NARRATIVA HISPANOAMERICANA. ARTES & LETRAS

Magalí Etchebarne: "La potencia de lo breve amarga en ocasiones. No soy cuentista de sangre"

La escritora argentina explica el libro de cuentos, relatos de mujeres, que ganó el premio Ribera del Duero: 'La vida por delante' (Páginas de Espuma)

Magalí Etchebarne es editora, poeta y autora de cuentos. Actualmente trabaja en una novela. Presentó 'La vida por delante' en Zaragoza.
Magalí Etchebarne es editora, poeta y autora de cuentos. Actualmente trabaja en una novela. Presentó 'La vida por delante' en Zaragoza.
Isabel Wageman.

Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983) fue la ganadora del Premio Ribera del Duero con ‘La vida por delante’ (Páginas de Espuma. Madrid, 2024. 113 pp.), un volumen de cuatro cuentos: ‘Piedras que usan las mujeres’, que aborda una historia de féminas afectadas por el dolor, la pérdida, el amor y el desamor, la enfermedad y el paso del tiempo; ‘Un amor como el nuestro’ transcurre en las cataratas de Iguazú donde dos amigas quieren huir de la vida corriente; ‘Temporada de cenizas’ está centrado en dos hermanas que despiden a su madre y arrojan sus cenizas al mar, y ‘Casi siempre desesperados’ analiza la relación de una pareja vinculada con el teatro, azotada por continuos conflictos.

Después del éxito que ha tenido con su primer libro y de todos los elogios que recibió de Leila Guerriero, Alan Pauls, Mariana Enríquez o Rodrigo Fresán, ¿da un poco vértigo publicar el segundo?

Da un poco de vértigo. Hay una frase que decimos en la editorial, donde yo trabajo, que decía una de las editoras de antes: «Todo el mundo tiene un libro en la cabeza, pero no todos tienen dos».

Es bonito eso y a la vez inquietante.

Yo sí tenía como ese temor no de escribir, porque eso no lo dejas de hacer, de cómo iba armar un nuevo libro. En medio publiqué un libro de poemas y eso me sirvió así para saber que ya tenía dos libros en la cabeza al menos. Entonces, me lancé por el tercero y todo lo que vino luego...

Lo que vino fue el Premio Ribera del Duero, que presentó en Zaragoza.

Obviamente lo mandé al concurso, con la idea de ganar, era mi deseo. Lo hice el último día y fantaseaba, claro, con que lo ganaba. Con todo, fue una sorpresa inmensa y una alegría.

¿Por qué dice que es un libro al que le había dado muchas vuelas, que había dudado y que se ha ido escribiendo en el tiempo?

Bueno. Sí, empecé a escribir el primer relato, ‘Piedras que usan las mujeres’, y el tercero, ‘Temporada de cenizas’, y el segundo también, ‘Un amor como el nuestro’, pero sobre todo los dos primeros. Hace bastante que empecé a llevar notas. Esos dos cuentos estaban unidos, me costó mucho tiempo darme cuenta de que funcionaban por separado, en algún momento hasta estuvieron unidos el primero y el segundo. Me acuerdo que durante la pandemia hice un taller con Federico Falco, y él me dijo: «Este relato no es sobre esta madre». Fue él quien me dijo que un cuento era una cosa y el otro, otra. Me enojó en el momento.

¿Qué le enojó, que fuese sincero, que no pensase como usted?

Supongo que también te incomodan esas cosas que uno no puede ver. Me costó tiempo darme cuenta de que él tenía razón, que eran dos cosas diferentes que convivían pero cada uno era un relato. Soy de procesos lentos.

Así que para este libro, cortito, invirtió un par de años.

Sí, sí. Eso. Cuando me llegó la convocatoria me puse como objetivo llegar. Y escribí otro relato, ‘Casi siempre desesperados’.

La frase define una inmensa porción de seres humanos.

Desde luego. Asumí el riesgo, yo que no tengo un editor que me esté esperando, me funcionaba como forma de tener un plaza, una fecha de llegada.

Y además pinchó en carne y fruta: Páginas de Espuma es una editorial muy volcada con los cuentistas latinoamericanos, y en particular con las mujeres. Usted, ¿es una escritora de cuentos o una cuentista?

No creo que sea una cuentista. Me parece muy grande el término, y es difícil serlo. Una está satisfecha con lo que hace pero también le ve los hilos. Me gustan cómo están los cuentos, pero si me dejan más tiempo yo sigo reescribiendo, reeditándolos, y le encuentro las cosas que quizá tendrían que haber sido de otra manera, y personajes que no me satisfacen, y frases que no me convencen. Y casi no los quiero ni leer, de hecho ni los leo, porque sé que no voy a estar de acuerdo con lo que al final se publica.

Explíquenos, entonces, su relación con el cuento.

Me encanta leer y escribir cuentos, es un género que me encanta, es algo mágico, difícil, fabuloso. La potencia de lo breve amarga en ocasiones y a la vez tienes la sensación de recibir un golpe, un ‘nocaut’. Creo que hasta ahora, en que he publicado dos libros de relatos y dos de poemas, sigo escribiendo cuentos: tengo más cuentos empezados. No creo que solo escriba cuentos. Estoy llevando algo de más largo aliento: quizá una novela. No creo que sea cuentista de sangre como lo son Borges, Cortázar, Quiroga, etc.

"Me gustan cómo están los cuentos, pero si me dejan más tiempo yo sigo reescribiendo, reeditándolos, y le encuentro las cosas que quizá tendrían que haber sido de otra manera, y personajes que no me satisfacen, y frases que no me convencen"

Usted es una escritora de cuidado lenguaje, perfeccionista, delicada y a veces brutal. ¿Quién la ha acompañado? No sé, a veces, da la sensación de que tenía a Silvina Ocampo en la cabeza.

Me encanta. Solo los anteojos le puedo copiar. Obviamente uno escribe porque lee, ¿no? A veces cuando no escribo es porque estoy leyendo cosas que no me dan ganas de escribir. En ese viaje de las influencias, sea lo que sea, un norteamericano, un español, un japonés o Silvina Ocampo, uno lo vuelve propio. Me sirve leer a otros cuentistas, o poesía, a veces estoy trabada con un párrafo, con una idea, no se me ocurre la palabra, hay algo esotérico en la lectura también. Te pones a leer un poeta que no habías leído antes y aparece la palabra: esa imagen que activa otra y que es el principio de una cadena de influencias.

"Creo que en mis cuatro cuentos de mujeres hay una idea de irse del centro, de fugarse y de moverse. De salir de viaje, de vacaciones, de explorar, y creo que, en medio del dramatismo, lo hago con un punto de humor"

Salvo Silvina Ocampo no ha reconocido libros, lecturas, volúmenes de cuentos concretos...

Pensando en quién me acompañó, a mí me sirve mucho leer en voz alta, es como poner a prueba el texto para ver si funciona. En Buenos Aires se estilan mucho las lecturas de poesía, y esos espacios a mí me funcionan bien como un lugar, una cancha, donde poner el texto a ver qué pasa…

¿Se considera una escritora de atmósferas, de estados de ánimos, de paisajes interiores?

A mis personajes les están pasando cosas bastante dramáticas, en la mayoría de los casos, hay muchas cosas sobre el dolor y la pérdida y el envejecimiento, sobre todo en las mujeres. ¿Atmósferas? Es como lo que está pasando alrededor, ya sea el paisaje, ya sea el espacio, parece que está contaminado ¿no? A mí me da la sensación cuando uno está triste –yo tuve unos años de mi vida en los que estaba muy muy muy triste y tomada por cosas extrañas– y siempre tenía la sensación de que había una suerte de nube que se había posado sobre mi casa y me seguía. Era literalmente como una sombra que me seguía.

¿Es eso un cuento fantástico?

Un cuento fantástico podría ser una mujer perseguida por una nube, sí. O por la monstruosa sombra. En realidad, creo que en mis cuatro cuentos de mujeres hay una idea de irse del centro, de fugarse y de moverse. De salir de viaje, de vacaciones, de explorar, y creo que, en medio del dramatismo, lo hago con un punto de humor.

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