José María Pou: "Con ‘El padre’ he podido comprobar el poder curativo del teatro"

El actor estrena este jueves (20.00) en el Teatro Principal de Zaragoza la exitosa obra del dramaturgo francés Florian Zeller.

El intérprete catalán, ayer, en el Teatro Principal de Zaragoza
El intérprete catalán, ayer, en el Teatro Principal de Zaragoza
Guillermo Mestre

Tras disfrutar la pasada semana con ‘La madre’, protagonizada por Aitana Sánchez-Gijón, el Teatro Principal de Zaragoza acoge desde hoy (20.00) hasta el domingo ‘El padre’, otra obra del dramaturgo francés Florian Zeller, que en esta ocasión protagoniza José María Pou (Mollet del Vallès, 1944). El actor interpreta a Andrés, un hombre de 76 años que está perdiendo la memoria, pero se resiste a aceptar ningún tipo de ayuda y rechaza a todos los cuidadores que su hija intenta contratar.

¿Qué le animó a embarcarse en esta nueva versión de ‘El padre’?

Es de los pocos proyectos que no han nacido de mí. Normalmente, soy yo quien decido hacer una función cuando leo el texto, me gusta y creo que es la obra adecuada en ese momento para el público. Pero en este caso yo tenía mis dudas. Venía de hacer tres espectáculos con los que también estuve en Zaragoza: ‘Viejo amigo Cicerón’, ‘Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano’ y ‘Moby Dick’, en los que interpreté a grandes héroes trágicos, de alguna manera. Quería cambiar un poco con un personaje normal, un hombre común y corriente que es algo que no he hecho mucho en mi vida.

¿Por qué?

Quizá por mis características físicas –mide 1,95– siempre me han tocado personajes grandiosos, épicos. Tenía ganas de hacer el papel de un hombre de la calle. Fue la productora Focus de Barcelona la que me propuso esta reposición de ‘El padre’, que ya se había estrenado en 2016 con Héctor Alterio dando vida al mismo personaje. La obra de Florian Zeller se estrenó en París en 2012 y luego empezó su gran éxito por el mundo.

Una propuesta tentadora...

Sin embargo, mi primera reacción fue decir que no quería embarcarme en ese montaje, por supuesto. Ya lo había hecho Alterio y además acababan de estrenar la película con Anthony Hopkins, que ganó el Óscar por ese papel. No quería arriesgarme a que el público hiciera comparaciones y salir mal parado. Los productores insistieron y una tarde, al llegar a casa, me leí el texto. se me puso la piel de gallina y un nudo en la garganta. Terminé con lágrimas en los ojos y decidí automáticamente que sí, que tenía que interpretar a Andrés en ‘El padre’.

¿Conocía previamente la obra?

Tenía un recuerdo potente de esa función no solo de cuando la hizo Héctor Alterio, también había visto la película y producciones que se habían estrenado en Londres y en Nueva York. Hablando con los productores llegamos a una conclusión muy clara que con el tiempo los espectadores nos han corroborado. Algo había provocado un cambio en todos nosotros en estos últimos años: la pandemia. Todos hemos pasado por ella y nos ha dejado una herida abierta que todavía no ha cicatrizado. Ahora, al ver la función con esa vivencia tan cercana, llega de manera más directa al público y la entiende mejor.

El teatro es un arte que conecta emociones.

Por supuesto. Llevo casi 60 años de profesión, estoy al borde de los 80, y en todo este tiempo he ido aprendiendo cómo el teatro puede ayudar a cambiar la vida de las personas y a entender muchas cosas. Uno de sus fines es vernos a nosotros objetivamente encima del escenario, sacar conclusiones y salir habiendo encontrado respuestas a algunas preguntas que nos vamos haciendo sobre la vida, y que quizá no las encontramos en la propia vida. Llevo más de un año y medio haciendo esta obra y en todo este tiempo he podido comprobar el enorme poder curativo y de consuelo que tiene el teatro.

¿Así se percibe este montaje?

Pocas veces en mi vida he visto al público tan emocionado o conmocionado por una historia. Al final de cada función mucha gente espera, no para pedir un autógrafo o hacerse una foto, como sería habitual, sino para cogerte de las manos, apretar fuerte y decirte: «Gracias, porque me ha ayudado a entender lo que le está pasando a mi padre o lo que le pasó a mi abuelo o lo que le pasa a un íntimo amigo mío». La función ayuda muchísimo a entender lo que les ocurre no solo a los propios enfermos, sino sobre todo también a su entorno, a los cuidadores.

A lo largo de su carrera ha sido director artístico del Teatro Goya, en el Centro Aragonés de Barcelona, ha rodado películas con los directores aragoneses José María Forqué y Carlos Saura y en teatro ha representado varias obras de Javier Tomeo...

Con Forqué rodé en Zaragoza la serie ‘Miguel Servet’ y con Saura grabé en Madrid ‘Goya en Burdeos’. Pero lo que más me ha unido a Aragón ha sido mi trabajo con Javier Tomeo, de quien llegué a ser muy amigo. Era un ser extraordinario, singular, muy peculiar e inteligentísimo. De hecho, el estreno en España de la versión teatral de ‘Amado monstruo’ tuvo lugar en el Teatro Principal (1989). Luego hice otros dos obras suyas: ‘El Gallitigre’ y ‘El cazador de leones’.

Con una trayectoria tan extensa, siempre se le pregunta cuándo se va a retirar, pero, si me permite, preferiría que contase cuál será su próximo proyecto.

Pues mire, le diría que es retirarme, pero no (ríe). La verdad es que a mi edad es lógico que vaya midiéndome ante nuevos papeles. En este momento tengo varias ofertas de trabajo encima de la mesa y me están urgiendo para que conteste. Si de repente llega un personaje como el de ‘El padre’, por supuesto que me meteré de cabeza en él. Pero por ahora soy incapaz de decir cuál será el próximo proyecto.

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