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Otra ocasión

Una clase de la Universidad de Zaragoza.
Una clase de la Universidad de Zaragoza.
Heraldo

La pandemia está proponiendo serios desafíos a las instituciones educativas. El principal, a mi juicio, es adaptar la docencia y la evaluación a un contexto no presencial, lo cual exige un vuelco metodológico que va mucho más allá de la competencia técnica en herramientas digitales. Dicha adaptación, además, no va a ser provisional, dirigida solo a culminar dignamente el presente curso y la selectividad, sino que, aniquilando toda resistencia, va a formar parte de la docencia futura.

En todos los niveles de enseñanza, el siguiente reto lo va a plantear de inmediato el inicio y el desarrollo del próximo curso, en el que aún será inviable reunir a muchas personas en un mismo lugar. Por ello, los estudios con elevada matrícula y grupos numerosos tendrán que reducir drásticamente el tiempo de aula de las asignaturas, reconfigurar horarios y subdividir cuanto sea factible los grupos, para que compartan sucesivamente los espacios y el profesorado, en ambientes higienizados. Respecto a la Universidad, no habrá que gastar más, sino redirigir medios y personal de los que ya se dispone.

Extrañamente, lo anterior tiene su lado bueno. Esta solución de emergencia supondrá llevar al aula solo lo que de verdad exija aula y efectuar el resto del aprendizaje por otras vías, algo que muchos pensamos en vano que iba a suceder con los grados surgidos hace una década, en el informalmente denominado ‘sistema de Bolonia’. De nuevo, estamos ante otra ocasión de implantar una metodología que no imagine al alumnado universitario clavado en una grada de pupitres, seis horas seguidas, cinco días a la semana.

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