'Presunto inocente', una estupenda adaptación del clásico de los noventa

El actor Jake Gyllenhaal protagoniza esta ficción de Apple TV+, que supone la primera colaboración entre David E. Kelley y J. J. Abrams.

Cartel de 'Presunto Inocente'
Cartel de 'Presunto Inocente'
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Desde hace años, las ideas brillan por su ausencia en Hollywood. No es que falten historias o que los guionistas, de pronto, hayan decidido dar un respiro a su inventiva. Son los grandes estudios los que, conscientes de que un fracaso en taquilla o en las plataformas de vídeo bajo demanda puede hacer tambalear sus finanzas, deciden no arriesgar y jugar sobre seguro. De ahí que las franquicias se hayan apoderado de la cartelera o que, una y otra vez, se vuelva sobre ciertas propiedades intelectuales que en los ochenta o los noventa se desempeñaron bien a la hora de atrapar a los espectadores.

Es el caso de 'Presunto inocente', la serie cuya primera temporada echa mañana el cierre en Apple TV+ con su octavo episodio. La protagoniza Jake Gyllenhaal, un actor ducho en esto de actualizar éxitos del pasado. Hace unos meses ya se metió en la piel de Elwood Dalton, un exluchador de la UFC que acaba aceptando un trabajo como guarda de seguridad en Road House, un bar en los Cayos de la Florida. Estrenada en Prime Video, la cinta era un 'remake' de 'Roadhouse (de profesión: duro)', la película que Patrick Swayze protagonizó en 1989.

Ahora Gyllenhaal encarna a Rusty Sabich, el fiscal adjunto al que ya dio vida Harrison Ford en la disfrutable película estrenada en 1990, dirigida por Alan J. Pakula ('Todos los hombres del presidente') y basada a su vez en el superventas homónimo de Scott Turow, publicado en 1987.

Ambientada en Chicago, los primeros compases de la ficción describen el día a día de este fiscal, casado y con dos hijos, de trayectoria profesional intachable. "Yo les presentaré pruebas que demuestren que sí cometió el delito. Si encuentran probable que lo hiciera, solo probable, declárenle inocente. Incluso si les parece muy probable, deben dejarlo en libertad. Mi trabajo es demostrarlo más allá de toda duda razonable", explica al jurado en una de sus primeras intervenciones ante un tribunal.

Tras estas pocas pinceladas, la serie se pone en marcha cuando en pleno día de asueto, mientras Rusty practica unos lanzamientos con su hijo, recibe una llamada del fiscal del distrito, Raymond Horgan (Bill Camp). Carolyn Polhemus (Renate Reinsve), otra fiscal del departamento, ha aparecido asesinada en su casa. Rusty se lo cuenta a su esposa Barbara (Ruth Negga) y se dirige al lugar de los hechos. La imagen es demoledora: la joven está tendida bocabajo, con las muñecas atadas a los tobillos, en una postura que a Rusty le recuerda a un antiguo caso en el que la propia Carolyn participó y por el que ambos encerraron a Liam Reynolds.

Infidelidades y misterio

Poco a poco, la trama se va enmarañando. Los diálogos entre Barbara y Rusty dejan entrever que entre los dos fiscales hubo algo más que una simple relación laboral. A todo ello hay que sumar una segunda trama, protagonizada por Nico Della Guardia (O-T Fagbenle), a punto de ser elegido nuevo fiscal del distrito, y Tommy Molto (Peter Sarsgaard), su segundo. Ambos se la tienen jurada a Rusty, así que hacia el final del primer capítulo sucede lo inevitable: en el apartamento de Carolyn se han encontrado huellas de Rusty y eso lo convierte en el principal sospechoso del asesinato. A partir de ahí, la serie explora asuntos como la obsesión, las relaciones tóxicas, el sexo, la política, el poder y los límites del amor, mientras el acusado lucha por mantener unidos a su familia y su matrimonio.

Detrás de esta nueva producción, un drama judicial con hechuras de 'thriller' -o al revés-, se encuentra David E. Kelley, el artífice de tantas y tantas series de abogados como 'La ley de Los Ángeles', 'Ally McBeal' o 'Boston Legal' y de otros títulos interesantes como 'Big Little Lies' o 'Chicago Hope', en su primera colaboración con J. J. Abrams, productor de series y películas como 'Perdidos' o 'Monstruoso' y director de filmes como 'Super 8'.

Con una fotografía oscura, plomiza -no recomendaríamos seguir esta serie en un teléfono móvil con poco brillo, la verdad- y muy cuidada, uno de los grandes reclamos de la ficción es su capacidad para acabar en alto cada episodio, con nuevas revelaciones que cautivarán al espectador, merced a un personaje, el de Rusty, lleno de recovecos, con el que uno acaba empatizando pese a su evidente falta de franqueza a lo largo de toda la trama. En este sentido, la estructura episódica de la ficción contribuye a dosificar el misterio y a reposar las pesquisas y sorpresas, dando como resultado una producción muy redonda y coherente.

A todo ello contribuyen unos personajes bien construidos y unas interpretaciones a un nivel estupendo -Gyllenhaal está genial, pero es que Fagbenle y Sarsgaard, en su obsesión por encerrar a Rusty, también están de sobresaliente-.

No en vano la serie, que desde que se estrenó el pasado 12 de junio ha sido el contenido más visto en el servicio según las métricas de la propia Apple, ya ha sido renovada por una segunda temporada. Se supone que la ficción era una miniserie autoconclusiva y que con el último episodio, que se emite mañana, habría cubierto por completo la novela en la que se basa. Kelley ya se enfrentó a un escenario similar cuando adaptó 'Big Little Lies', de Liane Moriarty. Debido al éxito de la primera temporada, tuvo que continuar la historia y contar algo completamente nuevo. El único problema es que la calidad de la ficción se resintió bastante. Habrá que ver qué sucede esta vez.

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