Opinión
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El Deporte, a la espera del Gobierno

El Deporte, a la espera del ministro
El Deporte, a la espera del ministro
Lola García

El toro de lidia vive entre cuatro y seis años y pasa media hora en el ruedo en la que, sin duda, sufre en su brega con los toreros. Ningún aficionado discute el hecho ni disfruta con el dolor del astado en sí. Se discute, en cambio, poco el sufrimiento de los seres humanos que se exhiben en el boxeo y deportes similares, cuyos practicantes viven más años.

Hay puñetazos de 300 kilos y más. Con un golpe de esos en la cabeza de un prójimo, el puño alcanza una aceleración de hasta 50 km/h. Juanma Llaneza, asturiano de Mieres, golpea seis veces ¡por segundo! (marca Guinness). Conor McGregor, un barbirrojo irlandés, practica boxeo, ‘free fight’ y artes marciales y ha llegado al cine. Es una fiera: en un periquete dejó fuera de servicio el cerebro de su rival Marcus Brimage. El combate (¿?) duró un minuto y siete segundos. Acabó en KO técnico: o sea, con un púgil incapaz de defenderse. ‘Knock out’ es ‘sacar fuera de un golpe’ y el KO técnico da la pugna por concluida: la víctima no ha perdido el conocimiento hasta el grado de yacer inerte, pero se halla en estado de total indefensión.

No constan de forma cierta la velocidad ni la fuerza de los catorce trompazos, catorce, que McGregor le arreó incontinenti al vencido en la cabeza. La mitad de ellos cuando ya estaba en el suelo y sangrando. Puede verse el combate en la red, pues la proeza sigue allí, desde 2013, para general asombro: ante una muchedumbre gozosa, los jueces proclaman vencedor al blanco de calzón negro mientras el negro de calzón blanco se pregunta qué está ocurriendo. Es una modalidad de combate que se practica con guantes y sin calzado. La llaman ‘free fight’ y, en lo básico, no es muy diferente del boxeo clásico.

Las normas del boxeo fijan las características de los guantes con los que han de tundirse los púgiles: forma, peso, relleno, etc. Y se vedan ciertos golpes y zonas del cuerpo. La lid, en determinadas condiciones, debe interrumpirse. Se ve que es por humanidad.

Pero todo ello, como sin duda conoce el ministro del ramo, no ha impedido que siga habiendo boxeadores sonados. Así se denomina a los que tienen las facultades mentales disminuidas para siempre como efecto de los golpes recibidos en sus combates.

Hace unos años, B. Jordan y E. Campbell estudiaron qué ocurría en los cerebros de los boxeadores neoyorquinos, a partir de los informes médicos legalmente subsiguientes a los combates. Cubrieron dos años y solo las lesiones agudas en las peleas oficiales, no en los entrenamientos. Por cada 100 asaltos, ocurrieron 8 lesiones craneoencefálicas y 4 de otro tipo (desprendimientos de retina, por ejemplo). Son lesiones producidas por golpes intencionados... y legales. Esto es, autorizados por el reglamento oficial.

La coalición en que milita el ministro Urtasun proclama ideales republicanos, federales, socialcomunistas, laicistas, socialecologistas, progresistas, catalanistas y soberanistas. Quizá en alguna parte de tan rico ideario quepa incluir que los golpes boxísticos propinados en la cabeza de un rival, aun con guantes de reglamento, dañan las células gliales, responsables del buen funcionamiento de las redes neuronales; causan que el cerebro se anegue de sustancias indeseadas, porque las neuronas, a base de sacudidas violentas, pierden la polaridad (distinta en el interior y en el exterior), lo que las priva de actividad eléctrica; y, en fin, que los mamporros recibidos de forma continuada son origen de la denominada ‘demencia pugilística’, nefasta suma de males que afectan al oído (sordera, vértigos) y causan párkinson y una amplia gama de lesiones crónicas cerebrales, así neurológicas como cognitivas, por las pequeñas conmociones cerebrales sumadas.

Quien recibe los golpes es más tardo que su contrario, pero puede ser resistente, ‘fajador’. Como una pelea puede durar hasta doce ‘asaltos’ de tres minutos, con un minuto de parada entre ellos para que los púgiles puedan seguir atizándose con fuerza renovada, es claro que caben cientos de golpes en el torso, los brazos y la cabeza del más tardo.

Deportes ha sido separado recientemente de Cultura y ahora está en manos de la ministra aragonesa Pilar Alegría. No tiene un pedigrí tan imponente como su colega Urtasun (nieto de un significado franquista e hijo de un notorio comunista), que milita en ICV, tras haber sido asistente del separatista Raül Romeva, reo de sedición y malversación y, desde 2014, ha estado en La Izquierda Plural, Catalunya en Comú, Grupo Europeo de los Verdes, Esquerra Verda, y Sumar, la coalición que pilota Yolanda Díaz.

Ahora, Urtasun, como ministro de Cultura del Gobierno Sánchez, ha suprimido el Premio Nacional de Tauromaquia. Un hombre que ha advertido con agudeza feas señales colonialistas en los museos de España e insoportable dolor animal en la lidia del toro bravo debería convencer a su colega de Deportes para que siguiese su ejemplo de piedad y conmiseración con los mamíferos, incluidos los racionales, y elevase la vista hasta llegar al horizonte de los deportes brutales.

Quizá encuentre un minuto para sugerirlo en algún próximo Consejo de Ministros.

Tras las llamativas medidas en Cultura para descolonizar museos y repudiar la tauromaquia, el Gobierno quizá pudiera ocuparse de algún discutible renglón deportivo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Guillermo Fatás en HERALDO)

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