Opinión
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Socialismo ortológico

Víctor Trimiño, a la izquierda, en el congreso en el que fue elegido secretario general de las Juventudes Socialistas del País Vasco.
Víctor Trimiño, a la izquierda, en el congreso en el que fue elegido secretario general de las Juventudes Socialistas del País Vasco.
Juan Herrero / Efe

En un buen sistema escolar debe prestarse la mayor atención a los dos idiomas con cuyo dominio la persona adquiere sus mejores útiles de desarrollo: la lengua materna y la matemática, cimiento de todo. Su enseñanza debería quedar en manos escogidas. Distan de ser aprendizajes aburridos, si se imparten bien. Al igual que hace la Real Academia Española, se pone énfasis en aspectos de la asignatura de Lengua como la gramática y su sintaxis (disponer bien las frases y sus relaciones) y la ortografía (normas de escritura). 

Escasa atención se presta, empero, a la buena expresión oral (oigan hablar a los discentes, sin más), que tiene en cuenta fonación, pronunciación y vocalización, entonación, pausas, ritmo y cadencia, etc. Estos saberes son la prosodia (pronunciar y acentuar bien) y la ortología: si ortografía es el arte de la escritura sin faltas, ortología alude a la correcta dicción, tomando ‘logos’ en el sentido de ‘palabra dicha’.

Combinando esos conocimientos, que deberían estar adquiridos al final de la enseñanza obligatoria, se consiguen discursos claros. No se trata de excelsitud oratoria. Basta con construir de modo correcto y enunciar sin engolamientos ni tropezones.

Véase, por ejemplo, este breve párrafo pronunciado en público el día 20 en San Sebastián por el joven físico Víctor Trimiño, que tiene la decencia de calificar como ‘fascismo’ el terrorismo de ETA. Nacido en 1992 y concejal en Galdácano, lee este párrafo, calmosamente: «Debemos estar enfrente de cualquier intento por normalizar o por blanquear una fuerza política que sigue siendo incapaz de condenar más de ochocientos cincuenta asesinatos y que sigue ensalzando a los terroristas que los cometieron. Ninguna necesidad aritmética justifica tratar como un partido más a quienes desde un punto de vista ético no lo son». Sus jefes se irritan porque los deja en evidencia: tienen tratos con Bildu.

Trimiño es el nuevo secretario general de las Juventudes Socialistas vascas. No es un Demóstenes: nervioso cuando improvisa, hace gestos involuntarios, toquitea sin cesar los micrófonos que tiene delante y se declara tan admirador de Patxi López que asegura haber un antes y un después de él en la política vasca tras su paso por la jefatura del gobierno autonómico. Criatura. Pero escribe y lee correctamente esa frase sustantiva sobre las turbias relaciones del socialismo con los ‘abertzales’ admiradores de ETA y guardianes de su memoria.

No lo hubiera hecho. Por ser tan ortológico, Trimiño, nuevo líder de las Juventudes Socialistas del País Vasco, tiene que estar calladito: esas frases le han valido reprimendas y acusaciones (de inoportuno, ignorante e inexperto) y, como aviso directo, el borrado de su discurso en el portal digital de la dirección nacional del partido (pero que puede verse en Youtube, desde el minuto 21: watch?v=qkIO8gfW4SI).

Se ha sumado esta posición suya a expresiones anteriores, cuando era poco visible: acusó lúcidamente a Podemos de presentarse a los comicios vascos «con el único objetivo de entregar la lehendakaritza» a Bildu y subrayar el racismo de Sabino Arana, el integrista fundador del PNV. Es, pues, un socialista ortológico y con sindéresis, o sea, con capacidad de enjuiciar sensatamente las cosas. Que no se malee.

Las Juventudes Socialistas, en general, ocupan las posiciones más a la izquierda de la socialdemocracia. Durante muchos años, su arquetipo fueron los ‘jusos’, los militantes alemanes de las juventudes, cuyo lema actual es algo así como «Interferir, involucrarse, agitar». Tienen a gala ser la avanzadilla y espolique de sus mayores y radicalmente defensores de los principios del socialismo doctrinal. En España no hay sino ver las campañas que proponen en su plataforma oficial (www.jse.org): republicanismo activo, aborto irrestricto, ‘memoria democrática’, antixenofobia, ecologismo, igualdad de todas las opciones sexuales, etc. Son más clásicos que el sanchismo.

Dicen tonterías

Pero, al revés que Trimiño, hay jefes de su partido antiortológicos. Muchos. Dicen tonterías, hablan ametrallando -como sin respirar, para dejar al oyente sin aliento mental-, pronuncian de modo lastimoso, se comen las pausas, emplean el mismo tono para todo y piensan tan poco en lo que van soltando que incurren en absurdos. El paradigma (momentáneo) es la agotadora ministra portavoz; quebranta la sintaxis («Créame que le diga»), crea palabras memas («Se valoran en su integralidad», por integridad) y dice lo contrario de lo que quiere («El PP se está negando a incumplir la Constitución», acusa). Todo, y más, de una sola tacada, el día 27. (Es la hora de comer, pero uno queda tan boquiabierto que no es capaz de masticar).

El día 2, su jefe aclara en televisión que vela por la situación de Nagorno-Karabaj. Qué alivio.

Podemos dormir tranquilos. No como él, que tiene un okupa en el salón.

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