ARTES PLÁSTICAS. OCIO y cultura

Muere la pintora onírica Cristina Remacha, la zaragozana 'chica de las trenzas doradas'

Viuda del locutor Paco Ortiz, con quien compartió 46 años de convivencia y cuatro hijos, realizó su exposición más ambiciosa en 2016 en los Morlanes

Cristina Remacha solía decir que su taller era su paraíso.
Cristina Remacha solía decir que su taller era su paraíso.
José Miguel Marco.

Se ha ido ‘La chica de las trenzas doradas’, como tituló uno de sus cuadros. Ha fallecido, tras llevar unos días ingresada, la pintora Cristina Remacha, hija de artistas como Pablo Remacha y Marcela Escolano, viuda del locutor Paco Ortiz y madre del escultor Alfonso Ortiz y del locutor deportivo Paco Ortiz Remacha, y dos hijos más: Pedro Pablo y Cristian.

Había nacido en Burgos en 1941, y solía recordar que había vivido una niñez fantástica, muy cerca siempre de su padre, dibujante y escultor, que le pedía una y otra vez, “Dibuja, dibuja”. Lo haría. Más allá del incuestionable magisterio paterno, solía reivindicar a su madre, que era paisajista y retratista, recordaba que pintaba muy bien. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios, y de una entrevista en la radio de Paco Ortiz en la radio surgió todo un flechazo: Ortiz, curtido en diversas ciudades, sobre todo en La Coruña, la vio y se quedó prendada de ella. Decía que era como un ángel rubio con trenzas y no tardaría en pasearla en su moto. Pidió su mano y allí empezó una historia de amor que ha cristalizado en una convivencia apasionada y fructífera en hijos, éxitos, viajes, quizá ninguno tan romántico y bello como uno que hicieron a Venecia, que Cristina trasladaría a sus lienzos. A Luis Alegre y a Arturo Sisó se lo contaba con algunas variantes: “Me enamoré del locutor cuando, a los trece años, me entrevistó por su exposición compartida con mi padre, Pablo Remacha. Pero enseguida conocí a la persona y ambos disfrutamos cuando iba a la radio para verle en sus programas cara al público y nos mirábamos. Ya casados, intervine en un programa comercial de la margarina ‘Natacha’, donde interpretaba al personaje. Fue un secreto durante muchos meses porque lo grabamos en un pequeño estudio en la quinta planta del edificio de Radio Zaragoza. Y más tarde participé en el cuadro de actores con el ‘Bimilenario de Zaragoza’ donde él era el narrador. Todo fue durante los cuarenta y seis años que compartimos juntos un delicioso programa de radio».

Uno de sus característicos rostros en la muestra 'Sentimientos'.
Uno de sus característicos rostros en la muestra 'Sentimientos'.
A. C./Heraldo.

Cristina Remacha ha sido, ante todo, una pintora de rostros y atmósferas, de flores y árboles, con una técnica muy personal, preciosista, matérica y evocadora, con inclinación al universo onírico.

Expuso en muchos sitios de la ciudad y fuera. Desirée Orús la incluyó en su retrospectivas de los 50 y 60 de la Casa de la Mujer; en 2016 hizo una gran exposición en la Casa de los Morlanes, ‘Momentos, lugares que toman cuerpo’, donde se resumía su proceso plástico, sus temas, su sensibilidad y su dominio del color. Era una mujer inquieta, inclinada a la solidaridad, deportista, dobladora de voces de niños, contadora de historias, y ante todo era mujer entregada a la pintura, en su pequeño pero evocador estudio, repleto de cuadros. Pintaba y pintaba, con un protagonista dominante: ella misma, su rostro, más o menos idealizado, ora joven, ora maduro, siempre lleno de misterio y embrujo. En realidad, Cristina Remacha solía decir que había ensayado el autorretrato de una y mil formas: entre pájaros, en arboledas, cerca del mar, de noche, y la vez decía: «Esa no soy yo. Es cierto que es un rostro que me acompaña, que me estimula, pero yo no soy… Es un rostro que meto en el paisaje, que crece de la espesura de los lirios o entre los pájaros, pero no soy yo, aunque a veces en alguna pieza se me pueda parecer algo».

En una de sus últimas exposiciones, en el espacio del Banco de Santander, observaba: “Me encanta cada vez más la abstracción y he experimentado su huella y su dificultad en algunos fondos. He disfrutado mucho. Todo me inspira. El amanecer a la vida, la fuerza de la noche, la melodía de los árboles». Agregaba: «Hay que seguir. En mi taller está mi paraíso, aunque intento hacer muchas cosas».

Durante muchos años, solía exponer en Decor-Art: Isabel Bailo cada cierto tiempo le prepara una muestra, un mundo plástico amoroso, trabajado en texturas, brillas y ambientes paradisíacos o sombríos, que le daba mucha vida.

En una de sus últimas exposiciones en el local del Banco de Santander, en la calle Camón Aznar.
En una de sus últimas exposiciones en el local del Banco de Santander, en la calle Camón Aznar.
A. C./Heraldo.

De su obra destaca, como complemento, los títulos de las piezas. Ya hemos citado ‘La chica de las trenzas doradas’, un autohomenaje bien explícito, pero podríamos señalar otros muchos: 'La cuidadora de las golondrinas', 'El piélago', 'El año de las flores amarillas', 'El susurro de los árboles', 'El ángel de la primavera', Tierra’, o ‘Anuncio-Misterio’. Cristina fue una pintora de mujeres, mujeres soñadoras, que aparecían extáticas o poseídas por una iluminación interior de misticismo, y de flores. Tenía un aura de neorromanticismo y le interesaba mucho el misticismo y la trascendencia. A veces le gustaba decir que “quiero que se oigan las lágrimas del bosque, el canto del ruiseñor y la oscilación de las flores en mis cuadros”. Y también decía que “mi taller es mi paraíso”.

Realizó algunos murales, de carácter religioso, y donó un retrato de María Moliner a la blioteca universitaria ‘María Moliner’. 

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