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Sugerencias para leer en una canícula: 14 libros excepcionales para todos los públicos

Recomendaciones un puñado de títulos variados donde hay tertulias, biografías, cuentos, epitafios, novelas...: Prada, Mendoza, Werner Herzog

Juan Manuel de Prada recupera a un sombrío personaje de 'Las máscaras del héroe'.
Juan Manuel de Prada recupera a un sombrío personaje de 'Las máscaras del héroe'.
Oliver Duch.

Ahora que el frío nos ha dejado, podemos tapar ese hueco de muchas formas. Una de las prácticas es hacerlo con libros denominados, por los que no aprecian del todo leer, ladrillo. Un par en forma de columna son el aparecido hace no demasiado de la premio Nobel de esta década, la polaca Olga Tokarczuk, ‘Los libros de Jakob’ (Anagrama), relato tan profundo como el nombre del título. Obra capital. El otro, salido esta primavera, lleno de luz para quien quiera ver bien el París que no era olímpico sino el más pobre también de espíritu, el de 1940 que de la mano de la profunda documentación y el esperpento del resentimiento como sustento (rima interna incluida) de Juan Manuel de Prada se muestra en ‘Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz’ (Espasa).

Tras este par de pilares si alguien queda exhausto puede que tenga ganas de hablar, nada mejor entonces que entrar en ‘Los diálogos’ (Seix Barral) conversaciones aparentemente banales que calan como un sol de verano a la hora de la siesta hace cuarenta años entre el escritor argentino Jorge Luis Borges y su paisano Osvaldo Ferrari. Y tras tanto calado, podría venir bien airearse yendo al cine de verano. A ese de relatos inverosímiles que plantea el director alemán Werner Herzog. En el recién aparecido ‘Cada uno por su lado y Dios contra todos’ (Blackie Books), están por fin sus memorias que sin duda hacen vibrar, ponen la piel de gallina y provocan el escalofrío cuando el hambre infantil con lo intrépido de su olfato como cineasta hacen de su vida de antípoda de la de la mayoría de lectores. Una vida sin solución llena de resolución. O visto de otra manera, cuando a algo no se le encuentra solución, llega el punto final. Una de las ideas pilares de ‘Ñu’ (Anagrama), obra reciente de Pau Luque que ha llegado para contar que le quedan muchas cosas por escribir, por hacernos pensar, dudar y evolucionar. No es poco lo que se le debe.

Y ya que estamos tan frescos y dispersos, podemos aprovechar para leer un libro inverso. Para eso está ‘La marca’ (Penguin), de la islandesa Frída Ísberg, que acota lo que podría ser el futuro digital para la mente humana. O de cómo las buenas intenciones pueden arruinar no solo el verano.

No lo harán los dos primeros títulos comentados, capitales al margen de cualquier ladrillo que tape huecos; pero pueden venir un par de novedades ligeras como la pluma a erizar la piel. Las plumas de dos mujeres que en libro casi breviario entregan dos brisas elaboradas. ‘Ciento veinticuatro huecos’ (H & 0 Editores) de Begoña Méndez que a partir de la idea de que el amor es sobre todo un hueco, un vacío que el amado deja en el amante, genera reflexiones que nadie se puede saltar salvo que crea que el amor no tiene nada/algo de cuento. Serio, por la entrega absoluta a la admiración y la escritura, es el texto de la otra pluma hecha breviario; ‘La última frase’ (La Uña Rota) es obra que eriza, cala y se ha hecho inolvidable. Todo en uno. 452 frases finales de libros universales que apreció Camila Cañeque sirven de hilo para desarrollar uno de esos libros variopintos que obligan a replantearse muchas cosas. Como la vida misma que la autora perdió. A sus cuarenta años, este su primer libro, publicado poco después de irse. Literalmente, de muerte súbita y con tanto por decirnos.

Quien dice mucho, nunca flojea y sabe bien lo que es el verano y el mar, es José Carlos Llop que en ‘Si una mañana de verano, un viajero’ (Alfaguara) nos sumerge en el Mediterráneo o en realidad nos desvela su alma mirona de la belleza que se aleja del estruendo y busca dentro de una prosa tan pulcra como pulsante.

Risas en la playa y otros asuntos

Otra manera de acompañar a la brisa que pasa la página involuntariamente cuando se lee en la playa. Ese sitio donde siempre hay risas y seguro que alguien lee a Eduardo Mendoza. Y hará muy bien porque en su último libro, ‘Tres enigmas para la organización’ (Seix Barral) la sucesión de zancochos sala cualquier mar de lágrimas de risa y reseca el gaznate como la arena en agosto. Porque si agosto y arena son un clásico, tiene pinta de que ‘Las propiedades de la sed’ (Libros del Asteroide) de Marianne Wiggins será leído dentro de más años que los que hace que acabó la segunda guerra mundial que retrata en una California donde cabe una historia de amor y una huella para el verano que sobrevivirá a muchas estaciones.

Cuarenta veranos podría abarcar ‘El carácter es el destino’ (La Esfera de los Libros) donde Carmen Iglesias, reciente Premio Henneo 2024, agavilla una colección de textos que dan buena idea de lo que son cuatro décadas para España desde una mirada histórica sin histeria. Pausada y fundada que siempre mira guiñando un ojo a lo que ha de venir. Y puede que alguno de los trece personajes que se relatan en ‘Saltos mortales’ (Acantilado) de la belga Charlotte Van der Broeck creyeran en el título anterior de la directora de la Academia de la Historia. Porque en un ejercicio prodigioso de ingenio en la escritura, la belga narra fracasos puntuales de trece arquitectos por los que acabaron quitándose de en medio. Con un lenguaje descarnado pero sincero y poético. Libro aparte, sin duda.

Y como nadie quiere arruinar el estío de nadie, se desea que vuelvan de la canícula, cuando sea pero que regresen a casa y lo primero que hagan al volver es lavarse las manos con ‘Agua y jabón’ (Compactos Anagrama) de Marta D. Riezu, una manera discreta, suave y tierna de entrar en el otoño sin deprimirse. Atempera cualquier canícula.

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