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  • Francisco A. Comín

Seguimos insistiendo

Riada por la tormenta en la Z-40
Seguimos insistiendo
Heraldo.es

Las ciudades, al crecer, se enfrentan a grandes retos y uno de los más importantes es hacerlo mitigando su contribución al cambio climático y adaptándose a sus impactos. Zaragoza, por su situación geográfica y su orografía, está expuesta a eventos meteorológicos extremos y a flujos de agua intempestivos. 

Ya se dijo antes del 2008 (HERALDO, 29 de junio de 2007) que se cuidara la forma de expandirse porque se estaba reduciendo exageradamente la capacidad de amortiguación de los entornos de los ríos; y después del 2008 (HERALDO, 15 de julio de 2017), que convenía mantener en la ciudad y alrededores espacios naturales que nos prestan valiosos servicios. Entre otros, la reducción de los extremos de temperatura, humedad, viento, y la amortiguación de las inundaciones. Pese a las numerosas llamadas de atención a considerar un procedimiento razonado de planificar e implementar el crecimiento de la ciudad, se siguió con el método de la calificación y recalificación del uso del suelo impulsado por urgencias y demandas de habitabilidad y usos urbanos para la población.

Así, es necesario insistir tratando de aportar los conocimientos disponibles esperando que se incorporen al ordenamiento urbanístico. Un reciente estudio publicado en la revista ‘Urban Forestry & Urban Greening’ demuestra que la mayoría de los espacios verdes de Zaragoza tiene muy baja naturalidad (poca cobertura vegetal) y muy poca funcionalidad (apenas respetan los flujos de agua y carecen de una conformación geomorfológica que mantenga procesos naturales). Solo algunos espacios situados en zonas periurbanas (vedado de Peñaflor, Peña del Cuervo, galachos, tramo final del Gállego) mantienen una cierta capacidad de regular eventos extremos como crecidas o vientos y, además, proporcionan un ambiente agradable cuando la temperatura y la humedad son extremas. Otro estudio (para la revista ‘Urban Ecosystems’) demuestra la relación directa entre la capacidad de regulación de los flujos de agua y la naturalidad y funcionalidad de los espacios verdes que forman la infraestructura verde de Zaragoza. Y también, la relación inversa y significativa entre la naturalidad y funcionalidad de los espacios verdes y el grado de impermeabilización de los suelos.

Zaragoza tiene que mejorar la naturalidad y funcionalidad de sus espacios verdes
en las zonas urbanas para prevenir los efectos de eventos meteorológicos extremos

Estos resultados confirman lo que ya era evidente: transformar barrancos, laderas, estepas, arroyos en zonas urbanas es perder valiosas funciones de los sistemas naturales y pone en riesgo las zonas transformadas y a sus usuarios ante los cada vez más frecuentes eventos meteorológicos extremos. Lo interesante es que esto se ha demostrado con datos de Zaragoza y, desafortunadamente, confirmado con hechos. Las conclusiones parecen lógicas. Conviene mantener los sistemas naturales que, de modo eficaz y eficiente, pueden regular los flujos de agua y aire. Y mejorar la naturalidad y funcionalidad de los espacios verdes de las zonas urbanas por los múltiples beneficios que proporcionan, combinándolos adecuadamente con los servicios recreativos y culturales. Por esto, es recomendable que los tomadores de decisiones desconfíen de las planificaciones y remodelaciones urbanísticas basadas solo en soluciones tecnológicas para hacer las zonas urbanas más confortables y seguras frente a los cada vez más frecuentes periodos de meteorología extrema. El desarrollo urbano requiere grandes dosis de interdisciplinariedad para diseñar y conseguir espacios urbanos disfrutables, que contribuyan al bienestar y salud de sus habitantes.

Todo esto es también aplicable al medio rural. Las ciudades y pueblos están situados en un entorno con el que se relacionan en todos los sentidos. Al extenderse transforman el medio y alteran su hidro-geomorfología. Si se preservaran los espacios que nos proporcionan los beneficios mencionados anteriormente y otros (acumulan y reducen contaminantes, albergan biodiversidad, atenúan efectos de plagas, tienen valor cultural, entre otros) se conservarían para generaciones futuras el conocimiento del medio natural y los servicios tan valiosos que nos proporcionan. Ya se dijo hace algún tiempo (HERALDO, 17 de junio de 2011) que en este momento de la historia de Zaragoza le conviene más ser una gran ciudad (compacta, compleja, completa, culta) que una ciudad grande que compita con otras por tener más habitantes, extenderse artificializando todo tipo de ambientes, contribuyendo con ello a aumentar la dicotomía medio urbano-medio rural. A los núcleos urbanos, en general les conviene crecer con seguridad y bienestar frente a posibles eventos meteorológicos extremos y periodos climatológicos severos, incluso estableciendo alianzas con las zonas rurales de las que reciben tantos bienes y servicios.

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