Opinión
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Director de HERALDO DE ARAGÓN

De Casetas a Kiev

Un carro de combate Leopard del Ejército español desplegado en Letonia.
Un carro de combate Leopard del Ejército español desplegado en Letonia.
Europa Press

El éxito de Konrad Adenauer como canciller federal no solo residió en la reconstrucción de su país, destrozado por el nazismo y arrasado por la contienda bélica, sino en su capacidad para asentar la idea de que el futuro de Alemania pasaba por una nueva estabilidad sostenida en las alianzas. La visión de una Europa unida, con capacidad para ofrecer respuestas compartidas y protegida, precisamente, por los pactos con aquellos que históricamente se habían considerado enemigos –especialmente con Francia–, sirvió para dar forma al liderazgo alemán y al nacimiento de la UE.

La Europa de hoy, con Alemania desempeñando un papel bien distinto, dañada por el ‘brexit’ y afectada por los efectos de la pandemia, aún no ha logrado definir una política sólida en materia de defensa. La OTAN continúa siendo imprescindible cuando se habla de la seguridad de las fronteras propias de la UE y decisiones como el envío de los tanques Leopard a Ucrania, que pueden convertirse en determinantes para el discurrir de la guerra, se muestran sostenidas en el equilibrio político. Ayer mismo, el canciller alemán, Olaf Scholz, reclamaba a sus compatriotas confianza en sus decisiones, dejando clara su obligación de apoyar a Ucrania mientras se evita una escalada bélica que termine con un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia.

No existe duda alguna de los efectos diplomáticos que generará la reparación de los carros de combate que permanecen aparcados en el acuartelamiento de Casetas, pero ignorar la que ocurre en Ucrania implicaría aceptar la violación de la legalidad internacional y tolerar la construcción por la fuerza de un nuevo orden.

La fortaleza de la Unión Europea, su capacidad para asumir su propio liderazgo, se está poniendo a prueba en la guerra de Ucrania. La invasión está sirviendo para descubrir cómo se moldea la Unión posterior al ‘brexit’, dónde se sitúa en la escena internacional y hasta dónde alcanza el compromiso de sus miembros. La UE, resultado de una compartida cesión de soberanía, tiene también ante sí la oportunidad de la construcción de un discurso compartido que engarce con los valores que definen a la Vieja Europa. Los fuertes liderazgos del pasado, en especial el alemán, parecen haber dado paso a un tiempo mucho más difuso que exige por parte de los socios de una mayor responsabilidad si en verdad se cree en el sentido y fundamento de la UE. Las contradicciones en el seno del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, por ejemplo, distancian a España de ese ineludible compromiso, expresando dudas sobre el respaldo que requieren las decisiones que se toman junto a los aliados.

Por todo ello, los blindados que serán reparados en Zaragoza, más la formación añadida que recibirán los militares ucranianos, se ajusta a la ayuda proporcional que puede y debe prestar un país miembro de la Unión. El envío de los tanques Leopard, así como el debate abierto sobre la petición de Ucrania de recibir los cazas F-16, refuerzan la postura y la presión que ejercen la OTAN y la UE y no frenan la posibilidad de la vía diplomática. La tensión que el anuncio ejerce sobre Putin puede permitir –próximos a que se cumpla el primer año de la contienda– que se conceda un giro a esta sinrazón que ya cuenta con miles de fallecidos y millones de desplazados. La guerra, definida como un fracaso de la diplomacia, como lo más oscuro de la condición humana, exige una reacción amparada en los principios de la legalidad internacional y, especialmente, de una firmeza que está respaldada por el sentir mayoritario de los europeos, hoy directamente amenazados por el conflicto.

miturbe@heraldo.es

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