LETRAS ARAGONESAS. OCIO Y CULTURA

Begoña Oro: "¿La literatura infantil en Aragón? Sí, sí, seguimos en la Edad de Oro"

La escritora zaragozana, afincada en Madrid, recibía esta semana el premio Cervantes Chico por su trayectoria como escritora y su apoyo a la lectura

Begoña Oro en el jardín de su casa de Collado Mediano.
Begoña Oro en el jardín de su casa de Collado Mediano.
Enrique Cidoncha

¿Qué significa para usted este premio, el Cervantes Chico, que le han dado esta semana en Alcalá de Henares, cómo lo recibe?

Lo recibo con muchísima alegría, sobre todo porque ha venido acompañado del cariño y la alegría de librerías, bibliotecas, coles y autores a los que quiero y admiro.

¿De qué modo, si ha sido así, le ha marcado Cervantes?

Cervantes y particularmente el Quijote es humor y diría que me dedico en la misma medida a la literatura como al humor, así que digamos que es mi santo patrón, junto a Roald Dahl.

Vayamos con su formación. Da la sensación de que vivió una infancia mágica… ¿Qué fue más determinante, tener un sabio de la ciencia en casa o una apasionada de la literatura infantil?

Recuerdo una infancia extraordinariamente ocupada (tenía clases de ballet, gimnasia, piano, tenis, violín, esquí, francés…), muy deportista y viajera, no siendo yo nada de eso, así que también la recuerdo un poco melancólica. Mi madre siempre recuerda que, con cuatro años, me encontró llorando y me preguntó por qué estaba triste. Esperaba una preocupación prosaica y le solté: «Porque quiero ser feliz y no puedo», y así un poco siempre.

¡Qué intensita!

Los libros sintonizaban con esa intensidad mía y me ofrecían refugio y otro tempo. Tengo dos infancias: la vivida (acelerada y descomplicada) y la leída (un dramón).

En días como estos, tras recibir el Cervantes Chico, ¿ha pensado en esa abuela fabulosa que tuvo o en otros maestros?

Sí, mucho. Y en mi tío Lorenzo, y en todas las personas que se han dejado y se dejan la piel, y un poco la vida, en la enseñanza. A ellas les debo un cacho grande de este premio, han acogido en el aula mis libros con tanto cariño.

¿Cuándo empezó a atraerle la literatura infantil y juvenil?

De niña me interesaba de forma natural, claro, y era fan absoluta de Gloria Fuertes, Carmen Kurtz, Consuelo Armijo, Ana María Matute, Maria Gripe… Pero, de igual manera que un adolescente necesita separarse de sus padres para crecer, yo también quise separarme de los libros infantiles para pasar a ser una lectora «mayor». Luego volví a la literatura infantil ya con una mirada crítica y adulta y me caí de ese caballo estúpido que es el desdén juvenil.

¿Por qué una señorita tan pizpireta como Begoña Oro quiso dedicarse al Derecho?

Querer, querer… En casa me sugirieron hacer una carrera «seria». Ya ve que soy indomable.

¿Qué fue primero, la escritura, de un modo casi profesional, o la inmersión que ha hecho en la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) como editora, lectora, consultora? ¿Qué rescata de todo eso?

Empecé trabajando como editora, casualmente, de literatura juvenil. Aprendí muchísimo, leí muchísimo y solo cuando sentí que había leído lo suficiente, arranqué a escribir, sin dejar de leer, claro.

¿Qué importa más en usted la voluntad de crear personajes y de contar o de ser un poco rebelde, un puntito gamberra?

A la hora de escribir, lo que más me importa es el tono. Más que la historia, más que los personajes. Y sí, suele ser como dice. Me cuesta escribir sin humor. Será porque soy melancólica.

Begona Oro 17 07 2024 Foto Enrique Cidoncha 4 de 5 [[[FOTOGRAFOS]]]
Begoña Oro ha creado multitud de personajes de todos los tipos y de todas las épocas. Si algo le caracteriza es su sentido del humor y su imaginación.]
Enrique Cidoncha

¿Cómo define su humor y qué ha descubierto del humor de los niños, cuál es el que quieren?

En el jardín, soy amiga de las malas hierbas. Me parece injusta esa fama de «malas». Con los chistes me pasa igual. Adoro los chistes malos, como los niños. Siento que tengo una sintonía natural con el humor infantil.

Ha creado multitud de personajes, series, se ha acercado a los monstruos. ¿Cuáles son sus favoritos, los que la representan?

Me cuesta elegir un personaje favorito. Pero ahora estoy profundamente enamorada de Troti, un unicornio siberiano desastroso y resalado.

¿Qué significan los cuentos para los niños, qué quiere darles a través de los cuentos?

Quiero darles un catalejo, un microscopio, un espejo, una ventana, un arrullo, cosquillas, una manta… Cada cuento, y cada niño, es distinto y ofrece, y necesita, algo diferente.

Aunque no sea fino decirlo así, Begoña Oro tiene algo de culico de mal asiento. Ha vivido en varios lugares, hasta Dublín. ¿Se aprende viajando?

Fíjate que a mí me da una pereza monumental viajar. He viajado tanto de niña… Pero me gusta abordar cada día con la mirada expectante del viajero, que es la del niño, la del «todo está por descubrir», y hoy en día puedes descubrir más cosas en un paseo por el campo que en una calle extranjera llena de franquicias. Se aprende mirando, leyendo, escuchando…. O sea, callando.

Dicen que la LIJ se ha vuelto más políticamente correcta y previsible. ¿Cómo supera eso?

Practicando con gracilidad el salto de vallas.

En la mayoría de sus libros son capitales las ilustraciones. ¿Cómo se lleva con los ilustradores, habla mucho, discute, da ideas?

He tenido una suerte inmensa también en esto, en quienes me han acompañado y han creado conmigo todos esos personajes: Roger Zanni, Alejandro Villén, Dani Montero, Paloma Corral, Ester Garay, Keila Elm… Me gusta que trabajen con plena libertad, igual que lo hago yo, y solo doy mínimas indicaciones cuando necesito que la ilustración aporte una información que escatimo en el texto.

¿Para qué sirve la ilustración?

Le responderé gallegamente y citando a ‘Alicia en el País de las Maravillas’: «¿Para qué sirve un libro sin dibujos?».

¿Cómo se entiende que tres autores aragoneses hayan ganado el Premio Cervantes Chico?

Y más que habrá. La cantera aragonesa de LIJ es impresionante.

¿Seguimos o no en la Edad de Oro de la LIJ?

Seguimos, seguimos.

¿Por qué parece que publica tan poco en Aragón?

La mayoría de mis editores están en Barcelona o Madrid, cierto. ¡Pero estoy deseando recuperar con una editorial aragonesa mi libro ‘Aragón de la A a la Z’!

¿Qué dice su hijo de su madre escritora, es su primer lector?

Mi hijo, que ha sido mi paciente primer lector todo este tiempo, se ha convertido en un lector exquisito, selecto y voraz. Ahora, en vacaciones, no haría otra cosa que leer. Casi me da hasta pena reñirle por no poner la mesa.

Puede parecerle una tontería. Cada vez que me encuentro con su padre, Luis Oro, todo un sabio de la ciencia, se emociona al hablar de usted. ¿Cómo define su relación, su complicidad?

No me parece una tontería. Me parece precioso que me chive esto, ya que, como buen aragonés, mi padre no es muy proclive a mostrar sus sentimientos. Y qué bonito este orgullo de ida y vuelta, porque llevo toda mi vida presumiendo de padre, que, para los pocos que aún no lo sepan, es un grandísimo científico de prestigio internacional. ¡Y de madre! Nadie podría haberme legado más palabras que ella.

¿Qué podemos hacer para mejorar en Aragón la promoción de la LIJ y de la lectura?

Invertir en las bibliotecas escolares me parece básico. Y continuar con iniciativas tan fabulosas como «El Criticón» o el programa «Viaje con las letras». En general, favorecer los proyectos que ayuden a formar tejido entre escuela, biblioteca, librerías y autores, que de todos ellos hay grandes actores en Aragón. Por barrer para casa, me encantaría que Aragón entrara en el proyecto «Los pequeños gigantes de la lectura», del que soy madrina. ¡Y creo que lo hará!

Díganos cinco libros que le hayan ayudado a ser Begoña Oro.

Los cuentos de Andersen. Tenía una antología preciosa de mi madre; recuerdo leerla enfebrecida sin saber muy bien si toda aquella truculencia era un delirio. ‘La historia interminable’, de Michael Ende; la primera vez que fui lectora y personaje a la vez. ‘El retrato de Dorian Gray’, de Oscar Wilde, de quien admiro su ingenio y con quien comparto esa búsqueda de la belleza. Por poner algo de luz y humor, ‘El libro de Gloria Fuertes’; aunque detrás de esa fachada bonachona, Fuertes escondía tanto… Es estremecedor descubrirlo en su poesía adulta. Y ‘Selma’, de Jutta Bauer. Por fin. Un álbum sencillo y luminoso que descubre el secreto de la felicidad (yo lo aplico y soy feliz) y un ejemplo fabuloso de que la literatura infantil es aquella que también leen los niños.

Begoña Oro alterna la escritura con la promoción de la LIJ y la visita a colegios y bibliotecas.
Begoña Oro alterna la escritura con la promoción de la LIJ y la visita a colegios y bibliotecas.
Enrique Cidoncha
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