El problema de la vivienda y la despoblación rural: Vivir y vivienda

Vivir y vivienda
Vivir y vivienda
Heraldo

Vivir y vivienda son dos palabras con la misma etimología, pero parece que ya no tuvieran relación alguna. Como si fuera posible decir que se puede vivir sin vivienda o que tener una vivienda nada tiene que ver con vivir, sino con poseer.

La vivienda se ha convertido en el problema fundamental de nuestra sociedad. Su inaccesibilidad no permite que los jóvenes se emancipen y comiencen su andadura vital. La inaccesibilidad se debe, en mi opinión, a tres grandes causas.

La primera es el precio, sea de compra o de alquiler. No es posible tener que dedicar un elevadísimo porcentaje de los ingresos al pago de hipotecas o alquileres, ya que esto detrae recursos para otros fines, lúdicos o para cubrir los gastos que todo hogar tiene. Las hipotecas, además, no cubren la totalidad del precio y los alquileres solo tienen un horizonte de unos pocos años. En ambos casos hacen falta recursos financieros adicionales y bastante por encima de los salarios percibidos.

Otra causa fundamental son los bajos salarios de nuestros jóvenes y su precariedad laboral. Ganar poco durante un tiempo indeterminado no es la mejor tarjeta de visita para solicitar ningún préstamo. Nosotros mismos tampoco se lo concederíamos al peticionario.

La dificultad para disponer de una vivienda lastra el futuro de los jóvenes

La tercera, y estamos en una región donde en muchos lugares es la principal, es la falta de viviendas construidas. Los pueblos pequeños y las zonas turísticas de temporada corta, como la nieve, carecen de un parque de vivienda disponible, ni barata ni cara. Simplemente no hay. Las grandes ciudades y zonas de turismo masivo se denominan ‘zonas tensionadas’, por los elevados precios, pero en la España vacía ni eso. A algunos creo que les gustaría tener este problema, aunque fuera caro.

Durante los años del ‘boom’ inmobiliario se construían casas en las ciudades cercanas a las grandes urbes, las típicas unifamiliares, más asequibles, pero destinadas a atraer a habitantes de las metrópolis, no a dar vivienda a los lugareños. Mucha inversión pública se destinó a hipotéticos polígonos industriales, que de haberse llenado de empresas habría que haber desmantelado Alemania y haber traído sus fábricas a nuestros pueblos. La construcción de aquellos años llenó las arcas de muchos ayuntamientos y los polígonos las vaciaron, pero el parque neto de vivienda para personas que quisieran desarrollar su vida en el pueblo apenas sufrió variación.

Pero además, la falta de viviendas en los pueblos es un factor clave para impedir que se desarrollen y del que deben tomar nota las autoridades en las políticas de vivienda que dicen que van a promover

Ahora los gobiernos parecen, digo parecen, concernidos con el problema de la vivienda, pero siguen pensando con mentalidad urbanita. En regiones grandes y poco pobladas, los gobiernos de todos los niveles deben tener en cuenta que la vivienda asequible es un elemento de fijación de población. Sea de promoción pública o con incentivos si es privada, sin casas no hay pueblos y sin pueblos solo habrá barriadas urbanas, con pisos ocupados por varios jóvenes para poder pagarlos entre todos.

Es obvio que la falta de vivienda empeora las condiciones de vida de los jóvenes en las grandes ciudades, pero en los pueblos se convierte en un cáncer que los carcome desde dentro y los condena al subdesarrollo o a la desaparición. El interior de España no puede acabar convertido en un parque temático rural para disfrute de fin de semana de los capitalinos.

Ana Isabel Elduque es catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Zaragoza y decana del Colegio Oficial de Químicos de Aragón y Navarra

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Ana Isabel Elduque en HERALDO)

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