Opinión
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  • José María Serrano Sanz

¿Año Cajal?

Microscopio de Santiago Ramón y Cajal.
Microscopio de Santiago Ramón y Cajal.
Luis Correas / HERALDO

Nuestros políticos, los de aquí y hasta los de allá, no han cesado de referirse en los últimos meses a 2022 como un año Cajal. 

En efecto, es un buen momento para conmemorarlo: en mayo se cumplen 170 años de su nacimiento y -una cifra más redonda- en octubre hará un siglo que se instaló su estatua en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, el primer gran homenaje que se le tributó por su jubilación. Pero, de momento, solo hay palabras, como en otras ocasiones. ¿Qué se piensa hacer? ¿Dónde están los planos del tesoro? ¿O será que simplemente se trata de quedar bien, ahora que parece tan políticamente correcto elogiar a Cajal, hablando y hablando durante un año hasta pasar a otro tema?

Aragón no puede dejar de reivindicar a uno de sus más grandes símbolos, pero debe hacerlo con un proyecto ambicioso que esté a la altura del personaje. La ciudad de Zaragoza, a la que siempre consideró su ciudad, la primera en el mundo que le dedicó una calle, y lo hizo mucho antes del Nobel, no puede conformarse con poner su nombre a otra. La Universidad de Zaragoza, su «venerada Alma Mater» (la expresión es suya), donde estudió, enseñó y se formó como investigador, tiene desde hace tres años el compromiso (Exposición y Lecciones Cajal), aunque quizá no los recursos, de liderar ese homenaje y apoyarla debería ser una obligación para las demás instituciones y también para la sociedad civil. El año Cajal exige planes ya.

*Académico de Ciencias Morales y Políticas y catedrático de Economía (Unizar)

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