¿Dónde está el cuadro 'Bruja de Barbastro', que Julieta Always inspiró a Modest Cuixart?

Del cuadro del artista, pintado en 1976, expuesto en Zaragoza en 1977 y origen del mito de la pintora mendiga y mística, se ha perdido el rastro

Retrato de la pintora mística, naïf y esotérica, la artista mendiga Julieta Always.
Retrato de la pintora mística, naïf y esotérica, la artista mendiga Julieta Always, nacida en 1899 y fallecida en 1979. Dejó más de 30 cuadros..
Luis García Bandrés

La leyenda de Julia Aguilar Coscujuela (Barbastro, 1899-1979) empezó con un incidente de automóvil y con un pintor: Modest Cuixart (1925-2007). Volvía de un viaje por Pamplona en dirección a Barcelona y en Barbastro notó que algo en su coche no iba bien. Buscó un taller en el entorno de la plaza Tallada, como recuerda el anticuario Antonio Buil (autor de la biografía más completa y exhaustiva de esta mujer enigmática y mística, escrita al alimón con el arquitecto e investigador Antonio Abarca), y poco después vio a aquella mujer harapienta, en una bajera, rodeada de gatos, y se quedó fascinado.

Quiso hablar con ella, charlaron, y descubrió algunas de sus pinturas difíciles de definir. El propio Buil decía en HERALDO que «su arte no estaba destinado a la exhibición, sino al encuentro con su esencia más íntima, con lo trascendente, con un concepto singular de lo divino. Hay algo asimilable al misticismo en sus obras y ese estado solo se hace posible cuando uno de se aleja de todo». Algo de ello lo percibió ya Modest Cuixart, que le dedicaría el cuadro ‘Bruixa Barbastro’ (en otros lugares se titula ‘La Bruja Barbastro’). El pintor presentó una exposición en la sala Luzán, entonces en la calle don Jaime, que dirigía Paco Egido y que fue, ya trasladada al Paseo de la Indepencia 10, un foco esencial del arte contemporáneo, nacional y aragonés durante años.

Ese cuadro llamó la atención del periodista y crítico de arte de HERALDO Luis García Bandrés (que también ha hecho su propia obra pictórica bajo el seudónimo de Gonzalo Bujeda), que quiso saber quién estaba detrás de aquella obra. Cuixart le contó al periodista: «[El cuadro] es el homenaje a una mujer que conocí en Barbastro. Como una bruja. Vivía en un garaje, con gatos y ratones. A los que alimentaba, a los que decía cuando tenían que comer y cuando habían acabado la comida. Tenía unos cuadros ‘naïf’ impresionantes. Me contaba que por la noche alguien le decía lo que tenía que pintar. Que no era ella la que pintaba. Las figuras tenían diferentes tamaños. Le quise comprar alguno y no quiso».

Aquel encuentro le llevó a pintar ‘Bruixa Barbastro’, obra que Raquel Medina de Vargas, historiadora del arte y comisaria de exposiciones y especialista en Modest Cuixart, considera clave en su trayectoria. «No he tenido suerte: jamás he podido ver esa pieza que sí he contemplado y analizado en varias reproducciones con buena calidad y me parece una obra magnífica por su equilibrio de elementos: espléndida de composición, de color. Es una obra que armoniza el color y el signo, la forma y el símbolo. Cuando organizamos la exposición ‘Los años cruciales’, de Modest Cuixart, con piezas datadas de 1950 a 1966, en la Fundación March, me pareció oportuno hablar de ella porque la veía muy significativa, aunque no pertenecía a ese período», dice Raquel Medina, que ya trabaja en las muestras del centenario del nacimiento de Modest Cuixart.

El impresionante cuadro que Modest Cuixart le dedicó a Julia Aguilar, ahora en destino incierto.
El impresionante cuadro que Modest Cuixart le dedicó a Julia Aguilar, ahora en destino incierto.
Modest Cuixart/Rayuela/Archivo Heraldo.

EL CUADRO DESAPARECIDO. Ahonda en algo que en el fondo es el motivo de este artículo y este viaje hacia un misterio rotundo: ¿qué ha sucedido con esa obra? ¿Por qué no se ha vuelto a ver, está en una colección privada, se ha perdido? «Me han preguntado antes por ella. Me encantaría verla: Sospecho, que se ha quedado por Aragón. Sería maravilloso poder localizarla para mostrar en el centenario».

Antonio Buil, que ha seguido con Antonio Abarca el rastro de la artista (hace no mucho encontraron la pieza ‘Aparición’ en las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en la capital del Vero) que durante años pareció una antiheroína de la mendicidad y una figura pintoresca de Barbastro, tampoco ha podido encontrar conexiones o indicios. «La verdad es que es auténtico misterio. He hablado con Marc Cuixart, uno de los hijos del pintor, con la fundación del artista, he hecho indagaciones aquí y allá, con la propia Raquel, y no hay rastro de nada. Es como si se hubiese esfumado por los agujeros negros del tiempo y del arte», señala. El propio azar, que es caprichoso y parece entrar y salir una y otra vez en los vericuetos de la vida y de los libros de Enrique Vila-Matas, nos regala una curiosa sorpresa:Francisco Egido, a sus 86 años y en uno de sus paseos habituales, acude a HERALDO a buscar unos boletos. «Me acuerdo perfectamente de la exposición de Cuixart y de aquel cuadro. Recuerdo que hablamos mucho con él, era un hombre espléndido y simpático, un gran pintor. Sé que en la CAI quedó una pieza suya, pero no recuerdo cuál. Esa obra, ‘Bruixa Barbastro’, como se ha contado muchas veces, fascinó a Luis García Bandrés y ahí empezó todo», recuerda.

Ese ‘todo’ aquí es un término abundante y polisémico porque poco después García Bandrés acudió a Barbastro a conocer a Julia Aguilar, que se había hecho famosa en París antes de la Guerra Civil y en pleno conflicto como artista de cabaret con el sobrenombre de Julieta Always. Bandrés conversó con ella, la retrató e indagó en su universo. Era ya entonces una mujer con leyenda: tenía la apariencia de una pordiosera, el mundo exterior parecía importarle poco, había vendido periódicos –‘La Vanguardia’, HERALDO y ‘El Noticiero’, entre otros– y había tenido una vida más bien vinculada al inframundo y la marginalidad: durante años había vivido en el palacio de los Argensola, hasta que lo restauró Ibercaja (hoy, entre otras usos, es la Biblioteca Pública de Barbastro), en garajes, etc. Antonio Buil recuerda que vivió en otros lugares: en la calle Oncinellas, en la Casa del Mariconé, al principio;hasta los años 60 en el palacio de los Argensola, donde era inquilina de una señora a la que llamaban La Triguera; más tarde en la aludida bajera en la calle del Castillo; luego en el recinto de San Julián y finalmente murió en las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.

REPORTAJE Y REVELACIÓN. El día del Pilar de 1977, miércoles, Luis García Bandrés firmó un artículo a página completa con cuadros –decía que se conservaba una treintena– y fotos que tituló ‘Encuentro con Julieta’ y abundaba, desde los subtítulos, en varios aspectos, bajo el epígrafe general: ‘Descubrimiento de una pintora naïf’. Hablaba de «un peregrinaje en la incomprensión, el olvido y la miseria» y a la vez intentaba resumir las «coordenadas» de la expresión artística. Ahora, Luis vive en una residencia, un poco alejado de todo.

El artículo no tenía desperdicio. Fue una auténtica primicia, y luego escribirían de ella otros: Ana María Navales le dedicó una novela y un relato; Lola Campos la incluyó en su serie, y luego libro, de ‘Mujeres aragonesas’ (que publicó Eloy Fernández Clemente en la colección Biblioteca Aragonesa de Cultura), Antonio Abarca y Antonio Buil seguirían desmadejando la espiral, la historiadora Pilar Bonet la vincularía con otra artista como Josefa Tolrá. Luis García Bandrés en su entrevista-reportaje usaba un doble procedimiento: por una parte hablaba con ella y a la vez, en sus reflexiones, como si fuera una segunda persona, analizaba su obra y le recontaba su existencia y su arte. «Me habías dicho cosas de tu infancia. Me contaste cómo y por qué te marchaste de casa. Hasta París. Yo ya sabía tu paso por los escenarios cuando te hacías llamar ‘Alway’. Después de París, o antes, Madrid. Yo he ido imaginando tu silencio, tu soledad. El silencio de la gente que te abandonó. Por eso tu sordera. Por eso tu ‘locura’», escribía.

Un cuadro de Julieta Always que está en el Ayuntamiento de Barbastro. El experto Antonio Abarca lo tituló 'Misericordia'.
Un cuadro de Julieta Always que está en el Ayuntamiento de Barbastro. El experto Antonio Abarca lo tituló 'Misericordia'.
Archivo Abarca/Buil.

García Bandrés recuerda que ella había sido de una buena familia que se vino abajo y recoge un testimonio que dio alas al mito popular de Julia Aguilar o Julieta Always, en su pueblo. «Unos recién casados viajan a París. En el escenario del teatro de varietés que visitan aparece ‘Alway’. Y Julieta baja del escenario para saludar a sus paisanos. ¿Cuántos comentarios a la vuelta?». El periodista dice que habría pintado unos cien cuadros y que muchos fueron objetos de robo, según ella mismo le dijo, aunque luego, en el transcurso de la entrevista misma aparecieron: las monjas donde residía los bajaron para ser fotografiados. El periodista reproducía un autorretrato; una composición con Carlos Arruza, Manolete y Perico Chicote; otra pieza con el traje de novia de Isabel de Inglaterra y un cuadro mosaico donde Ramón y Cajal, Pío XII, Colón y el general Ricardos rodean al general Franco. A algunos de ellos debió conocerlos; entre sus amantes, que los hubo, ella mismo dijo que había tenido amores con Miguel Primo de Rivera, como han contado Abarca y Buil. Y en el diálogo Julieta recordaba al que quizá fuese su gran pasión: «Este es Krisnita. ¡Cómo nos queríamos. Cómo nos separaron!», le dijo.

Una confesión artística de Julia Aguilar: «Dios se entiende conmigo y con todos. Un día me dijo: “Toma, pinta”. Y ya lo creo que pinté. Pero resulta que la pintura, o lo que sea, no tiene importancia. La pintura tiene que ser una cosa que la manda nuestro señor». También le revelaba otros aspectos claves: «Nunca he sido feliz. La felicidad me viene ahora en el rezo. Pero ¿esto cuándo ha llegado? He sido desgraciada. A mí, a los once años, cuando se necesita la madre, Dios me la quitó. (Rectifica). Pero no me la quitó, porque era de Él y sigue siendo de Él. Me tuve que ir de casa a Madrid. Y luego, que si yo era loca, que si yo era esto, que si era lo otro».

Julia Aguilar murió el 26 de febrero de 1979, apenas un año y medio después de esa cita. Para entonces, ya le habían hecho una exposición en Zaragoza, en la sala Torrenueva, y 23 artistas le rendirían homenaje en la sala Costa-3 de Carlos Barboza y Teresa Grasa. «La pintura de Julieta Always, es una pintura directa, la artista se enfrenta ante el lienzo con sus recuerdos, los cuales quiere o desea que participemos de ellos. Frida Khalo nos transmite sus angustias y dolores, Julieta nos trasmite sus gozos vividos de una forma naïfs», nos dice Barboza.

REGRESO A CASA. Hemos buscado algunos otros testimonios directos. Dice Encarna Samitier, barbastrense, periodista y directora de ‘20 minutos’: «Recuerdo ver a Julieta en el Coso, cuando yo era niña y después adolescente. Llamaba mucho la atención, porque era absolutamente diferente, por su nombre sin apellido y tan literario, porque tenía un aire misterioso, como si fuera una aristócrata disfrazada de mendiga. Era muy delgada, tenía la piel quemada por muchas horas de estar en la calle; el pelo gris, las facciones muy afiladas, una mirada penetrante y burlona, y unos ojos verdes que compensaban su boca desdentada. La recuerdo con faldas floreadas y una especie de turbante en la cabeza, como si fuera una hippie. Creo que también solía llevar bolsas y bultos, y se contaba que vivía rodeada de gatos y que se bañaba desnuda en el río». Este episodio se ha contado muchas veces.

Agrega Encarna: «Mis padres, y en general los barbastrenses, la saludaban con cariño. Nunca pregunté por su historia. Cuando íbamos las amigas en pandilla y estábamos empezando a fumar, se acercaba, nos pedía un cigarro y hablábamos con ella cuatro palabras: “¿Qué haces, Julieta?”. “¿A dónde vais”, nos decía ella. Parecía que no le interesaba la amistad de nadie». El escritor Mariano Gistaín vivía en la plaza, donde su familia tenía su sastrería. «Ella vivía en el palacio de los Argensola y la veía pasar a menudo por delante de mi casa, con sus bolsos y sus gatos. Era todo un personaje. Con ella, delante o detrás, aparecía otro personaje estrafalario: Marcelino Cortés, que iba un poco más zarrapastroso aún. O eso me parecía a mí».

Julia Aguilar, tras su existencia en París, en Madrid y en Barcelona (allí convivió con su hermano Mariano), regresó hacia 1941 a Barbastro y sobrevivió cómo pudo. Además de otros cuadros suyos, que fueron expuestos varias veces, ojalá que en el centenario de Modest Cuixart suceda otro milagro en el arte y reaparezca ‘Bruixa Barbastro’, que resume la fuerza, el carácter, su raro talento y esa personalidad irreductible y enigmática que no dejan de ensanchar el mito que la envuelve y que no cesa.

París 1940, espías, el miedo...

Antonio Abarca y Antonio Buil han hablado e investigado mucho. En 1999, Buil le hizo una exposición en su tienda de antigüedades. «Yo la he visto dos veces. Jamás podré olvidar el día que, con unos seis años, en compañía de mi padre, la vi en la pendiente que lleva al ayuntamiento. Mi padre se paró con ella a charlar y la verdad es que sentí auténtico miedo. Y la otra vez fue en la carnicería Bamala. Compró cosas y vio que no le llegaba el dinero. La señora le dijo:“No te preocupes, Julieta”. A veces te siguen contando cosas. Hace unos días, un vecino vinculado con correos en el pasado me dijo que Julieta le había dicho varias que se había acostado con muchos alemanes. En sus escritos alude al espionaje. Ella estuvo poco tiempo en París tras la ocupación en 1940. Volvió a Barbastro, y quizá haya alguna relación entre ambos hechos», cuenta el anticuario. 

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