FERIA DEL LIBRO. 12. OCIO Y CULTURA

Cristina Grande, escritora: "Soy un tanto excéntrica, o rara. Suelo mirarlo todo desde un lateral"

La autora zaragozana recoge sus columnas, las reescribe y las reordena en un nuevo y personal libro: 'Diario del asombro' (Los Libros del Gato Negro)

Cristina Grande habla de las pequeñas cosas, de la familia, de los viajes, de los amigos y los libros que lee, con su estilo personal: sereno, evocador, lleno de plasticidad y encanto.
Cristina Grande habla de las pequeñas cosas, de la familia, de los viajes, de los amigos y los libros que lee, con su estilo personal: sereno, evocador, lleno de plasticidad y encanto.
Antonio Muñoz.

¿Cómo define ‘Diario del asombro’, el libro que acaba de publicar en Los Libros del Gato Negro? Firma el jueves 6, por la tarde, y el domingo 9, mañana y tarde, en la Feria del Libro de Zaragoza, en la caseta del sello que dirige Marina Heredia.

Es un diario que recoge cuatro años de mi vida, de 2019 a 2023, basado en los textos publicados, y luego manipulado, que sin interrupción –incluida la pandemia- he escrito todas las semanas con un gran esfuerzo en muchos casos. Es también un autorretrato en el que he intentado ser lo más honesta posible. A veces salgo bien parada y a veces salgo espantosa.

Es, de entrada, un libro de artículos, muchos de ellos publicados en Heraldo en su columna de los martes, pero ¿en qué medida podría ser una novela sobre las pequeñas cosas?

No distingo bien el tamaño de las cosas y soy tremendamente miope, como cuento en el libro. Quizás por eso las pequeñas cosas, las más cercanas, son para mí las más importantes. No puedo decir que sea una novela aunque, a día de hoy, en el concepto “novela” quepan muchas cosas.

Da la sensación de que lo que más le inspira, en el fondo, es la vida cotidiana, lo que vive, lo sigiloso, lo inadvertido, lo que discurre sin énfasis alguno. ¿Sería así?

Sí. Lo maravilloso está en todas partes. Una mirada como la mía tiende a literaturizar hasta lo más insignificante porque es lo que me salva de la tosquedad de la vida.

¿Tiene en la cabeza cuando escribe a Natalia Ginzburg, a Alice Munro y a Chéjov, serían sus maestros principales?

Natalia Ginzburg es un faro para mí, tanto sus novelas como sus ensayos. Hace poco escribí para la revista ‘Turia’ una reseña sobre su 'Vida imaginaria' y releí todos sus ensayos. Su punto de vista, su sinceridad, su escritura, que es transparente como el aire, son un prodigio. 'Las pequeñas virtudes' es uno de mis libros de cabecera. 

En el libro hay de todo. Por ejemplo, asuntos y secretos de familia. ¿Sigue siendo para ti un arsenal de inspiración?

“La familia es un atraso”, solía decir mi abuela, pero es lo que tenemos. Nunca ha habido tanta literatura familiar como ahora, no sé por qué. Y lo cierto es que la familia está en todo lo que escribo desde el principio. 

La amistad ocupa otro lugar especial. Cita a escritores amigos, haces guiños, glosas. ¿Por qué?

Soy una persona afortunada en ese sentido. Los amigos me han salvado muchas veces la vida. Me quieren tal como soy y les estoy profundamente agradecida. Que algunos de ellos sean escritores me da una gran sensación de acogimiento. 

El viaje y la vida rural son claves. ¿Va al campo a disfrutar, a recordar, a recobrar el tiempo perdido?

La naturaleza me ayuda a reubicarme cuando no sé dónde estoy. Como digo en el libro, conviven en mí el mundo rural y el mundo urbano. Necesito ambos para mantener cierto equilibrio emocional. 

Zaragoza es un escenario esencial. Su teatro, el lugar donde parece estar muy cómoda. ¿Cómo define la ciudad, cómo se encuentra en ella, cómo la cuenta?

Zaragoza es mi ciudad, la amo incondicionalmente desde que llegué del pueblo en 1980, y no solo porque en ella estén la mayoría de mis afectos. La amo aunque a veces no me guste. Siempre he vivido en el casco viejo. Me gusta pasear por esas calles en las que el tiempo y la civilización caminan conmigo y donde nunca me siento sola.

Una sensación permanente del libro es una especie de extrañamiento vital. ¿Se siente un poco extranjera en el mundo e incluso en su propia vida, o solo es una impresión de lector?

Ese extrañamiento vital podría venir del asombro que me produce la vida. Digamos que soy un tanto excéntrica, o un poco rara. Suelo mirarlo todo desde un lateral.

A la vez, hay en usted y en su escritura una tranquilidad armoniosa, como un placer tranquilo y dichoso. ¿Es así de algún modo?

Armonía, ¡qué hermosa palabra!

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