Gustavo Giménez: “Creo que lo que hago puede llegarle a cualquiera”

Nacido en Zaragoza en 1980, Giménez reside actualmente en Valencia. El pasado 29 de junio se alzó con la victoria en el tercer certamen ZGZ Crea de cantautores, imponiéndose a Arey en la final

Gustavo Giménez, ganador del III ZGZ Crea.
Gustavo Giménez, ganador del III ZGZ Crea.
Oliver Duch | Oliver Duch

Ganó usted hace unos días el III ZGZ Crea, una buena forma de entrar en el verano. Y fue un vencedor generoso.

Fue emocionante, todo el proceso. Participar en un concurso te reta y, al mismo tiempo, despierta ciertas inseguridades. Además, estoy acostumbrado a salir solo al escenario, tengo todo muy controlado, pero aquí era distinto. Invité a los finalistas al escenario porque me encantó lo que hicieron: se elegía entre propuestas muy diferentes en la estética, pero todas eran ganadoras potenciales.

Anda deslocalizado de su tierra, por Valencia. ¿Está consciente de lo que ocurre artísticamente por su tierra?

En el concurso había profesionales y gente más amateur, todo lo que rodea al organizador Diego Meléndez, que es artista, une bastante estos dos entornos. He encontrado gente muy buena. Al ser un formato de tres canciones cada uno y una versión, la medición de los tiempos estaba más orientada a generar un impacto instantáneo, pero el resultado general fue muy bueno. Y vino gente a verme que llevaba años sin ver yo.

Las reconexiones son fundamentales en la vida, y sientan bien.

Pues sí. Estos días llegaron unas cuantas. También me ha pasado que gente que no se conoce entre sí, de mis diferentes círculos, se han ido conociendo. Después de la pandemia, como la gente no salía mucho a ver cosas, se fueron perdiendo algunos contactos, pero el momento actual es perfecto para que puedan retomarse.

Se licenció en Filosofía, y algo de aquello asoma en sus recitales.

Y no acabé un doctorado sobre oralidad, con enfrentarse al misterio desde la transmisión oral y la provocación retórica, busco dar con algo que conecte con quien me escucha.

Su arte es poco academicista, y nada torrencial. Sale a sorbos.

Un griot africano recita, canta y cuenta historias; tienen permitido cambiarlas, si no hay un dictador que les censure. El público escucha, siente, baila, interactúa con el griot… Trato de generar eso cuando actúo; estoy atento a lo que pasa alrededor y me tomo mi tiempo a la hora de expresarme.

En Francia le ha ido bien. ¿Hay más sensibilidad allá a las propuestas experimentales?

He tenido muy buenas experiencias en festivales pequeños, con la gente cerca, pero también en Valencia y aquí, en casa. Planteo un juego al público, una propuesta de escucha concreta donde quizá sí tiro de academicismo, pero desde luego prefiero lo exótico, lo extremo, lo ‘underground’, aunque creo que lo que hago puede llegarle a cualquiera.

El increíble Demetrio Stratos le inspiró en sus inicios. Un monstruo vocal, y un espíritu libre.

Sin quitarle mérito, ahora miro más hacia otros lados. Cuando empecé a hacer lo que hago ahora con la voz estaba en Milán, en el Auditorio Demetrio Stratos. El hecho de que él muriera joven hace que se le vea como un mártir de la expresión, pero me vengo fijando más en los trabajos de Joan La Barbara y Fátima Miranda. Y John Cage, claro. El minimalismo. Llevo poco equipo: mi voz, una ‘loop station’ y algún efecto.

¿Conoce su registro?

En los últimos años sí he trabajado más con técnicas extendidas y he ampliado mi rango, pero no conozco cuántas octavas alcanzo. Sí tengo una tesitura más grave ahora; en los conciertos, además de tomarle la temperatura a todo lo que pasa a mi alrededor, también evalúo cómo estoy yo y hasta qué punto debo exigirme en las melodías. No me preocupa.

Los humanos tenemos maneras muy distintas de manejar el asombro. ¿Cómo lleva usted el pasmo general de la gente cuando le escucha por primera vez?

Sé que ando en el límite de ciertas disciplinas, y eso conlleva un riesgo. Hay gente que salen encantada y otros a quienes incomoda lo que oyen y ven, aunque eso no quiere decir que no guste. A veces me felicita la gente por sacarles de sus casillas. Eso estimula, es divertido. Y cuido el trato al público.

No anda en un púlpito o un pedestal, por encima de los mortales. Suena a premisa vital, más allá de lo artístico.

Simplemente trato de que la gente experimente un poco la disonancia colectiva, ya sea con silencio, risa, tristeza, sorpresa… soy bastante intensito (ríe) y apelo tanto a las emociones como a la parte intelectual, desde la mitología griega a la teología o las cosmogonías.

¿Qué le pide al futuro?

Seguir viajando, aprendiendo, explorando en el arte y, quizá, volver a montar un coro.

¿Vive de la música?

Precariamente, pero sí. Tampoco necesito mucho para vivir. Cuando tengo muchos recursos no sé muy bien cómo manejarlos, estoy mal acostumbrado. De eso se sale, ¿no?

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