Hace nueve años acudí a ver ‘Del revés 1’ con una niña de 5. No importaba que ambas ocupáramos unas butacas en primera fila, comiéndonos la pantalla, porque disfrutamos con aquella maravillosa película de Pixar dedicada a hablar y a visualizar las emociones a través de unos cuantos personajes fantásticos. Hoy, esa niña es una adolescente de 14 años e imagino que si acude a ver la segunda parte de ‘Del revés’ es posible que no la disfrute tanto, pero seguro que la entenderá perfectamente, porque esta vez le están hablando de sentimientos, emociones y todas esas sensaciones dispares que se mueven por la mente de un adolescente.

Pixar ha conseguido que yo, que nunca fui una entusiasta del cine animado, tenga varias de sus producciones entre mis favoritas. ‘Up’, ‘Toy Story’ en sus diferentes capítulos y ‘Del revés 1’ me parecen muestras geniales de cine y, aunque con matices, he de decir que ‘Del revés 2’ no me ha decepcionado. Sobra decir que toda su parte técnica y artística es sobresaliente, que la construcción de escenarios, el color, la música, la estructura narrativa son espléndidos y precisos. Pero lo que más importa es su propuesta argumental, el desarrollo de la misma, sus conceptos y, de nuevo, la construcción de sus personajes. Todos ellos han evolucionado y la niña protagonista no solo lo ha hecho, sino que, además, ha crecido y está entrando en la adolescencia. Pronto dejará de ser la niña dócil, buena y cariñosa que era para ir aproximándose a su nueva etapa vital. En esas están todas las emociones protagonistas, a las que pronto se sumarán unas cuantas más: Vergüenza, Envidia, Aburrimiento y Ansiedad, que es, esta última, la que en mi opinión ha sido peor creada, al menos la representación de lo que significa.

De ‘Del revés 1’ salí fascinada, con la sensación de haber visto un pedazo de obra cinematográfica. De ‘Del revés 2’ me he ido satisfecha, sabiendo que acababa de ver una muy buena, concienzuda y atractiva película.