MÚSICA. OCIO Y CULTURA
El Teatro Real ilumina de música y emoción la plaza del Pilar con el talento de cinco intérpretes
El proyecto de acercamiento a la ópera y la zarzuela funciona a las mil maravillas por la calidad de las voces y el respeto del público
![El tenor zaragozano Pablo Puértolas se atreve con 'Una furtiva lagrima', de Donizetti, en un lugar donde había soñado cantar. Al fondo, la torre esbelta y picuda de la Seo.](https://imagenes.heraldo.es/files/image_990_556/uploads/imagenes/2024/07/20/la-carroza-del-teatro-real-en-zaragoza.jpeg)
ZARAGOZA. Pablo Puértolas, el tenor zaragozano, estaba entre emocionado y conmovido. «Lo he dicho siempre: uno de mis sueños era cantar en la plaza del Pilar. Estoy feliz. Es un buen momento para mí. Me siento cómodo en el ‘bel canto’: Donizetti, Verdi, Puccini, Bellini, pero en realidad me gusta toda la música. ¿Qué pasará cuando salga ahí, ante tanta gente? Me olvidaré de todo. No veo a nadie. Saldré concentrado dispuesto a cantar». A su lado, la pianista, Cristina Sanz decía que ella llevaba dos años viviendo en Zaragoza. Imparte clases en el Conservatorio Superior de Música de Aragón (CSMA). Y no tardaría en dar una clase ininterrumpida de una hora y cuarto en el piano Yamaha. Miguel Ángel Yusta, experto en ópera y jota en HERALDO, comentaba: «¡Qué pianista tan excepcional al servicio de la música y de los cantantes! Una fuera de serie».
Hablamos, claro está, de la Carroza del Teatro Real que llegaba a Zaragoza. Ignacio García–Belenguer, zaragozano y director del Teatro Real, recordó que la compañía había actuado ya en 28 ciudades españolas y que se cerraba aquí la itinerancia. Anunció que íbamos a asistir a una auténtica fiesta «de talento joven». La alcaldesa Natalia Chueca se mostró muy satisfecha de la colaboración, recordó que era la segunda vez que se hacía, y preparó al numeroso público, sentado y de pie, para «una velada mágica en la plaza más grande de Europa».
No tardó en aparecer una brisa cálida y se iluminaron las torres. Algunas palomas salían de su escondrijo, tímidamente, para asistir a la función. Cristina Sanz encendió la tarde-noche con Granados: ora festivo, ora jocoso, ora melancólico. Tras poner al público –atento, aplaudidor, respetuoso– de su lado, empezaron a oírse otras piezas famosas: la soprano Rosa Gomariz atacó, y de qué modo, ‘O mio babbino caro’, de Puccini (al que se descubre en Madrid, en el Teatro Real precisamente, como fotógrafo), una plegaria de amor de una hija a su padre. Luego el tenor Pablo Puértolas interpretó ‘Una furtiva lagrima’ de Donizetti; y ambos se quedaron para hacer el famoso dúo de Verdi, de ‘La Traviata’, ‘Libiamo, ne’lieti calici’, que fue uno de los momentos de la noche. Y hubo unos cuantos.
La mezzosoprano Alejandra Acuña, que tiene alma de actriz y de ondina, cantó a Camille Saint–Säens, el aria ‘Mon coeur s’ouvre à ta voix’ de ‘Samson et Dalila’, toda una melodía de seducción y de perfidia. El barítono Milan Perisic, de un gran virtuosismo técnico y un registro tan grave como personal, cantó el ‘Per me giunto è il di supremo’ de ‘Don Carlo’, de Verdi. Ni en la primera ni en la segunda parte faltaría y el público y hasta las afiladas torres del Pilar y de la Seo y la de San Juan de los Panetes vibraron con la musicalidad, la belleza, la variedad de tesituras, la camaradería y el hechizo de los intérpretes que quisieron empastar, reconocerse y transmitir los valores inefables de la música.
«Esto es una joya», decía Miguel Ángel Yusta. Se refería a una pieza y al concierto en general. Juan Antonio Gordón, melómano y crítico de HERALDO durante años, expresaba una sensación y casi una síntesis crítica: «Es una maravilla poder escuchar estas voces, tan jóvenes, en un espacio abierto como la plaza del Pilar, en un atardecer precioso y con una brisa que alivia el calor, como una aliada milagrosa de esta música increíble. Del concierto destacaría la juventud, la técnica estupenda de estos artistas que tienen futuro y dan futuro a la lírica, un género que está muy lejos de ser algo caduco. La demostración, además, es el silencio y la emoción con la que el público ha seguido estas actuaciones».