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Butterfly se casa con su Pinkerton: la historia de amor de Bernabé Martí y Montserrat Caballé

Recuerdo de una de las grandes parejas de la historia de la lírica: la soprano catalana y el tenor de Villarroya de la Sierra

1989. Bernabé Martí y Montserrat Caballé fueron objeto de un gran homenaje popular en el pueblo del tenor: Villarroya de la Sierra.
1989. Bernabé Martí y Montserrat Caballé fueron objeto de un gran homenaje popular en el pueblo del tenor: Villarroya de la Sierra.
Carlos Moncín/Heraldo.

Bernabé Martínez Remacha, de nombre artístico, Bernabé Martí (1928-2022), nació en el pequeño pueblo zaragozano, cercano a Calatayud, de Villarroya de la Sierra, localidad de la que, por cierto, era originario el famoso periodista del primer tercio del siglo XX, Juan José Lorente, autor de las populares zarzuelas con gran sabor aragonés, Los de Aragón y La Dolorosa, entre otras.

De familia humilde, trabajó como pastor de cabras –su biografía tiene muchos puntos en común con la de Gayarre y Fleta–, mientras cantaba en el coro de la iglesia, estudiaba solfeo y se iniciaba en los rudimentos del saxofón. El párroco del pueblo, admirado de su voz, en especial por su amplitud y fuerza al cantar jotas, le animó a seguir educándola en Zaragoza con el maestro de capilla del Pilar, Juan Azagra. El empresario Calixto Martínez se convirtió en su mecenas y lo ayudó para continuar formándose en Madrid bajo el magisterio de José Luis Lloret. Matriculado en el Conservatorio, fue becado por la Diputación zaragozana para ampliar estudios en Milán, donde conoció a Alfredo Kraus, quien le presentó a su misma profesora, la soprano catalana Mercedes Llopart.

Debutó en el Teatro Principal de la capital aragonesa el día del Pilar de 1956, con un recital compuesto por arias de ópera y la jota de ‘El trust de los tenorios’, que tuvo que bisar, como tantas veces hiciera a lo largo de su carrera, su admirado Miguel Fleta.

Junto a Victoria de los Ángeles participó en el Festival de Granada. Más tarde, cantó en alemán en la Ópera de Düsseldorf (1958) y en el Liceo (1960). A finales de 1962, Bernabé Martí era ya un tenor spinto con buena capacidad para el repertorio verista, de la escuela de Del Monaco o Corelli, su voz, sin alcanzar la calidad de estos, tenía caudal y extensión, junto con un agudo importante, si bien, su emisión, demasiado nasal, deslucía un tanto su canto. Por aquello del paisanaje y una buena amistad –también por economía–, pasaba unos días en el piso del hijo de Miguel Fleta en Barcelona, cuando se le propuso cantar ‘Madame Butterfly’ en la Coruña durante la temporada 1962-63 con la ya en esos momentos incipiente soprano, Montserrat Caballé.

La función fue un éxito, la química entre los protagonistas había creado ángel entre ellos y el público aplaudió con generosidad; sin embargo, un ligero trémolo en la voz del tenor y cierta inseguridad en su actuación evidenció para su compañera un leve nerviosismo en los momentos de amor de la representación que achacó a un exceso de timidez.

Montserrat marchó a París con el fin de tener una audición en el Palais Garnier en la que fue rechazada. Por su parte, Bernabé hizo otra para el Festival de Saint Etienne donde fue seleccionado para el papel principal en el ‘Werther’ de Massenet. El destino quiso que se encontraran de nuevo cruzando la Place de l’Opera, se saludaron y entablaron conversación, galante, el tenor, tras consolar a la soprano por el revés sufrido, le recordó con alegría que pronto volverían a repetir la pareja de La Coruña sobre el escenario del Liceo. Unos días más tarde, según cuentan sus biógrafos, Montserrat le comentó este encuentro al peluquero del Liceo y se interesó por los amores del aragonés.

la soprano dijo: «… casi me desmayé, pero al mismo tiempo me sentía tan ultrajada que en el intervalo le dije a gritos: “¡Cómo te atreves a aprovecharte de una dama delante del público!” Y él replicó: “De una dama no, pero sí de una mujer que dice que soy tímido”. Me dieron ganas de asesinarlo allí mismo».

Con la familiaridad para los dimes y diretes de esta profesión, le explicó que tenía algo con una mujer de Bilbao, pero no parecía ser nada serio. Por su parte, la catalana, tras pedirle la necesaria confidencialidad, le confesó que Bernabé tenía una buena voz, pero que era el colmo de la timidez y un hombre poco comunicativo, añadiendo como ejemplo que cuando cantaron juntos ‘Butterfly’ ni siquiera la había besado en el momento culminante del dueto de amor. Como se pueden imaginar al hombre le faltó tiempo para hacerle llegar al interesado la íntima y un tanto sonrojante opinión sobre su persona.

A Bernabé no le disgustó el comentario, pero hubiera preferido que se invirtieran los términos, esa palabra, «tímido», ponía pícaramente en cuestión su seguridad en el escenario y su hombría en la vida, su orgullo de macho herido, más aún el deseo de un amor naciente, le llevaron a tomar una determinación tajante: en la inminente actuación de Barcelona, la besaría con tal pasión que tendrían que bajar el telón rápidamente para no escandalizar a los asistentes. Así fue, en declaraciones a la prensa, la soprano dijo: «…casi me desmayé, pero al mismo tiempo me sentía tan ultrajada que en el intervalo le dije a gritos: “¡Cómo te atreves a aprovecharte de una dama delante del público!” Y él replicó: “De una dama no, pero sí de una mujer que dice que soy tímido”. Me dieron ganas de asesinarlo allí mismo". No solo no lo hizo, sino que al poco tiempo reconocía: «Aquel beso me cogió por sorpresa. Y aunque yo sólo lo había visto unas pocas veces, supe que era el hombre de mi vida». Ocho meses más tarde, en agosto de 1964, se casaban. La diva había sucumbido a su abrazo para afirmar con alegría y buen humor: «Yo he sido la única Butterfly que se casó con su Pinkerton».

A partir de ese momento la pareja triunfó en todos los grandes escenarios de la ópera del mundo. Sin embargo, la prematura retirada del tenor aragonés comenzó de forma paulatina a partir de 1972, cuando tras una representación de 'Norma' en París con Montserrat, se le detectó la atrofia del pulmón izquierdo y parte de la pleura por una enfermedad sufrida en la infancia.

Los médicos no salían de su asombro: ¡cómo era posible que alguien con esa importante afección hubiera podido cantar durante tantos años y tan bien! Con el tratamiento adecuado y espaciando sus actuaciones, todavía se mantendría en activo hasta 1985, pero una insuficiencia cardiaca añadida puso fin de manera definitiva a su carrera.

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