así se hizo(IX). la memoria musical de aragón. ocio y cultura

'Cantar i callar' de Labordeta: una voz de trueno que se hizo pueblo y canto coral

Hace ahora 50 años apareció, en 1974, el primer álbum del cantautor con temas que serían luego himnos como ‘Aragón’, ‘La vieja’ o ‘El poeta’

José Antonio Labordeta en un concierto en los años o70.
José Antonio Labordeta en un concierto en los años 80.
Archivo HA.

El 19 de febrero de 1974 se publicaba el primero álbum de José Antonio Labordeta: ‘Cantar i callar’. El hombre que había redescubierto Aragón en Teruel, en el Colegio Mayor San Pablo, también se había hecho cantante allí, tras su paso por Francia y el influjo de José Luis Sanchis Sinisterra, muy interesado por la música y el teatro. De todo ello habla Javier Calvo en ‘Años de luz’, un documental conmovedor.

Con su mujer Juana de Grandes, con Eloy Fernández Clemente y Marisa Santiago, y con el citado Sanchis y Magüi Mira, futura actriz y directora teatral, Labordeta daría un paso hacia la canción popular y sería, entre nosotros, el fundador de un movimiento que dio mucho que hablar y que abrazó, entre otros, a un buen puñado de artistas: Joaquín Carbonell, Eduardo Paz y Javier Maestre, Tomás Bosque, Pilar Garzón, etc. Allí, bajo la obstinación de Eloy Fernández Clemente, nacerían temas capitales: ‘Las arcillas’, ‘La vieja’, ‘Los masoveros’, ‘Los leñeros’ y otro capital, que sería uno de los primeros himnos labordetianos: ‘Aragón’, que era un homenaje al fervor aragonesista, histórico y cultural, de su ‘hermano’ Eloy, con quien fundaría en 1972 ‘Andalán’.

Labordeta volvió a Zaragoza en 1971. Y ya era, entre otras cosas, cantante y compositor. Poseía aquella voz de trueno ya, puro carisma, y tenía una intuición que muchos han elogiado o reconocido (empezando por el historiador Tuñón de Lara): más que ponerse de parte del pueblo, era pueblo, tribu, juglar con todos. Su voz parecía asimilar todas las emociones y todos los cantos.

Para muchos, su primer álbum es «una auténtica obra maestra», quizá su verdadera obra maestra. Plácido Serrano, que estuvo entre bambalinas en la aparición del disco, cuenta: «El proceso de publicación fue muy largo. Y penoso. Resumo la ambivalencia: mucha alegría y cierto cabreo. Durante más de un año estuve hablando con varios sellos discográficos españoles que contestaron negativamente a la propuesta de edición. Gracias a la gran amistad con Ovidi Montllor se conectó con el sello catalán Edigsa, que, en principio creía complicada la edición. Se les propuso una solución: al ser Edigsa distribuidora del sello francés Le Chant du Monde, sugerimos que apareciera con ese sello, y así ocurrió. La sorpresa fue mayúscula al comprobar algo que pasó desapercibido: la ‘i’ latina en su portada. La circunstancia se sumó a las conversaciones con el recién creado sello Gong en Movieplay (nacía con la intención de dedicarse especialmente a nuevos conceptos de música popular es España). Tuvo lugar una reunión en Casa Emilio y se llegó al acuerdo de integrar en Gong producciones de música aragonesa que llevarían el distintivo Chinchecle», explica Plácido.

Plácido Serrano: "Gracias a la gran amistad con Ovidi Montllor se conectó con el sello catalán Edigsa, que, en principio creía complicada la edición. (...) La sorpresa fue mayúscula al comprobar algo que pasó desapercibido: la ‘i’ latina en su portada. La circunstancia se sumó a las conversaciones con el recién creado sello Gong en Movieplay"

José Antonio Labordeta publicó el álbum con temas magistrales (entre ellos, también, ‘El Poeta’, dedicado a su hermano Miguel, que había fallecido en 1969), algunos ya citados, con su severidad y su hondura habituales. Y con aquella forma no solo de cantar con hondura, sino de abordar la figura del hombre en el paisaje y el paisaje del hombre, como ha señalado su estudioso Antonio Pérez Lasheras.

El disco era una joya, y resulta difícil explicar mejor la larga posguerra y sus escombros, el éxodo rural, la despoblación, los trabajos y los días de los campesinos y de las profesiones tradicionales (como los masoveros y los leñeros), la negrura y también la esperanza. Miguel Ángel Fraile, que tenía diez años entonces, evoca el clima de su familia: «En mi casa, sonaban los cantautores de la época, y en el caso de Labordeta, y este ‘Cantar i callar’ en concreto, recuerdo silencio, un disco triste, blanco y negro, pero siempre con la ilusión de los tiempos que estaban por llegar».

José Antonio Labordeta, en su despacho en 1974.
José Antonio Labordeta, en su despacho en 1974.
Juan Misis/Heraldo.

«Escuché el disco no sé si en 1978 o 1979. Lo tengo fresco en la memoria porque me impresionó muchísimo. Lo escuché ya con mucha perspectiva y me impresionó primero la ‘i’ latina, en catalán. Comprendí que lo habían grabado en Barcelona y me enteré de que le habían secuestrado la primera grabación. Pero me deslumbraron los dos prólogos: el de Ovidi Montllor, actor y cantante, y el de Tuñón de Lara», recuerda para estas páginas el cantante, que acaba de publicar ‘Desiertos’. «Del disco lo que más me cautivó fue lo certera que era la visión de Labordeta de los problemas del Aragón de entonces, José Antonio era una persona increíble, y eso se veía desde los primeros temas. Era una maravilla aquel disco porque José Antonio no es que cantara para alguien o hiciera algo, formaba parte de ello. No cantaba para el pueblo o los aragoneses. Él era el pueblo. Fue un disco que me emocionó, me caló muy profundo. Fue verdaderamente cuando descubrí a José Antonio Labordeta», agrega.

El disco y el cantante darían mucho que hablar. Ignacio Pardinilla de la Ronda de Boltaña, recuerda una anécdota preciosa. «De ‘Cantar i callar’ han pasado 50 años y todavía recuerdo el efecto que me produjo. Ese verano además oímos cantar a José Antonio, subido al remolque de un tractor en la Plaza Mayor de Labuerda, todas las canciones de ese disco. En aquel momento nos dejó sin respiración. Hoy puedo poner palabras a aquella sensación: fue tal el impacto que sobre nosotros tuvo que creo firmemente que ‘Cantar i callar’ merecería ostentar la misma consideración –y situarse a la misma altura– que el resto de los mitos fundacionales de Aragón».

Gabriel Sopeña: "Era una maravilla aquel disco porque José Antonio no es que cantara para alguien o hiciera algo, formaba parte de ello. No cantaba para el pueblo o los aragoneses. Él era el pueblo. Fue un disco que me emocionó, me caló muy profundo"

El disco se presentó el jueves 4 de abril en el Centro Pignatelli. Juan Domínguez Lasierra le dedicaba un extenso artículo al concierto, glosaba las canciones, y decía esta frase: «El milagro de la comunicación se produce». Y esa sería una constante con la casa veintena de discos de José Antonio Labordeta (1935-2010).

La grabación fue algo sumamente complicado. Al cantautor y profesor de Historia le habían secuestrado su primera grabación. La edición llevaba dos textos: uno de Ovidi Montllor, que le da la bienvenida, «como una nueva flor que nace en el esfuerzo», y el de Tuñón, que señala que «Labordeta es del pueblo». La presentación fue el jueves 4 de abril de 1974 en el Centro Pignatelli.

La portada del álbum que apareció en 1974, con esa curiosa 'i' latina, derivada del catalán.
La portada del álbum que apareció en 1974, con esa curiosa 'i' latina, derivada del catalán.
Archivo HA.
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