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Gonzalo Giner: "Intento ser un escritor de la intensidad y la emoción que expone asuntos de ciencia"

El novelista y veterinario vuelve al mundo de los caballos con 'La sombra de los sueños' (Planeta), una novela de aventuras, de clonación y genética

Gonzalo Giner (Madrid, 1962) alterna la nutrición animal con las novelas de aventuras, de viajes y de intriga, con fondo histórico.
Gonzalo Giner (Madrid, 1962) alterna la nutrición animal con las novelas de aventuras, de viajes y de intriga, con fondo histórico.
Guillermo Mestre.

«Soy veterinario y trabajo con animales grandes, con vacas, terneros, y mi trabajo consiste en diseñar lo que tienen que comer ellos. Soy un nutricionista de rumiantes, que es la nutrición más compleja que existe. Mucho más compleja que la nuestra. Cada día una vaca se come dos kilos y medio de proteína microbial. De microbios. Es muy apasionante», dice Gonzalo Giner (Madrid, 1962), que lleva una decena de novelas y presentaba el lunes ‘La sombra de los sueños’ (Planeta) en Ámbito Cultural del Corte Inglés.

¿Cómo nace esta novela?

Esta novela híbrida surge de mi pasión por los caballos, en cierto modo. El motivo primero no lo puedo contar porque está al final de la novela. El lector que llegue ahí lo entenderá, pero hay otra parte muy importante que es la historia de Saladino.

Es como una isla dentro del libro.

Sí. Como una novelita histórica dentro de la novela, que es más de aventuras, más de intriga, de genética. Es verdad que desde hace un tiempo yo tenía necesidad de saber más de ese personaje, restarle la visión occidental, intentar introducirme en las referencias de la época del lado musulmán para saber quién era.

Algo ha descubierto: era religioso o espiritual, más bien ascético, aunque arrastre fama de belicoso o de gran guerrero.

Me voy al siglo XII.Me interesaba como persona, no solo como guerrero dentro de las cruzadas. De él decían dos cosas: que era un experto en el Corán y los hechos del profeta, y que era muy muy asceta, pero conocía también la genealogía de los caballos árabes. Toda la genealogía.

"¿Saladino? Es verdad que desde hace un tiempo yo tenía necesidad de saber más de ese personaje, restarle la visión occidental, intentar introducirme en las referencias de la época del lado musulmán para saber quién era"

Y ahí se tenía que perder el autor de ‘El sanador de caballos’.

Sí. Para los musulmanes el caballo era religión. Pera nosotros, sobre todo en la época medieval, era poder. Si yo era noble y tenía 100 caballeros, con sus caballos, y se los ofrecía al rey que fuera, de Aragón o de Castilla, cuando se ganaba, algo del botín se lo quedaba. Realmente para nosotros, el caballo es poder, pero en el Islam es el animal con el que asciende el profeta hasta el cielo para recibir el Corán, que va hasta el cielo en un caballo alado. El caballo, por distintas razones, se convierte en un ser de Dios, bendecido por Alá, y se empieza a sentar bases sobre ese animal: es el único que puede ser nombrado. La espada y un caballo son los únicos que pueden tener un nombre propio.

Eso pasa también con los cristianos: Tizona y Babieca del Cid, ¿no? Babieca podría haber competido con los caballos de Napoleón, Calígula, Alejandro y Bolívar: Marengo, Incitatus, Bucéfalo y Palomo, respectivamente.

Barajé incorporarlo a la trama para ir a recoger sus huesos, pero al final no se sabe dónde está enterrado Babieca. El duque de Alba buscó sus huesos y no los halló.

Vayamos con algo fundamental en la trama: la yegua Shujae de Saladino. Legendaria, impar...

El nombre es inventado, solo eso, porque en las cartas que tiene Saladino con Maimónides, su secretario, no cita un nombre pero sí habla de una yegua, una yegua de origen kurdo. Habla maravillas de ella. Es tan excepcional que el emir Jalid bin Ayud desea poder devolverla a la vida. Saladino dice que cuando la recibió por primera vez hubo un contacto muy especial entre ellos. La montaba a pelo, no quería ningún freno a la energía que recibía del animal y salía a cabalgar con ella, además de transportarle a las guerras o lo que fuera.

¿Usted tiene caballos?

No. No. He montado a caballo mucho tiempo. El vínculo persona-caballo se entiende mejor cuando lo vives. El caballo es un animal muy dependiente, también, y es miedoso. Tiene miedo de ser atacado por un depredador, y a la vez es un animal de confianza. Me parece el animal más versátil de los animales domésticos. Nos ha llevado a la guerra, nos hemos montado a él, le hemos guiado, ha sido correo.

¿Por qué tiene usted ese amor a los caballos? En el libro, a través del protagonista el emir, hay una sublimación poética.

Yo me he creado un deber de darle un homenaje a un animal que aparece poco en la literatura. El caballo ha sido fundamental en la historia del mundo; ahora ha pasado a otro papel, más deportivo, estético, terapéutico.

Gonzalo Giner, en su novela de asuntos graves, una pequeña isla dedicada a Saladino y a su yegua Shujae.
Gonzalo Giner, en su novela de asuntos graves, divertidos e inquietantes, dedica una pequeña isla narrativa a Saladino y a su yegua Shujae.
Guillermo Mestre.

Sigamos… Aquí hay más cosas. Por ejemplo, acaba de citar al emir.

No lo he conocido, pero me he basado en alguien como él que existe. Me lo han contado, y sí, es así, con sus obsesiones y sus sueños. Y lo que se narra no se aleja nada de sus apetencias. Querría poder tener un caballo como Shujae… Y ahí entran en juego muchos factores: una novela de aventuras, una novela de amor, de viaje. Y otro personaje que existe, que está inspirado en hechos reales, es Mao Zhao Yang, un científico que ha sobrepasado en su país los límites de la ética, uno de los temas capitales del libro: la clonación, la genética o ¿hasta dónde puede ir la ciencia?

¿Tiene respuestas?

En la vida real quizá sí, pero en la ficción no. Aquí hago preguntas, explico cómo está el mundo, cuáles son las paradojas científicas. Intento ser un escritor de la emoción y de la intensidad que también expone asuntos de ciencia.

¿Quién es su personaje favorito?

Diría que Amina, esa joven apasionada, zooarqueóloga, cuya misión es hallar los restos de la yegua de Saladino.

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