Opinión
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Por
  • Alejandro E. Orús

El rincón de pensar

Cara a cara de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en el pleno del Senado.
Pedro Sánchez
Fernando Alvarado

Muchos de los derrotados en las urnas el pasado domingo llamaban a la reflexión, que es una forma socorrida pero digna de escabullirse en un mal momento, demorando análisis sin plazo y puede que decisiones incómodas. 

La expresión ‘tengo que pensarlo’ es un escudo habitual contra el acoso de las urgencias. Hay que comprender que la autocrítica que se reclama a los candidatos exige de un esfuerzo de concreción que es difícil de afrontar en el fragor de una noche electoral y bajo el bombardeo de las cifras. Administrar las decepciones en esas circunstancias requiere un cambio de registro no apto para quienes desfallecen ante los vértigos de la política.

Reflexionar es por lo demás un ejercicio intrínsecamente ligado al tiempo y este, aunque sea de forma inadvertida, es hoy un lujo mayúsculo. Su escasez es la gran maldición contemporánea. Los políticos adquieren múltiples destrezas, incluso algunos llegan a hablar inglés con soltura, pero no parecen alcanzar el sosiego suficiente para pensar más allá del dictado de sus ambiciones y de las estrategias que marcan las mesnadas de asesores y gabinetes que a veces les acompañan.

Claro está que la reflexión no puede ser en sí misma una garantía de acierto. Pero Santayana destaca que con ella, a través de la memoria y la imaginación, se atisba lo eterno. Uno diría incluso que las victorias, como ahora se pone de manifiesto, requieren de reflexiones no menos intensas que las que promueven las derrotas. La euforia del vencedor no es más que un estado transitorio y más bien irrelevante.

La reacción del derrotado Sánchez, por el contrario, ha sido no pensárselo demasiado. Y aunque hemos de agradecer el intento de librarnos –eso aún está por ver– de una lenta agonía del sanchismo, la inesperada convocatoria de elecciones generales funciona como táctica de evasión de reflexiones y autocríticas. Y también, por supuesto, de las críticas del nutrido ejército de damnificados que han dejado las urnas entre las filas socialistas. Esto parece clave en la decisión del presidente. La audacia puede confundirse fácilmente con la irresponsabilidad y ahí anda Sánchez, buscando su redención. Sin reflexiones pero atisbando una mínima parte de lo eterno: los días que faltan hasta el 23-J.

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