Enhorabuena a los zaragozanos, incluso a todos los aragoneses. Desde que en 1892 se demolió la Torre Nueva de Zaragoza, con fútiles pretextos, a nuestra fama de nobles se añadió el sambenito de ‘turricidas’. El gusto por la piqueta y el poco respeto al arte y a la historia quedaron patentes en la amputación de un monumento cuyo espíritu y materia eran identidad de la ciudad. 

Parece que un movimiento serio de reconstrucción puede expiarnos la culpa de ser tan mendaces y falsarios, y nos puede devolver el honor de ser paladines de la cultura, en piedra, ladrillo o papel, y honestos con nuestro pasado.

Quizá no sea necesario recordarlo. La Torre Nueva se construyó en 1504 para el buen gobierno de la ciudad. Participaron en su construcción cristianos. judíos y musulmanes. Fue durante cuatro siglos un monumento muy singular, símbolo de identidad de Zaragoza. Torre civil, con vigía en nómina al servicio de los zaragozanos, que igual avisaba de un incendio que daba información sobre el camino por el que llegaban las tropas francesas en los Sitios. Arriba subió, en 1610, Labaña, para iniciar el primer mapa de Aragón, y arriba subían todos los viajeros románticos del siglo XIX cuando recalaban en Zaragoza, como Gabriele D’Annunzio, y así lo cuentan en sus memorias y relatos con frases de encendido elogio. Y allí subieron los zaragozanos. antes del derribo, pagando 10 céntimos, para despedirse y disfrutar de la vista de la ‘ciudad de las torres’. Nuestra topografía no permite muchas vistas panorámicas, como en otras ciudades de colinas. Somos llanos de temperamento y suelo, y si algo o alguien sobresale siempre hay alguien o algo que tira para abajo amparado en cutres razones para que todo sea más igual, más romo. Clásico en el temperamento aragonés, que es capaz de parir gigantes para luego derribarlos... si no escapan antes a Madrid.

Era la Torre Nueva una postal de la ciudad. Era un reclamo de ochenta metros de altura con un exterior de lacerías en ladrillo y un interior con estructura de alminar musulmán. Su fábrica tuvo problemas de ejecución que le produjeron una inclinación que la haría más singular y, para algunos, peligrosa. Enhiesta, desafiando el cierzo, su centro de gravedad se había desplazado más de dos metros. Varias veces se cambió el remate para evitar peso y tuvo que reforzarse en la parte baja para ganar estabilidad. Robusta, airosa, potente pregonaba mucha historia, mucho arte, mucho orgullo. No me extiendo porque hay mucha bibliografía.

Tras un largo y agónico expediente, gentes, con nombres y apellidos que constan y conocemos para su vergüenza por los siglos de los siglos amén, decidieron derribarla. La mayoría no decidió nada, se encogió de hombros. Como ahora pasa… en tantas cosas.

El derribo fue en 1892 y ha quedado como una sombra en la siempre heroica historia de Zaragoza. ¿Qué falló?, ¿qué sobró?, ¿por qué? El derribo de la Torre Nueva de Zaragoza se sigue citando como ejemplo de lo que no se debe hacer cuando se habla de conservación de patrimonio. Se recoge como ejemplo negativo en los textos donde estudian los jóvenes. Este hecho se trasmite de unos a otros como un pecado, si bien nada original. El recuerdo de la Torre Nueva produce en la gente sensible un regusto amargo y un pensamiento que no gusta recordar. Nadie tiene culpa, pero casi todos lo lamentan.

Cuando Zaragoza tiene la oportunidad de recuperar su emblemática torre inclinada cabe recordar la labor realizada por la Asociación Torre Nueva en los años noventa

Con ocasión del centenario del ‘turricidio’ surgió un movimiento ciudadano que se aglutinó asociativamente. En la sede del SIPA se creó una Asociación (el 30 de marzo de 1987) para reconstruirla o al menos recuperar el recuerdo de la Torre Nueva (pocos sabían exactamente dónde estaba, cómo era, para qué servía...). Estatutariamente queríamos profundizar en su conocimiento (se investigaron archivos y bibliotecas. se descubrieron planos y grabados. se publicaron varios libros...) y proponer a la ciudad, si así lo deseaba, su reconstrucción. Había suficiente documentación, planos y fotografías, para su reedificación fidedigna. Podían reinterpretarse, al igual que una orquesta reinterpreta la misma partitura cada vez que toca la Novena del sordo genial.

Desde la Asociación Torre Nueva, ya en el primer momento, se tuvieron claras dos cosas: que era posible la reconstrucción fidedigna y que no debía hacerse contra la voluntad de la ciudad. Si una cacicada la derribó, la reconstrucción debía ser fruto del consenso ciudadano. No lo hubo. El proyecto era demasiado para nuestra mentalidad. Se entendió como ilusión de visionarios. Gente maja, escribió algún prócer, pero proyecto irrealizable. Había alguna evidencia tangible: en la plaza de San Felipe varios metros de muñón de la Torre se escondían bajo el pavimento. Se pensó en reencontrar el espíritu de la Torre Nueva, manteniendo los restos, recuperando el espacio real de su ubicación y proyectando un espacio arquitectónico que, arropando estos restos, explicase qué y cómo era la Torre Nueva. Nació lo que se llamó, además de otros epítetos, ‘el Memorial’. Cien años después, no se entendió su mensaje y otra vez la piqueta, otra vez la controversia perversa, otra vez se demolió.

HERALDO apoyó la iniciativa hasta con portada en el 12 de octubre. La institución Fernando el Católico nos concedió el Diploma al Mérito en la Arquitectura en 2004 por nuestro "trabajo especialmente relevante en favor de la Arquitectura". Nunca una iniciativa ciudadana en favor de la arquitectura había sido reconocida hasta ese punto. Simplemente conseguimos que la gente se acordara de ‘su’ torre. Construimos su recuerdo. Sustituimos espiritualmente la materialidad del monumento.

La torre se editó en recortables que se distribuyeron en charlas en las escuelas y al menos se levantaba en papel. El escultor Santiago Gimeno, autor del niño que mira sentado en el suelo la ausencia de la Torre, hizo decenas de copias en escayola de gran tamaño y un centenar en tamaño reducido. Años después se harían con impresora 3D y en aplicaciones digitales. Nunca ha estado totalmente ausente la Torre Nueva del imaginario colectivo zaragozano, desde Benito Pérez Galdós que la convirtió en símbolo del amor: ·Cuando esa torre se ponga derecha dejaré de quererte" decía un personaje, hasta Guillermo Fatás, que dedicó una serie de siete artículos conmemorativos con ocasión de los 125 años de la demolición.

La Torre Nueva tiene entrañados varios metros de cimientos que arrancaban la estructura y siguen conservando el espíritu medieval entre lo andalusí y lo mudéjar, luego la reconstrucción ya está empezada. Parece que una inquieta fundación con muchas responsabilidades en Aragón quiere terminarla para que Zaragoza vuelva a ser ‘la Pisa de España’. Durante una década de vida de la Asociación, algunos nos tomaron por locos, otros por ilusos, los más por ingenuos… quizás todos tenían razón. Pero las semillas sembradas parece que van a fructificar… y Aragón quedará en paz con su despropósito. Seguimos ‘inclinados’ por la Torre Nueva. Queremos ayudar por justicia, amor al patrimonio histórico artístico, y por nobleza aragonesa.

Miguel Caballú Albiac fue presidente de la Asociación Torre Nueva

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión