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Los 80 años de José-Carlos Mainer, lector apasionado e historiador de la literatura

Nacido en 1944, el autor de 'La Edad de Plata' y 'La escritura desatada', alcanzaba el viernes esa cifra redonda

Foto de archivo de José-Carlos Mainer en su biblioteca.
Foto de archivo de José-Carlos Mainer en su poblada biblioteca.
Francisco Jiménez

Enrique Vila-Matas escribió hace unos años un libro delicioso, ‘Cómo acabar con los números redondos’, donde se fijaba en esas fechas entre imperfectas, sorprendentes o atrabiliarias de algunos escritores que amaba. Hoy le vamos a llevar la contraria y vamos a celebrar una cifra redonda: los 80 años de José-Carlos Mainer Baqué (Zaragoza, 1944), que cumplía el pasado viernes, solo un día antes que Lamine Yamal hiciera los 17. José-Carlos Mainer ha sido siempre un gran aficionado al buen fútbol y un zaragocista tranquilo, entre pulcro, elegante y tímido, virtudes que adornan su persona.

Aunque se ha hecho famoso como historiador de la literatura, también ha sido filólogo y ha dedicado cientos de páginas al arte de leer: novelas, ensayos y poemas. Hace unos días lo vimos, con su inseparable Lola Albiac, en la iglesia de la Mantería, ese tesoro impresionante y descuidado con pinturas de Claudio Coello, hondamente abatido porque se acababa de marchar uno de sus grandes amigos y cómplices: el poeta y profesor Rosendo Tello Aína, señor del espíritu y el paisaje de Letux.

José-Carlos ha encarnado desde muy joven la brillantez, la pasión por la cultura y la capacidad de engarzar asuntos de aquí y de allá: asimiló el método de sus maestros Francisco Ynduráin y José Manuel Blecua y quizá la vocación totalizadora de Martín de Riquer, el magisterio artístico de su tío José Baqué Ximénez (ha trabajado durante años ante el que quizá sea su mejor cuadro) y, poco a poco, encontró su propio camino y otras inspiraciones decisivas como Jean Paul Sartre y Jorge Luis Borges, en ese modo de cruzar referencias, obras, emociones, y de crear tramas y laberintos de conocimiento. Y así, paso a paso, con agudeza, con una excelente prosa y un cerebro-crisol que parecía el de Funes el memorioso, ha ido escribiendo sus libros y ha ido analizando autores, instantes, paradojas. 

Ahí están libros como ‘La Edad de Plata’, ‘La escritura desatada’, ‘La Corona hecha trizas’, ‘Falange y literatura’, diversos manuales e historias de la literatura, su biografía de Baroja, sus trabajos sobre Sender y Jarnés, su cercanía con Ildefonso-Manuel Gil, su condición de editor de Guara y de la Residencia de Estudiantes. Y tantos y tantos empeños donde ha estado, sin ir más lejos en una exposición tan valiosa e inolvidable como ‘Luces de la memoria’.

Sin llamar la atención, pero con un trabajo de fondo exhaustivo, con una generosidad impar hacia las nuevas voces, es una referencia, un lector, un divulgador y un intérprete imprescindible y necesario. Uno de esos sabios que han llegado a casi todo antes que los demás sin hacer ruido. Su amor a Aragón es incuestionable: recibió el Premio de las Letras Aragonesas en 2002 y dejó sus papeles secretos en la Caja de Letras del Cervantes, entre ellos los folios de una novela que no llegó a culminar.

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