Dallas Symphony Orchestra: Tejanos majestuosos
El cantante se impuso sobre la orquesta peleando con su voz para hacerse audible en las notas graves. Así, ‘O Captain, My Captain’, de Kurt Weill (recordemos su inefable ‘Mack the Knife’) sonó intensa y conmovedora en la voz luminosa y bien impostada de un Thomas Hampson que, con la edad, ha ganado en rotundidad baritonal. Así, la canción más famosa de las compuestas por Weill para la colección ‘Cuatro canciones de Walt Whitman’, cuyo texto poético popularizó mundialmente el inolvidable Robin Williams en el film ‘El club de los poetas muertos’, estuvo cargada de melodías tenues con una Dallas Symphony Orchestra algo pesante a veces.
Hampson, impulsado por la percusión, imprimió a ‘Beat! Beat! Drums!’ la marcialidad y el carácter desafiante que exige la partitura, y estuvo conmovedor en ‘Dirge for Two Veterans’. Una canción a la que dotó de resonancias melancólicas de blues. A estas tres piezas, hay que añadir ‘Come Up from the Fields, Father’, orquestada por el español Carlos Suriñach, cuyas modulaciones tonales fueron bien negociadas por el barítono estadounidense articulando una línea de canto con buen apoyo consonántico.
El concierto había comenzado con el estreno en España de la breve ‘What Keeps Me Awake’, de la puertorriqueña Angélica Negrón, con buen trabajo de las maderas, la cuerda en registro grave y el vibráfono. Juntos tejieron una amalgama sonora eufónica y bien timbrada.
Y la orquesta tejana dirigida por su titular Fabio Luisi se coronó majestuosamente con una interpretación magistral de la ‘Sinfonía nº 5’, de P. I. Chaikovski. Profundo, el ‘chalumeau’ de los clarinetes en el primer movimiento y colosal, esa sección de cuerda de 60 miembros en la famosa melodía del ‘andante cantabile’. Largas ovaciones y la obertura de ‘Ruslan y Ludmila’, de M. Glinka, como propina.
