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No es un giro, es un volantazo

Manifestacion en favor del pueblo saharaui en el palacio de Congresos de Huesca, durante la visita del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero este sábado.
Manifestacion en favor del pueblo saharaui en el palacio de Congresos de Huesca, durante la visita del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero este sábado.
Pablo Segura

Las múltiples críticas a la decisión del Gobierno de tomar partido por Marruecos en el conflicto del Sáhara Occidental ilustran la impericia de Pedro Sánchez. Un cambio de postura en uno de los ejes de la política exterior española y que, además, afecta a nuestro principal proveedor de gas, debió haberse consensuado con el principal partido de la oposición, explicado exhaustivamente en Argel y comunicado a la opinión pública por el presidente del Ejecutivo y no a través de un comunicado del Palacio Real alauí. Más allá del compromiso histórico que España tiene con la que fue su colonia hasta 1975, el gesto supone una claudicación a las exigencias de Rabat para cerrar una crisis que ha tenido episodios tan hirientes como el envío a Ceuta de una avalancha de emigrantes.

La más relevante reacción al cambio de postura sobre el Sáhara ha llegado desde Argel, que ha convocado a su embajador en Madrid después de declararse «muy sorprendido» por el «brusco giro» de España. En la escena nacional, Núñez Feijóo la ha calificado de «temeridad» por no contar con el apoyo suficiente. El resto de los partidos también han sido críticos. Está claro que Pedro Sánchez debe dar muchas explicaciones.

Los saharauis son víctimas del reajuste del orden internacional que ha traído la invasión rusa de Ucrania. El Gobierno español quiere tener un papel clave dentro de las nuevas estrategias de la UE, la OTAN y Estados Unidos. Para ello intenta mejorar la sintonía con Marruecos. No obstante, se impone la prudencia. Desde los años ochenta, España ha actuado con la estrategia del ‘colchón de intereses’: cuantos más lazos unan a los dos países menos serán las crisis. Sin embargo, ni se ha conseguido una plena cooperación ni se ha evitado que la monarquía alauí haya utilizado la migración, el Sáhara, el terrorismo y la pesca para chantajear a Madrid y Bruselas.

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