LETRAS ESPAÑOLAS. OCIO Y CULTURA

Miguel Pardeza: "Sin haber vivido en Zaragoza mi incierta vida literaria no sería la misma"

El escritor y exfutbolista publica su libro más personal, donde más se desnuda y rinde homenaje a su vocación de lector: 'Teoría general del abandono'

Miguel Pardeza en su casa de Islantilla (Lepe. Huelva), donde pasa una buena parte del año.
Miguel Pardeza (La Palma del Condado, Huelva, 1965) en su casa de Islantilla (Lepe. Huelva), donde pasa una buena parte del año.
Marta De la Fuente Chávarri.

¿Cuál es la idea del libro, ‘Teoría general del abandono (Newcastle ediciones. Madrid, 2024): un ejercicio de autoficción o unos apuntes de autobiografía?

Bueno, son más autobiográficos que otra cosa. Aunque no puede negarse que incluso en los ejercicios más personales se cuela inevitablemente la imaginación. La memoria por sí sola no logra casi nunca recrear toda la realidad. De ahí que sea inevitable recurrir a la ficción.

¿Era consciente de que es su libro más personal, más íntimo, en el que se desnuda más?

Sin duda, pero a decir verdad soy de los que piensan que todos los libros, incluso los más alejados del autor, son personales. Dicho lo cual, es cierto que abordo asuntos, experiencias, lugares, personas, históricos y reales, a los que he procurado tratar a partir de mi contacto directo con ellos.

Leyéndolo de principio a final, queda claro que es la historia de un lector. ¿No sé si lo ves así?

Estoy de acuerdo. Nunca concebí este libro desde la óptica de mi pasado profesional, que he dejado completamente al margen porque no tocaba ni me apetecía. Me interesaba mucho más otros perfiles, otras temáticas. La idea principal era hablar de todo aquello que se nos va quedando en el camino, por unas u otras razones, y ya no vuelven jamás porque no pueden o porque han quedado fuera de nuestras expectativas y nuestros intereses.

Cuenta algunas cosas muy entrañables: ese retrato de su madre, apasionada de las flores y los pájaros, y el de su padre, que cierra el libro, con ese amor de 60 años por la navaja. ¿Ha querido hacerles un homenaje?

Sin duda, ha sido mi modesta contribución a la literatura del padre y de la madre, de la que hay estupendos trabajos. Más allá de eso, tanto mi padre, que murió el año pasado, como mi madre, ya muy limitada por la edad y los achaques, merecían que su hijo les prestase ahora la atención que no ha podido prestarles durante mucho tiempo.

"La idea principal era hablar de todo aquello que se nos va quedando en el camino, por unas u otras razones, y ya no vuelven jamás porque no pueden o porque han quedado fuera de nuestras expectativas y nuestros intereses"

La revelación del sexo es primordial. Primero a través de las revistas y luego a través de una joven. ¿Por qué ha querido contar eso, cosas así, tan peculiares y a la vez desconcertantes?

El descubrimiento de la sexualidad es uno de los momentos más cruciales y desconcertantes del ser humano. ¡Qué puedo decir que no lo sepa cualquiera! Cada caso tiene sus personajes y sus circunstancias. Los míos fueron los que fueron, que ahora he querido recordar desde el humor más que desde de la trascendencia que conlleva.

El deseo y sus primeras aproximaciones están presentes en dos historias: la vecina del mesón y la historia de Menorca. ¿Ha querido contar amores fallidos?

Más que amores fallidos he intentado que se viera lo paradójico y lo imprevisible que a veces resulta la relación con los demás, sobre todo cuando esa relación se sitúa en el plano y la expectativa sexuales. Un terreno este, donde, según mi opinión, uno puede darse cuenta de lo básico y primitivo que el ser humano puede llegar a ser.

Sorprende su pasión por los cromos y los tebeos. De ahí nacieron muchas cosas, ¿no?

Cromos y tebeos constituyeron mi primera educación imaginativa y lectora. Los primeros me sirvieron para tomar conciencia de otros mundos; los segundos para entender que esos mundos cobran más fuerza y realidad presentadas desde una narrativa, aunque en el caso de los tebeos lo visual ocupe casi el mismo espacio que lo gramatical.

Cuéntanos cuál fue de verdad su relación con Joaquín Sabina, durante tanto tiempo, o días, en la sala Elígeme.

Lo cuento tal cual sucedió en el capítulo ‘Las noches de Malasaña’. A Joaquín Sabina fui a verlo por primera vez en directo al barrio de El Pilar, de Madrid, cuando acababa de unirse a Viceversa. Y más tarde, ya en Zaragoza, me lo presentó Joaquín Carbonell. De ahí pasé a tratarlo algo en Elígeme, un antro mítico de la Movida de los ochenta. Y ya cuando recalé en Zaragoza, volví a verlo con motivo de algún concierto. Incluso llegué a hacer coros con él y con Luis Alegre, David Trueba y Gabino Diego, si no me falla la memoria, en la canción ‘El gorila’, una adaptación del tema de Georges Brassens del mismo Carbonell.

¿Cómo le han influido Zaragoza y la Universidad de Zaragoza?

En todo. Sin haber vivido en Zaragoza, sin haber conocido a amigos como Javier Barreiro, Ignacio Martínez de Pisón, Félix Romeo, Luis Alegre, Melero, Carbonell, usted, mi incierta vida literaria no habría sido la misma. De igual manera, sin haber pasado por las aulas de José–Carlos Mainer, Aurora Egido, José Luis Calvo Carilla, Maite Cacho, y tantos otros magníficos profesores, mi amor a la literatura no se habría visto confirmado y fortalecido.

¿Podría ampliar esta frase: «En Zaragoza prolongué durante etapas intermitentes mis visitas a antros de mala muerte»?

La fama no me dejaba más opción que crearme mi propio itinerario lúdico. No es que en mi etapa de jugador fuera un gran salidor, pero cuando salía tenía que hacerlo por lugares donde tuviera la confianza de que podía pasar un rato tranquilo. Y esos lugares no podían estar nunca en las zonas multitudinarias o que estuvieran de moda. En cualquier caso, esa Zaragoza, que yo llamo, «la Zaragoza negra», hacía referencia más a una actitud, una forma de salir, que a sitios concretos.

"Sin haber pasado por las aulas de José–Carlos Mainer, Aurora Egido, José Luis Calvo Carilla, Maite Cacho, y tantos otros magníficos profesores, mi amor a la literatura no se habría visto confirmado y fortalecido"

Recuerda a un personaje que fue clave en su vida: Javier Barreiro. ¿Por qué fue tan importante?

Porque gracias a Javier entré en un mundo, el de los libros, que yo sentía como mío, pero aún no había logrado darle forma y contenido. Por supuesto, antes de conocerlo yo ya leía mucho, y hasta había intentado escribir alguna cosa, todas muy malas, por descontado, pero fue gracias a él que conocí la literatura como una pasión, una forma de vida. Supongo que todos tenemos un iniciador que nos marca el camino. En mi caso, ese maestro de ceremonias fue Barreiro.

Uno de los textos más demoledores, donde parece caerse del guindo, es el retrato de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. ¿Es una venganza, la crónica de un desengaño, una lectura moral de los dos personajes?

Yo amé a esa estrafalaria pareja como si fueran un par de titanes a los que tenía que hacer caso para guiarme en la vida. A Sartre lo leí muy joven, a una edad imprudente, y casi me creí todo lo que decía, pero más aún me creí a Beauvoir, cuyos libros de memorias devoré y suscribí como si fueran un evangelio. Con los años fui dándome cuenta de que el uno y la otra estaban hechos de barro, como todo dios, e incluso que adolecían de miserias lamentables, tan vulgares y cínicas, que comprendí que nadie es nadie, por más que intente hacernos creer lo contrario.

En su nuevo libro, híbrido y variado, Miguel Pardeza habla de su formación, de sus padres, de sus años en Madrid, de su primer amor y de la primera experiencia erótica, etc.
En su nuevo libro, híbrido y variado, Miguel Pardeza habla de su formación, de sus padres, de sus años en Madrid, de su primer amor y de la primera experiencia erótica, etc.
Marta De la Fuente Chávarri.

Usted es un conocido bibliófilo de muchas cosas. ¿Qué le ha aportado la Cuesta de Moyano?

Ratos inmensos de felicidad. La Cuesta de Moyano fue mi gran descubrimiento de la adolescencia, a la que sigo teniendo en un lugar preferente de mi educación sentimental. Nunca dejo pasar la ocasión de visitarla, aunque ya no sea lo que fue, ni yo vaya con la misma inocencia con la que comencé a comprar libros allí.

Aunque apenas dices nada de ello, ¿qué siente cuando el equipo de tu vida, en el que fue capitán, lleva más de una década en Segunda?

Pena, frustración, rabia. Cuesta creer que uno haya jugado once temporadas en un club, con el que fui internacional, con el que gané títulos nacionales e internacionales, y que, tras su caída hace tanto tiempo, aún continúe buscando la manera de volver al lugar que le corresponde. Es de no creer, y pienso en los miles de aficionados que deben pensar que esta pesadilla ya dura demasiado.

Se empieza a demoler parte de la Romareda. ¿Qué le dice ese lugar, cuál es su mejor recuerdo?

En ese estadio uno ha pasado de todo, bueno y malo. Pero sin ese estadio, y sin sus miles de personas que me vieron jugar un domingo tras otro, no sería el que soy. Es mi santuario, donde tengo guardados sus secretos y, por qué no, parte de mi identidad.

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