Por
  • Gonzalo de la Figuera

Chucho Valdés: La fuente de la eterna juventud

Chucho Valdés, durante su concierto en Pirineos-Sur.
Chucho Valdés, durante su concierto en Pirineos-Sur.
Jaime Oriz

A lo largo de sus más de treinta años de historia, por el escenario de Pirineos Sur habían pasado prácticamente todos los grandes de la música cubana, de Compay Segundo a Bebo Valdés pasando por Eliades Ochoa, Omara Portuondo o Pío Leyva. Pero faltaba Chucho, ese coloso del piano, quien en la noche del jueves sometió a la concurrencia a una descarga de música frondosa e inabarcable bajo la excusa de rendir tributo a Irakere, aquella formación señera del jazz afrocubano que el propio Chucho Valdés capitaneó hace ya cincuenta años.

La cosa comenzó al ritmo de los tambores batá y los cantos de santería yoruba, para luego llevarse a Mozart de paseo por La Habana, reinterpretando algunas de las piezas más populares del genio austriaco en clave cubana, otorgándoles una nueva dimensión con envidiable lozanía y espíritu juguetón. Para entonces, el público ya estaba rendido a los pies de Chucho y su formidable banda.

chucho valdés *****
Componentes:Chucho Valdés, piano; Roberto Vizcaíno Jr. y Julián Valdés, percusión; Horacio Hernández, batería; José A. Gola, bajo; Eddie de Armas Jr. y Oswaldo Fleites, trompetas; Carlos Averhoff Jr. y Luis Beltrán, saxos; Ramón Álvarez, voz.
Grupo invitado:Goxua'n Salsa.

Y en esas se sacó de la manga una muy personal revisión de ‘Stella by starlight’, de Miles Davis, que inició a piano solo para luego dar paso a una brutal entrada del resto de sus músicos, encabezados por una sección de metales con una potencia y una sonoridad apabullantes. En ‘Congadanza’ el percusionista Roberto Vizcaíno Jr. (extraordinario su desempeño toda la noche) y el batería Horacio ‘El Negro’ Hernández entablaron un espectacular duelo. En ‘Bacalao con pan’ la rumba se puso brava y el propio Chucho se levantó del piano para, a sus 82 tacos, ponerse a bailar como un guayabo.

La música de raíz cubana debe ser la fuente de la eterna juventud, a juzgar por este y otros precedentes. Definitivamente la fiesta se desató a orillas del pantano, con unos músicos en estado de gracia lanzados en una trepidante conga que también tuvo continuidad entre los espectadores. Noches como ésta han hecho de Pirineos Sur un territorio mágico.

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