Opinión
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Viaje de vuelta al pueblo viejo

Viaje de vuelta al pueblo viejo
Viaje de vuelta al pueblo viejo
Pixabay

Viajo por devoción familiar a uno de esos rincones que formó parte de mi niñez; territorio de tiempos pasados de alegría cuyos recuerdos han quedado casi sepultados por el paso de los años.

Me he preocupado por actualizarlos, sin demasiado afecto, en visitas puntuales de año en año; pero esta vez, en el paréntesis de una jornada tranquila, adquieren una dimensión distinta. Como la esencia de los olores de entonces y las distancias o las alturas de los mismos muros de piedra a los que trepaba y que hoy parecen encogidos y mucho más accesibles.

Se agita el álbum de mis imágenes pasadas conforme me adentro por ese valle verde, pintado de primavera, que parece ajeno a la necesidad imperiosa de agua. Con la observancia indiferente de la veteranía, una vaca pasta a un lado de la carretera, dejando una estela de desconcierto en el conductor, poco preparado para avatares tan bucólicos. Un poco más adelante, un poste sostiene en la cuneta un ramo de flores frescas, recuerdo de penas. Flores que ponen nombre a tragedias; miradas de personas que se asoman por entre la frialdad de las cifras de muertos en los asfaltos.

El tráfico ha ido adelgazándose conforme nos vamos acercando a ese destino familiar y lejano al mismo tiempo; a donde nos atrae la emoción de una despedida. Que suele ser el argumento que nos empuja a reunirnos. El que adereza el corazón con esa mezcla de sentimientos que alimenta los recuerdos. Se me vienen a la memoria pinceladas de citas con quien nos dice adiós, aunque mi deuda es con sus cercanos, los que van a sentir su hueco. Es apenas un rezo, un abrazo y un adiós, porque nada detiene hoy el cansino avance de la rutina.

Pero agradezco ese paréntesis inesperado que zarandea el alma y me devuelve con cariño y sin nostalgia a ese escenario de veteranas hazañas nunca olvidadas. Al aroma y a los olores ya infrecuentes del pueblo viejo; a los sonidos apagados que merodean el silencio y ese colorido que hoy se salva del peregrinaje futuro de la marea de turistas. Y que me ayuda a reconciliarme con vivencias añejas.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Miguel Gay)

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