Una revolución estrambótica, pero con víctimas mortales, en la Zaragoza de 1920

Un quiosquero resentido propició la 'sublevación del Carmen', que se saldó con 10 muertos, 7 de ellos fusilados. Un estudio de Juan José Oña lo aclara

Sublevación del cuartel de Artillería del Carmen en Zaragoza. El féretro con los restos de Anselmo Berges, conducido para su entierro el 11 de enero de 1920.
Sublevación del cuartel de Artillería del Carmen en Zaragoza. El féretro con los restos de un soldado, conducido para su entierro el 11 de enero de 1920.
Nuevo Mundo

El libro se lee con el vértigo de las mejores novelas de acción, pero es un estudio rigurosamente documentado. Se titula 'El Carmen, 1920. Una tragedia a la soviética en Zaragoza' (Mira Editores) y lo firma el historiador Juan José Oña Fernández. Aborda la llamada 'Sublevación del Cuartel del Carmen', el levantamiento militar que se registró en el cuartel de artillería de la calle de Hernán Cortés de Zaragoza en la madrugada del 8 al 9 de enero de 1920 y que se sofocó en apenas unas horas. El cuartel, en el que había 506 soldados, se llamaba popularmente 'del Carmen', por estar muy próximo a la puerta de la ciudad con ese apelativo. 

Oña se ha 'peleado' con las fuentes periodísticas (entre la censura militar y el sensacionalismo), las literarias (los escritos de Jarnés y Sender están contaminados de fantasías) y las  documentales (no se han localizado aún los papeles del consejo de guerra que se celebró tras la revuelta) para componer un relato ajustado de todo lo sucedido. Si no fuera porque en el levantamiento hubo tres muertes y luego se fusiló a siete de los sublevados, algunos episodios en aquellas horas fatales presentan a ojos de hoy en día un aire tragicómico, casi como de opereta. Juan José Oña ha reconstruido hora a hora todo lo que sucedió  entre el jueves 8 y el 15 de enero de 1920.

"La sublevación fue un calentón, una inconsciencia impulsiva que arrastró a un grupo de jóvenes que lo pagaron caro -resume el historiador-.No hay que olvidar que entonces el ejército tenía recluta obligatoria y que la inmensa mayoría de los soldados eran analfabetos y fácilmente influenciables. Tanto es así, que el sábado 10 de enero de madrugada, cuando todo había concluido y siete de los sublevados estaban en capilla porque los iban a fusilar, dos de ellos pidieron hacer testamento y no lo pudieron firmar porque no sabían. Uno de ellos dejó todo lo que pudiera tener a su madre y a su "hermana imbécil", lo que resulta sobrecogedor". 

El detonante de la sublevación fueron las condiciones de vida en el cuartel del Carmen, especialmente la deficiente comida. Pero a la sublevación hay que ponerle su contexto: el motín de la fragata Numancia de 1911, protagonizado por un fogonero; la huelga general de 1917; la Revolución Rusa; la violencia, que en los años 20 era un recurso político habitual para los que querían ir contra el sistema o para los que lo sustentaban; el hecho de que la Zaragoza de la época fuera una de las capitales del anarquismo, las condiciones generales de vida, el auge del republicanismo... En ese contexto, un anarquista un tanto huraño y con gafas gruesas, que tenía un pequeño quiosco en el paseo de la Independencia, junto al cine Doré, fue el que empezó a fraguar su propia revolución.

"Se llamaba Ángel Chueca Ostolaza y vivía junto a su hermana y cuñado  en una casa de la calle de san Ildefonso. Su hermano José era también quiosquero y anarquista, y ambos habían sido detenidos en 1909 porque tenían explosivos y planeaban atentar contra el convento de Jerusalén", desvela Oña. No era un hombre especialmente magnético, pero sí que debía tener gran capacidad de sugestión porque empezó a captar a los soldados que pasaban por su quiosco. Soñaba con levantar en armas al cuartel y hacerse con el control de toda Zaragoza. 

El historiador Juan José Oña, autor del estudio sobre la sublevación del Cuartel del Carmen.
El historiador Juan José Oña, autor del estudio sobre la sublevación del Cuartel del Carmen.
Guillermo Mestre

Necesitaba alguien dentro, con capacidad de influencia en los soldados, y ese fue Nicolás Godoy Beltrán, aunque luego, el día de hechos, flaqueó y tuvo una posición un tanto ambigua. Tenía un gran parecido físico con Lenin. "Él sí sabía leer y escribir, porque su padre era maestro,  y quería seguir sus pasos -relata Oña-. Cuando sucedió todo apenas le quedaban un par de meses para terminar el servicio militar". 

Otro personaje clave es Juan Menasanch, un "catalán transeúnte", que técnicamente era un desertor cuando el 20 de octubre de 1919 se presentó en el Regimiento de Lanceros del Rey y acabó en el cuartel de Sangenis de Pontoneros. Estos tres personajes principales, junto a otros secundarios (28 cabos y soldados de los cuarteles del Carmen y Sangenis fueron juzgados por su actuación) fueron reuniéndose en los últimos días de 1919 para planificar su levantamiento.

"La idea era arrastrar a los militares de los dos cuarteles con su ejemplo -relata Juan José Oña-. Tenían previsto hacerlo el 31 de diciembre, pero acabaron retrasándolo al 6 para, finalmente, conjurarse para el 9 de enero a las dos de la madrugada. La idea era atar y encerrar al oficial y al sargento de guardia "sin matar a nadie más que en caso de defensa", apoderarse del cuartel, posicionar los cañones uno contra el Cuartel de la Guardia Civil que estaba enfrente, otro ante Pontoneros y sacar la tropa a la calle, momento en que se le unirían cientos de civiles. Pero todo salió mal". 

Y tanto. A la 1.30 de la madrugada los comprometidos con el complot en el cuartel de pontoneros se arrepintieron y se mantuvieron en sus puestos. En el cuartel del Carmen, once conspiradores se distribuyeron en dos grupos y el caso es que Godoy no mandaba las operaciones, sino que lo hacía un cuarto protagonista de los hechos, Valero Máñez, un hombre sanguinario que, armado con un cuchillo de carnicero, asesinó al alférez de guardia. Unos minutos después, dos soldados mataron a otro en el vestíbulo. La revolución ya tenía otro cariz, ya era sangrienta. A las 3 de la madrugada el cuartel parecía controlado por los sublevados y un grupo de ellos se encaminó hacia el cuartel de Sangenis, donde no se apreciaba ningún movimiento. Pese a ello, depositaron dos fusiles ante la puerta. La comitiva dirigió sus pasos entonces a la calle de San Miguel, donde estaba la redacción e imprenta de 'La crónica', que obligó a cerrar, al igual que HERALDO DE ARAGON y 'El Noticiero'. 

Pero, a la altura de las cuatro de la madrugada, periodistas y vigilantes nocturnos habían alertado a las autoridades y los revolucionarios, tras cerrar los periódicos y los lugares tardíos de ocio, regresaron al cuartel por una puerta trasera. Paralelamente, un vigilante nocturno había sorprendido al cabo Godoy Beltrán con carabina y agazapado en una puerta falsa, así que lo desarmó y condujo al Gobierno Civil para que le interrogaran. Pero acabó reintegrándose al cuartel. A esas cuatro de la madrugada empezó a estar claro que la aventura no iba a prosperar: en el seno del propio cuartel no todos los artilleros se habían alineado a favor del levantamiento, más bien al contrario.

El Gobierno Civil, alertado, llamó al cuartel de la Guardia Civil y el coronel jefe, Perfecto Valdés, empezó a tomar medidas: mandó armarse y formar a todo el mundo, solicitó al cuartel del Arrabal que acudiera con todas las fuerzas de que dispusiera... y envió a su hijo a preguntar al cuartel del Carmen si pasaba algo. "Aquellos días había acudido a Zaragoza, de permiso, su hijo José Valdés, que entonces era teniente de Regulares y que unos años después, en 1936, fue el gobernador militar de Granada cuando mataron a Lorca -revela Juan José Oña-. José Valdés moriría en combate en Teruel durante la guerra civil y tuvo que saber qué pasó con el poeta". En su labor de documentación del libro, el historiador Juan José Oña ha rastreado la biografía de los protagonistas hasta el más mínimo detalle. Y da abundantes datos jugosos.

El teniente de Regulares tomó un fusil y, acompañado de dos guardias civiles, se acercó al edificio. No encontró centinela y oyó disparos. Dio cuenta a su padre, que también se acercó al cuartel para comprobar que desde allí algunos artilleros estaban disparando contra su propio cuartel. Pensó que estaban intentando evitar que salieran los guardias para retomar el control de la situación, cuando en realidad los disparos los habían realizado soldados leales que querían alertar de la sublevación en marcha y no habían encontrado ningún método mejor para hacerlo. Regresó Valdés y puso a sus hombres a las órdenes del coronel del regimiento, que se colocó junto al ventanillo de la puerta principal y gritó: "¡Artilleros, abrid a vuestro coronel! ¡Salid aquí los que seáis buenos y no hagáis caso de esos brutos y abrid la puerta!". En respuesta, solo recibió disparos.  

El coronel ordenó a un guardia civil que introdujera su fusil por el ojo de la cerradura e hiciera disparos. Y uno de ellos, casi sin quererlo, acabó con la vida de Ángel Chueca, el principal instigador de la revuelta. Entre eso, y que los soldados leales se enfrentaron con los sublevados en el interior del edificio, se puso fin a la revolución. Seis conjurados lograron escaparse, en dos grupos de tres soldados. Uno de esos grupos logró huir a Francia por el Roncal, pero el otro fue interceptado en la Venta del Caballo, en la actual carretera de Logroño. Uno de los soldados se suicidó antes de caer en manos de la Guardia Civil. Horas después, a las 21.15 de la noche de ese mismo viernes 9, en la sala de estandartes del Cuartel del Carmen terminó el consejo de guerra sumarísimo llevado contra los levantados: siete penas de muerte que se ejecutaron a las siete de la mañana siguiente. Así terminó una sublevación trágica, que apenas duró unas horas.

En las páginas de 'El Carmen, 1920' Juan José Oña incluye numerosa información, datos curiosos y sorprendentes y jugosas anécdotas. Pero hay más. Al final, reproduce íntegramente una publicación de 1930, en la que Mariano Sánchez Roca ofrecía su propia versión de los hechos. Además, un código QR da acceso al vídeo documental de Antonio Tramullas (1920) 'Entierro de las víctimas del cuartel del Carmen'.

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