Ocio y Cultura

FERIAS DEL LIBRO DE HUESCA Y ZARAGOZA. 3. OCIO Y CULTURA

Carmelo Romero: "¿Soria? Siempre queda una cierta añoranza de lo perdimos"

El escritor y profesor de Historia  en la Universidad de Zaragoza presenta su nueva novela: 'El fin de un mundo', un canto a un país rural despoblado

Carmelo Romero, con su mirada humanista y sus personajes que resisten, regresa a las tierras bellas de Soria.
Ana Romero.

El miércoles 29 de mayo, a las 19.30, en el Aula Magna del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, Carmelo Romero (Pozalmuro, Soria, 1950) presenta su nuevo libro ‘El fin de un  mundo’, publicado por Los Aciertos&Pepitas, en compañía de Eva Pérez Sorribes y Alberto Martínez Cebolla.

¿Por qué titula el libro así, con esa rotundidad y evidencia: ‘El fin de un mundo’ (Pepitas)? ¿No quería que hubiera duda ya desde el inicio?

Para algunos lectores, según la edad, ese ‘fin de un mundo’ será la conclusión tras la lectura, para quienes acumulamos bastantes años es, por vivencias, rotunda e inexorablemente, el punto de partida.

¿Es una elegía, un canto o, en el fondo, la exaltación de una forma de vida que se va?

Quizá ni una cosa ni otra y al mismo tiempo un poco de todo ello. En todo caso, pienso que a lo largo del libro no domina ni la nostalgia, ni la sublimación de aquel mundo milenario agrícola, con todo lo que comportaba, sino el intento de comprensión desde el respeto.

¿Qué es más determinante en nuestras vidas la naturaleza o la infancia?

Nos construimos sobre los cimientos de la infancia y nos vamos modelando con la naturaleza. No sabría explicarme a mí mismo, quizá nadie sabría, sin la una ni sin la otra.

¿Qué tiene Soria, que posee a sus hijos de una manera increíble, vayan donde vayan, parece que siempre sienten la necesidad física y mental de volver a sus orígenes?

¡Y me lo pregunta un gallego! Somos hijos de una tierra de emigrantes y allá donde nos encontremos, por a gusto que estemos, mantenemos los cimientos que nos sustentan –la infancia- y lo que nos ha modulado –la naturaleza-. En el fondo, en mayor o menor grado, siempre queda una cierta añoranza por lo que perdimos.

Ya que estamos aquí, ¿qué autores sorianos o sobre Soria le han marcado o señalado algunos caminos?

Hay muchos, afortunadamente. Soria, ciudad y provincia, son manantiales de literatura. Para la vida y el ambiente urbano destacaría la poesía de Gerardo Diego y, en el plano novelístico costumbrista, Gaya Nuño, con su ‘Santero de San Saturio’, un retrato cabal de la ciudad de Soria en los años cincuenta, y Marcos Molinero con ‘De la edad oscura’. El paisaje y el paisanaje rural, aparte de Antonio Machado –el primero en el altar de mi devocionario-, Julio Llamazares, mi siempre recordado amigo Avelino Hernández y su patearse la provincia, Abel Hernández, con sus precisos cuadros costumbristas de las Tierras Altas, José Ángel González Sainz, Isabel Goig Soler y, en el plano poético, Ángela Figuera, María Ángeles Maeso y, sobre todo, Fermín Herrero. Puede parecer un listado largo, pero son muchos más los que, por razón de espacio, omito, aunque no olvido.

¿Qué matices de ese instinto de supervivencia de sus personajes rurales, en medio de las dificultades, ha querido resaltar?

El primer derecho, y la primera obligación, de todo ser vivo es el de subsistir. Y ello, en determinadas circunstancias, conlleva esfuerzo, mucho. Y hacerlo con dignidad todavía más. Lo que más resalto, porque es lo más apreciable y lo que más valoro, de aquellas generaciones de nuestros padres es el sacrificio y la generosidad extrema para posibilitar que sus hijos tuviesen un presente y un futuro distintos al de ellos y al de, desde siglos, sus antepasados.

Sin sublimar o idealizar a nadie, ¿cómo explicaría a sus dos personajes principal, Manuela y Antonino, que son aquí un espejo y un símbolo?

Quien haya vivido, o pasado veranos, en el medio rural, si se ha detenido a observar y conversar, habrá conocido a centenares de Manuelas y Antoninos. Una forma de ser, de hablar, de estar en el mundo: una filosofía de vida que, en la medida en que ese mundo llega a su final, también, inevitablemente, va dejando de existir.

Se perciben, así a vuela pluma, ecos de Antonio Machado, de Delibes, de Julio Llamazares. ¿Los ha tenido presentes, ha querido dialogar con ellos un poco y con su mundo?

Hay que distinguir, escribía Machado, las voces de los ecos. Seguro, como bien dice, que hay ecos de los autores que cita -a quienes he leído con placer y por tanto soy deudor-, pero las voces, que siempre son más hondas, proceden de otras gargantas: de las de las mujeres y los hombres a quienes en mi infancia y juventud oí contar historias junto al fuego, en los carasoles, en el lavadero, en las eras de pan trillar… Este libro debe más a lo oído que a lo leído, a la palabra y la observación que a la escritura.

La narración también contempla otra figura contemporánea: la del historiador-escritor que cuenta qué ha pasado en España y a la vez quiere saber qué se va... ¿Qué hace un urbanita en el campo?

El narrador es un urbanita ‘culto’, un historiador-escritor que entrelaza conversaciones con los lugareños Manuela y Antonino sobre costumbres y modos de vida de raíz milenaria en el contexto de la España concreta de la dictadura franquista: el estraperlo, Eva Perón, los americanos, la guerra civil y la represión, la llegada impetuosa de la maquinaria, los Planes de Desarrollo, la emigración… En esa dualidad, lugareños ancianos y urbanita-escritor más joven, está la clave narrativa para que el libro no sea ni una descripción costumbrista ni un ensayo histórico, sino, en cierto modo, como en ‘Calladas rebeldías’ (Prames), pero para otro tiempo, una “novela” sobre un mundo milenario que en tan solo un par de décadas dejó de ser.

¿Qué busca el narrador Carmelo Romero, tan directo y noble, en qué se parece al historiador?

Sin haber nada autobiográfico, conscientemente al menos, ahí, en el narrador, están “mis adentros”, es decir, mi forma de entender el mundo y de actuar en él.

Siempre has sido un hombre de izquierdas. ¿Cómo lee ahora esta España convulsa y polarizada?

He tratado de ser, de seguir siendo, una persona ciudadanamente comprometida en la pelea por conseguir una sociedad más igualitaria y, por tanto, más justa y más realmente libre. Desde esa aspiración, es claro que ni España ni el mundo viven los mejores momentos ni, de cara al inmediato futuro, presentan los mejores augurios. Si algo he aprendido, no obstante, en la historia y en la vida es que individual y colectivamente hay que obligarse a mantener el esfuerzo por pelear la esperanza, sabiendo que la historia no es una línea progresiva al alza en pro de una sociedad más igualitaria, equilibrada, justa y libre y, también, que no hay logro en este camino que no se haya alcanzado a base de esfuerzos y de luchas, por más que estas se hayan saldado frecuentemente con derrotas temporales individuales y colectivas. Sin embargo, sin esos derrotados, pero no vencidos, no hubieran sido posibles, ni lo serán, los avances.

¿Por qué cree que tienes tantos seguidores, tanta gente que le quiere y le busca, qué ha dado a los lectores y a los alumnos?

He procurado ser –no me jacto de realidades, solo de pretensiones- una persona honrada, o séase, digna, intentando devolver a la sociedad, y especialmente a los alumnos, algo al menos de lo mucho que la sociedad me ha dado y continúa dándome. He tenido la fortuna de poder dedicarme a lo que siempre me ha apasionado y me sigue apasionando: enseñar, comunicar, dialogar, escribir. Y me han pagado por ello para poder vivir dignamente. De ahí que solo quepa, por mi parte, gratitud.