MÚSICA. OCIO Y CULTURA

El Teatro Real ilumina de música y emoción la plaza del Pilar con el talento de cinco intérpretes

El proyecto de acercamiento a la ópera y la zarzuela funciona a las mil maravillas por la calidad de las voces y el respeto del público

El tenor zaragozano Pablo Puértolas se atreve con 'Una furtiva lagrima', de Donizetti, en un lugar donde había soñado cantar. Al fondo, la torre esbelta y picuda de la Seo.
El tenor zaragozano Pablo Puértolas se atreve con 'Una furtiva lagrima', de Donizetti, en un lugar donde había soñado cantar. Al fondo, la torre esbelta y picuda de la Seo.
José Miguel Marco 

ZARAGOZA. Pablo Puértolas, el tenor zaragozano, estaba entre emocionado y conmovido. «Lo he dicho siempre: uno de mis sueños era cantar en la plaza del Pilar. Estoy feliz. Es un buen momento para mí. Me siento cómodo en el ‘bel canto’: Donizetti, Verdi, Puccini, Bellini, pero en realidad me gusta toda la música. ¿Qué pasará cuando salga ahí, ante tanta gente? Me olvidaré de todo. No veo a nadie. Saldré concentrado dispuesto a cantar». A su lado, la pianista, Cristina Sanz decía que ella llevaba dos años viviendo en Zaragoza. Imparte clases en el Conservatorio Superior de Música de Aragón (CSMA). Y no tardaría en dar una clase ininterrumpida de una hora y cuarto en el piano Yamaha. Miguel Ángel Yusta, experto en ópera y jota en HERALDO, comentaba: «¡Qué pianista tan excepcional al servicio de la música y de los cantantes! Una fuera de serie».

Hablamos, claro está, de la Carroza del Teatro Real que llegaba a Zaragoza. Ignacio García–Belenguer, zaragozano y director del Teatro Real, recordó que la compañía había actuado ya en 28 ciudades españolas y que se cerraba aquí la itinerancia. Anunció que íbamos a asistir a una auténtica fiesta «de talento joven». La alcaldesa Natalia Chueca se mostró muy satisfecha de la colaboración, recordó que era la segunda vez que se hacía, y preparó al numeroso público, sentado y de pie, para «una velada mágica en la plaza más grande de Europa».

«Es una maravilla poder escuchar estas voces, tan jóvenes, en un espacio abierto como la plaza del Pilar, en un atardecer precioso y con una brisa que alivia el calor, como una aliada milagrosa de esta música increíble»

No tardó en aparecer una brisa cálida y se iluminaron las torres. Algunas palomas salían de su escondrijo, tímidamente, para asistir a la función. Cristina Sanz encendió la tarde-noche con Granados: ora festivo, ora jocoso, ora melancólico. Tras poner al público –atento, aplaudidor, respetuoso– de su lado, empezaron a oírse otras piezas famosas: la soprano Rosa Gomariz atacó, y de qué modo, ‘O mio babbino caro’, de Puccini (al que se descubre en Madrid, en el Teatro Real precisamente, como fotógrafo), una plegaria de amor de una hija a su padre. Luego el tenor Pablo Puértolas interpretó ‘Una furtiva lagrima’ de Donizetti; y ambos se quedaron para hacer el famoso dúo de Verdi, de ‘La Traviata’, ‘Libiamo, ne’lieti calici’, que fue uno de los momentos de la noche. Y hubo unos cuantos.

La mezzosoprano Alejandra Acuña, que tiene alma de actriz y de ondina, cantó a Camille Saint–Säens, el aria ‘Mon coeur s’ouvre à ta voix’ de ‘Samson et Dalila’, toda una melodía de seducción y de perfidia. El barítono Milan Perisic, de un gran virtuosismo técnico y un registro tan grave como personal, cantó el ‘Per me giunto è il di supremo’ de ‘Don Carlo’, de Verdi. Ni en la primera ni en la segunda parte faltaría y el público y hasta las afiladas torres del Pilar y de la Seo y la de San Juan de los Panetes vibraron con la musicalidad, la belleza, la variedad de tesituras, la camaradería y el hechizo de los intérpretes que quisieron empastar, reconocerse y transmitir los valores inefables de la música.

«Esto es una joya», decía Miguel Ángel Yusta. Se refería a una pieza y al concierto en general. Juan Antonio Gordón, melómano y crítico de HERALDO durante años, expresaba una sensación y casi una síntesis crítica: «Es una maravilla poder escuchar estas voces, tan jóvenes, en un espacio abierto como la plaza del Pilar, en un atardecer precioso y con una brisa que alivia el calor, como una aliada milagrosa de esta música increíble. Del concierto destacaría la juventud, la técnica estupenda de estos artistas que tienen futuro y dan futuro a la lírica, un género que está muy lejos de ser algo caduco. La demostración, además, es el silencio y la emoción con la que el público ha seguido estas actuaciones».

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