Doscientos mil millones de euros (públicos y privados) es una cantidad lo suficientemente importante como para generar confianza y tranquilizar a los mercados. Las medidas del Gobierno, que suman el 20 por ciento del PIB nacional y quedan enmarcadas en una lógica y urgente preocupación social, paran el primer golpe, aunque habrá que ver cuál será la reacción de la economía una vez se recupere la actividad y si, entonces, son necesarias nuevas ayudas sectorializadas. La gran duda, en cualquier caso, pasa por descubrir cómo de fuerte era la salud económica del país antes del coronavirus y si con aquella energía podremos asentarnos en la senda del crecimiento. Pese a que Pedro Sánchez insiste en la naturaleza temporal de este parón, concebido como un bache del que se debería salir con rapidez, el reto pasa -tal y como apuntan los expertos- por la activación de la demanda y por la veloz recomposición de todo el tejido industrial de nuestra globalizada economía. La ventaja, al contrario que en 2008, es que ahora gozamos de un sistema financiero saneado y con capacidad de respuesta.