Patricia Díez Calvo: "En un museo se puede simplemente pasear, sin buscar significados"

Para esta historiadora del arte que ha investigado el célebre Bazar X zaragozano, llevar a la gente joven a los museos es el gran reto.

La historiadora del arte Patricia Díez Calvo, en la biblioteca del edificio Paraninfo.
La historiadora del arte Patricia Díez Calvo, en la biblioteca del edificio Paraninfo.
Oliver Duch

Investigadora en arte contemporáneo y gestora cultural, Patricia Díez Calvo nació en Zaragoza en 1995, esta historiadora del arte ha investigado un afamado comercio zaragozano, el Bazar X, un verdadero palacio de la ilusión de 1904 a 1974.

¿De niña, apoyó la nariz contra el escaparate de alguna tienda, soñando con algún juguete?
Me encantaban los juegos de construcción, también las muñecas, y mi hermana y yo jugamos mucho con un coche de Fórmula 1 –empezaba Fernando Alonso y nos dio fuerte–, hacíamos carreras por casa. La juguetería que más recuerdo es la de la plaza de Albert Schweitzer, que justamente todo el mundo se empeña en decir que es el Bazar X de la familia Sanz que yo he estudiado y que cerró en 1974, pero no tiene nada que ver. Solo el nombre. También pasar por la puerta pequeñita de Imaginarium o el Rey Mago de El Corte Inglés, que sería como el del Bazar X en los sesenta, a lo grande.

Presentó la semana pasada en el Paraninfo el libro ‘El Bazar X (1904-1974), historia de un comercio zaragozano’, editado por la Institución Fernando el Católico. ¿Qué representó para los zaragozanos?
Su apertura en el Coso 27 supuso la entrada a un mundo moderno y fantasioso. Ahora estamos acostumbrados a todo tipo de materiales y objetos, parece que todo está inventado, pero las mentes juveniles más inocentes de comienzos del siglo XX verían como algo maravilloso, fantástico, que el Bazar X trajese de Alemania cochecitos y camiones o una muñeca ‘Dolly’ que se movía.

"Lo que trajo a Zaragoza el Bazar X fue modernidad, tanto por los artículos variados que vendía como a través de su arquitectura y también era un lugar para el encuentro social"

En aquel momento, la ciudad se modernizaba con nuevos comercios, cafés, cinematógrafos...
Lo que trajo a Zaragoza el Bazar X fue modernidad, tanto por esos artículos variados que vendía como a través de su arquitectura y también era un lugar para el encuentro social. El auge de la burguesía reclamaba nuevos espacios de ocio y consumo, y el Bazar X fue reflejo de esa transformación.

Sus fachadas estaban siempre a la última.
Las portadas de estos comercios eran el lugar donde se ensayaban las nuevas tendencias. El Bazar X fue un caso excepcional, pues a lo largo de toda su trayectoria no dejaron de querer agradar al público y llamar su atención utilizando esas novedades estéticas en materia de arquitectura que iban plasmando en sus portadas: el modernismo en 1904, luces de neón y líneas rectas en los años treinta, la gran marquesina de los cuarenta...

Con aquellos bazares nacía otra forma de consumir. ¿Existe algún paralelismo con los actuales centros comerciales?
Más que paralelismo, es una evolución, van evolucionando a la par que la sociedad. Ahora casi todos los objetos vienen de China, del extranjero, pero ya no como algo novedoso, casi lo es más que te compres unas zapatillas o un juguete hechos en un pueblo perdido de Monegros, por ejemplo. Entonces, un artículo venido de París, Viena o Nuremberg que salía en el anuncio del Bazar X era lo más exótico, al alcance de unos pocos. Aquel comercio fue reflejo de transformaciones muy importantes que configuraron la sociedad actual de clases medias. Se pueden comparar con los cambios que se están dando ahora.

Es también un momento de gran transformación.
Ya no compramos en el centro de las ciudades, la gente se va a las afueras, a grandes centros comerciales o plataformas logísticas, y también está internet. Vivimos una transformación bestial en materia digital y tecnológica.

"Ahora, comprar es un ‘clic’. No reflexionamos. Queremos las cosas ya y nos da igual de dónde vengan o el coste medioambiental que suponga"

¿Qué dice de nosotros nuestra forma de comprar?
Ahora, comprar es un ‘clic’. No reflexionamos. Queremos las cosas ya y nos da igual de dónde vengan o el coste medioambiental que suponga.

Queremos que todo nos lo traigan a casa, ya sea una pizza, ropa o un juguete. ¿Usted va de tiendas o telecompra?
Debo de ser de las pocas personas jóvenes que no compra por internet y prefiere los pequeños comercios. Me gusta ver las cosas en directo, tocarlas, un trato más cercano, pero entiendo que es una manera de comprar que está pasada de moda.

Con tantas franquicias, todas las ciudades se parecen.
Se va perdiendo la esencia de las ciudades. La originalidad de cada una debería cuidarse con medidas de protección de ese patrimonio cultural y con pedagogía.

Al final, ¿se van a quedar las ciudades sin tiendas? ¿El comercio electrónico matará el tejido comercial?
Es bastante posible, aunque no lo sé. La historia es un ciclo y se van repitiendo muchas veces los acontecimientos o las situaciones. Quién sabe si en un tiempo querremos volver a las tiendas y hablar con un dependiente o con una dependienta que nos explique lo que estamos comprando.

Además de investigar, se dedica a la gestión cultural. ¿Qué hacer para atraer a los jóvenes a las exposiciones y los museos?
La cultura tiene el poder de transformar la sociedad y llevar a la gente joven a los museos es el gran reto. Deberíamos transmitir la idea de que la cultura no es para los cerebros más desarrollados, sino que simplemente basta con ir, pasear y, sin buscar un significado, ver qué sensaciones te transmite una obra, darle una oportunidad, sin ningún tipo de prejuicio.

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