Rosa Montero: "Los medios de comunicación son esenciales para una democracia"

La escritora Rosa Montero (Madrid, 1951) presentó ayer en Zaragoza ‘Cuentos verdaderos’, un volumen que recoge una serie de reportajes que la autora publicó en el diario ‘El País’ entre 1978 y 1988.

La autora Rosa Montero presentó ayer en Zaragoza su libro ‘Cuentos verdaderos’ (Alfaguara)
La autora Rosa Montero presentó ayer en Zaragoza su libro ‘Cuentos verdaderos’ (Alfaguara)
Guillermo Mestre

Los textos de este libro se leen como si fueran relatos de ficción, aunque no lo son...

No, no. Esa es la diferencia. Utilizo recursos de ficción, parecen cuentos o capítulos y por eso lo he titulado así. Pero en este tipo de periodismo absolutamente todo lo que se dice tiene que ser documental, de una veracidad que podría dar un notario. Si digo que Fulanito cruzó la calle, entró en el bar El Brillante y se pidió un carajillo, es porque yo he estado en el bar El Brillante y el camarero me dijo que se pidió un carajillo. Si no, no se puede poner. Eso hace que te lleve muchísimo más tiempo porque hay que documentarse siete veces más.

Ese tipo de periodismo es hoy un glaciar que se derrite.

Estamos en la travesía del desierto desde hace dos décadas y los medios no pagan ese plus de trabajo y de tiempo. Al contrario, lo que se hace es explotar a los periodistas, que tienen que ser mujeres y hombres orquesta y hacer 20.000 cosas. Es una pena.

En ‘Cuentos verdaderos’ la literatura se abre paso, completa las informaciones sin que estas pierdan rigor…

Pero hay que tener muy claras las condiciones y las reglas del periodismo porque si te confundes vas a hacer un horror. El periodismo y la ficción son completamente opuestos. En el periodismo la claridad es un valor y en la novela ese valor es la ambigüedad. En prensa escribes de lo que sabes y para ello te informas, te documentas, entrevistas a los protagonistas... y en una novela escribes de lo que no sabes que sabes porque realmente nace del mismo lugar del inconsciente, de donde nacen los sueños. Escribes ficción y en la oscuridad vas avanzando hacia no sabes dónde.

Hay que diferenciar, sin duda.

En efecto, son dos maneras de relacionarte con la realidad muy distintas. En periodismo eres un árbol y escribes de los árboles que tienes al lado. Y en ficción intentas ser un águila, levantar el vuelo y hablar del bosque desde arriba, e incluso verte a ti misma dentro del bosque como árbol.

Ha confesado que se le había olvidado la España en la que vivíamos en los 70 y los 80. ¿Se ha sorprendido al regresar a sus artículos de aquella época?

Hay un recurso psicológico que hace que se nos olviden los dolores, digamos. Eso hace que las mujeres tengan más de un hijo, por cierto, porque si no se nos acabaría la especie. Además, yo tengo una memoria horrible. Pero es que en general todos alteramos los recuerdos, y yo cuando empecé a leer esto me quedé pasmada porque de repente era como un viaje a un planeta remoto. Son crónicas de hace 35 o 45 años y parece que te estás yendo a Marte directamente. Éramos paupérrimos, no teníamos ningún desarrollo de derechos democráticos, hasta mediados de los 80 no había plena escolarización en este país, el terrorismo de ETA causaba 80 muertos al año ­(además de las muertes y amenazas de la extrema derecha), ibas a manifestarte y te podían matar, las calles eran inseguras, había una epidemia de heroína, los niños no podían ir a jugar a los parques porque estaban llenos de jeringuillas hipodérmicas, la subida del paro fue meteórica, había un constante ruido de sables, además del 23F... Era un agobio, verdaderamente.

Olvidamos demasiado pronto hasta nuestra historia reciente...

Cuando terminas de leer el libro una de las cosas que sientes es orgullo de lo que hemos avanzado, porque hemos avanzado muchísimo. Pero también, por otro lado, da miedo porque no fue hace tanto. Son logros que tenemos que defender con uñas y dientes cada día.

De los reportajes que aparecen en esta obra hay uno que le resultó especialmente complicado...

En 1979, el gobierno de UCD inauguró una cárcel de extrema seguridad, Herrera de la Mancha, en Manzanares, para reclusos de alta peligrosidad. Dos abogados de presos, que eran Gonzalo Martínez Fresneda y Jaime Sanz de Bremond, se pusieron en contacto conmigo para decirme que en esa prisión se torturaba sistemáticamente a los internos. Vinieron con dos funcionarios de la cárcel que, desesperados, querían denunciarlo y que saliera en la prensa.

Y usted lo contó.

Recogí sus testimonios y por otro lado hice una visita oficial a la cárcel. Publicamos una doble página sobre aquella visita, acompañada de las declaraciones de los funcionarios con sus nombres y apellidos. Hubo todo tipo de presiones políticas, del director de cárcel, el director general de Prisiones tuvo que dimitir... Hubo un juicio, nos llamaron a declarar al director de ‘El País’, Juan Luis Cebrián y a mí. Al cabo de varios años, ya en el Supremo, el tribunal falló a favor de todo lo que decíamos y condenó por torturas al director de la cárcel, a dos jefes de servicio y a varios funcionarios. Fue el primer delito de torturas que se aplicó en este país porque antes no había, no existía, y se introdujo en el Código Penal.

Ese compromiso con el periodismo, ¿contribuyó a apuntalar nuestra democracia?

Los medios de comunicación son absolutamente esenciales para el sustento de una democracia y no deja de ser preocupante que la actual crisis de credibilidad democrática que hay en todo el mundo esté unida a una crisis brutal de los medios de comunicación. No es casual. En la Transición todos los periodistas teníamos una conciencia clarísima de que no estábamos haciendo solo periodismo, estábamos intentando empujar al país a un desarrollo democrático y social más maduro y más laboral.

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