Por
  • Carmen Puyó

‘Que la fiesta continúe’: Mi debilidad por Guédiguian

Fotograma de 'Que la fiesta continúe'.
Fotograma de 'Que la fiesta continúe'.
Bteam

Desde la primera película suya que vi, siempre he sentido una cierta debilidad por Robert Guédiguian, ese cineasta marsellés de origen armenio al que le sucede un poco lo mismo que a Ken Loach. Es decir, los dos están abiertamente de parte de la clase social más baja, la que vive en barrios obreros, sobrevive como puede y trata de llevar una vida lo más feliz posible entre la marginación y la ausencia de ayudas sociales. A los dos les pasa, también, que a veces su compromiso social, o político, o como prefieran llamarlo, les lleva a ser un poco panfletarios, incluso a utilizar un estilo algo naif. Pero, aun así, a mí me han gustado mucho varias de las películas de Loach y me sigue gustando Guédiguian.

Regresa éste a la cartelera con ‘Que la fiesta continúe’, en la que Marsella y sus barrios menos favorecidos, el recuerdo de un país, Armenia, cuya situación sigue haciendo sufrir a sus exiliados, y la presencia de dos actores claves en su filmografía, Ariane Ascaride y Jean Pierre Darroussin, son el armazón del que se sirve para contar una de sus historias. Una historia en la que hay lucha social -todo comienza con el derrumbe de un edificio en mal estado, con varios muertos-, hay un retrato realista de las calles y el ambiente en el que se mueven sus protagonistas y, no podía faltar, hay igualmente una serie de personajes que, pese a los malos ratos, a los problemas, a las emergencias sociales, a la lucha política, son capaces de construir un pequeño universo luminoso en el que es posible no solo llegar a ser feliz, sino a encontrar consuelo y saber que la esperanza de algo mejor es posible.

'que la fiesta continúe' ***
Director y guionista:Robert Guédiguian.
Fotografía:Pierre Milon.
Intérpretes:Ariane Ascaride, Jean Pierre Darroussin, Lola Naymark, Robinson Stévenin.

Para contar esta historia, cuyo personaje central interpreta Ariane Ascaride con la frescura que la caracteriza, Robert Guédiguian utiliza su estilo narrativo habitual. Hay escenas hermosas, hay secuencias muy bien trabajadas y personajes muy auténticos y, como es habitual en este cineasta, no faltan tampoco algunos excesos (que yo siempre le perdono).

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