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Paula Ortiz: "Sueño con mirar donde no podemos mirar y con decir lo que no se puede"

La directora zaragozana acaba de terminar su quinta película, 'Hildegart', y explica cómo siente y cómo vive su profesión y lo que le gustaría hacer

Paula Ortiz ya ha rodado cinco largometrajes y sueña con seguir arriesgándose.
Paula Ortiz ya ha rodado cinco largometrajes y sueña con seguir arriesgándose.
Guillermo Mestre.

“Hay muchos proyectos que no salen. La mayoría de los proyectos no sale. Lo dice siempre Rodrigo Cortés: “La naturaleza de una película es que no exista”. Y a veces, existe. Se dan las coyunturas, factores, energías, y existe”. Así se inicia este diálogo con la guionista y directora de cine Paula Ortiz (Zaragoza, 1979), que acaba de culminar su quinta película: ‘Hildegart’, que se estrenará en el otoño.

¿Qué ha pasado con la carta del Vaticano y del Papa, tras la visión de su película ‘Teresa’?

El Papa no me ha escrito aún, pero sí he recibido una carta del Vaticano. Acabo de estar cinco días en Roma y me dijeron que sí, que él quería escribirme. Ellos me muestran el agradecimiento por la obra, ‘Teresa’, por abrir «los debates de la fe en los márgenes», me dicen, y aluden al lenguaje cinematográfico…

Hace no muchas semanas, su madre Gloria Álvarez decía que «para Paula la belleza es innegociable y sigue ahí». ¿Es exacto?

Creo que sí. Sigo ahí. El interés del Vaticano también viene de ahí, así lo expresan. Me dice eso, usted, y me emociono. Ahora estoy muy cansada, estoy en lo que una vez un profesor me dijo, peleo con «la melancolía hercúlea». Después un trabajo ingente y exigente, terminas y te viene una melancolía en la que llegas a pensar que no ha merecido la pena, que no merece la pena. Y ahora me recuerda la belleza. Y sí, es por la experiencia de la belleza por la que yo creo que muchas cosas adquieren sentido.

¿Ha cerrado ‘Hildegart’, que quizá cambie de título?

Sí, sí. Todo. Todas las versiones que van a ir al cine, a la plataforma, a la televisión, al ‘ipad’.

¿Ha caído entonces en un pozo de inseguridad?

Sí, y de melancolía y de vacío cósmico. Se ríen muchos mis amigos cuando digo lo de ‘vacío cósmico’. Le das vueltas: piensas que no ha merecido la pena, que es demasiado esfuerzo, que la vida se te escapa mientras haces películas, que no vas a hacer ninguna más. Eres muy vulnerable.

"He tenido que desmontarme mucho para serlo. Crecí con la idea de que para crecer se hacía desde el dolor, desde el sacrificio, el esfuerzo mayúsculo, y he aprendido que también se puede hacer desde una actitud más luminosa"

¿Le sucede eso, con cinco películas ya a sus espaldas?

La verdad es que de ‘Hildegart’ estoy muy contenta. Pero te asaltan otros miedos: qué van a pensar, a lo mejor esta historia de dos mujeres no le interesa a nadie, qué va a decir no sé quién… También es una película que invita a reflexionar sobre nuevos espacios del cine de mujeres. ¿Sabe?

Amazon manda algunas películas directamente a las plataformas. ¿‘Hildegart’ irá a los cines?

Sí, sí. Irá a las salas de cine. Va con Elastica, han hecho un pacto, y trabajan en la búsqueda de términos intermedios para su promoción. No sé si irá a festivales.

En esta película, de una mujer perfecta de algún modo, asesinada por su propia madre, ¿cuál es la belleza a la que no ha renunciado?

A toda. No renuncio a ellas: a la maravillosa contradicción del horrible pozo oscuro que es alguien como Aurora Rodríguez, la madre, la violencia terrible, la estructura de poder de su cabeza, su mesianismo, etc. Quería bucear en ellas, era algo muy interesante, y al mismo tiempo son mujeres (Aurora y su hija Hildegart) muy evolucionadas, sofisticadas, muy celestes, «soy más celeste de lo corriente», lo dice Aurora de sí misma. Y además tienen un planteamientos del sexo, del cuerpo y del feminismo tremendamente precisos. Avanzados. El caso de Hildegart hoy provocaría un inmenso revuelo.

Perdone. Hildegart, de sexo poco, ¿no?

No, claro. Ella fue la virgen roja. Así la llamaron al día siguiente de su muerte.

Y su madre, poco también…

Sí, sí. Son teóricas. Aurora entendía el sexo eugénicamente, como un paso para tener una niña a la que educar, un paso que exigía buscar el mejor colaborador fisiológico que le diera lo que ansiaba. Habla de un cuerpo fuerte, sano, de inteligencia probada. No se sabe qué sucedió, pero sí que se quedó preñada del cura del pueblo, aunque tampoco es seguro del todo. Ella dijo que la había embarazado un médico inglés pero parece ser que fue el cura.

Dice que está como desfondada. Pero, ¿el cine le está dando muchas cosas, mucha felicidad, o le está restando?

Las dos cosas. Como dice Teresa de Jesús «en la contradicción está la ganancia». El cine me roba la vida, mi tiempo; me roba mi tiempo personal con mis padres, con mi hijo Leo, con mis amigos, con mi pareja; siento que me lo roba verdaderamente, que tiene una exigencia tan extrema cuando tú entras en un proyecto al que debes dedicar tu vida porque solo sale así, si le dedicas todo. Y a mí me sucede que los encargos los acabo haciendo míos, como si fueran proyectos que se me hubieran ocurrido a mí.

¿Es necesario implicarse tanto, no se puede desconectar nada? ¿O es porque es usted así?

Yo soy así, es cierto, pero creo que le pasa a todo el mundo que se compromete con sus películas. Piense en los compañeros de aquí: mire cómo Javier Macipe hablaba de su película e invirtió diez años. A todos nos ha costado eso. Él estaba bajo la primera experiencia, pero va a hacer otra y le va a pasar lo mismo. Yo ahora lo que sé es que son ciclos en los que siempre ocurre igual. Y hay que medir el desfondamiento, es decir, entender que llega. Y al mismo tiempo igual que ahora estoy desfondada, enferma, con las defensas bajas, aún así me están llegando cosas y yo ya estoy teniendo efervescencias. Es rarísimo y paradójico. Dices «me paro, necesito tiempo para mí…»

"El cine me roba la vida, mi tiempo; me roba mi tiempo personal con mis padres, con mi hijo Leo, con mis amigos, con mi pareja; siento que me lo roba verdaderamente, que tiene una exigencia tan extrema cuando tú entras en un proyecto al que debes dedicar tu vida porque solo sale así, si le dedicas todo"

Vayamos con todo lo bueno.

El cine me está dando una vida de extremos. Gracias al cine he podido conocer lugares y personas extraordinarios, que no estaban en la capacidad de mi existencia cotidiana, están en otros lugares. He tenido conversaciones inverosímiles estos días en El Vaticano, he estado cinco horas en la cámara de Pío XII hablando con el jefe de los archivos… Estás preocupada por una película y le escribes un mensaje al hijo de García Márquez y te dice: «Conéctate y cuentámelo». Y de pronto te da una experiencia extraordinaria. He podido estar en clausura una semana a raíz de ‘Teresa’. El cine me ha dado muchas experiencias que mi vida no me hubiera dado. Creo que podría hacer películas que se esperan de mí, porque las he hecho antes o son las que tocan, pero para mí semejante desembarco vital no puede ser para algo costumbrista complaciente.

Bueno, a veces, también hay que vivir, ¿no?

Claro. Si me piden un capítulo de una serie, lo hago. Hago mucha publicidad: he hecho anuncios de aceite de oliva, de bragas, de todo. Y lo hago y lo sigo haciendo; hay épocas desiertas y que hay que comer. Pero, fíjese, prefiero hacer algo mercenario corto que historias de las que no sé desligarme. Cuando me puse a hacer ‘Across the river’ (‘Al otro lado del río y entre los árboles’), la novela de Hemingway, había cierta distancia, y me metí por lo contrario, aunque también estaba el reto del gran escritor. Y hubo un momento en que yo ya estaba dentro del mundo de Hemin-gway, de ese año 1946 en esa Italia muerta. Eso es impagable: haber vivido la melancolía de Hemingway en su época otoñal, haber vivido la lucha encendida e incendiaria de Teresa de Jesús, haber vivido seis meses escuchando a los maestros de capilla de Notre–Dame… O de jazz italiano. Estos días he estado escuchando mucha música italiana.

¿Ha habido otras razones más allá de su viaje a Roma?

Hubo una época en que Raúl Acín me proveía de música italiana. Trabaja conmigo siempre.

¿Por qué?

Raúl, que es zaragozano, trabaja conmigo de ‘script’ desde el principio. El ‘script’ es una figura importantísima que, en realidad, es la persona que se ocupa de que el material que estamos rodando tenga continuidad. Es decir, que hay continuidad en todos los sentidos: en todo lo técnico, la continuidad emocional, la analógica, la de movimiento… Raúl es clave en mi cine. Es un puesto muy importante. En Hollywood, igual. Como ve, casi a modo de compendio, he tenido una vida riquísima gracias al cine en experiencias del mundo y de la imaginación. He podido vivir dentro de Hemingway, de Lorca, de Santa Teresa, dentro de Hildegart y su madre. Y ahora todo ese bagaje me permite pensar donde te quieres meter. Una película cuesta muchísimo: ‘Teresa’ costó ocho años. ‘De tu ventana a la mía’ costó muchos años. ‘La novia’ también.

"Gracias al cine he podido conocer lugares y personas extraordinarios, que no estaban en la capacidad de mi existencia cotidiana, están en otros lugares. He tenido conversaciones inverosímiles estos días en El Vaticano, he estado cinco horas en la cámara de Pío XII hablando con el jefe de los archivos…"

¿Con ‘La novia’ empezó todo?

Fue clave, un sueño, una aventura vinculada con mi formación lorquiana. Y sigo yendo a los colegios para verla con los estudiantes y comentarla luego, pero quien me abrió las puertas fue Maribel Verdú. Confió en mí y me abrió muchas puertas, incluso la de la confianza. Decisiva.

Se dice que es partidaria de la intensidad. Pura intensidad.

Y es verdad. Intensidad o nada. Me puede lastrar pero también me da alas para crear. Hay momentos en que quedas muy arrasada, porque hay que estar en consonancia con esa intensidad y mantener ahí es costosísimo. Lo que pasa es que luego te da ese momento de éxtasis, como el de ‘Teresa’, que lo compensa todo. Con todo, aunque no lo parezca, yo soy muy intuitiva. Si a todo lo que haces le das una explicación racional o intelectual puedes acabar haciendo un panfleto. Te entra una idea y guardas la semilla, la plantas y la alimentas, y si luego puedes mover cielo y tierra es porque se dan varias circunstancias: es como una serie de rayos que cristalizan dentro de ti y arde algo. Son cosas propias, búsquedas, obsesiones, carencias; son rabias, fascinaciones.

¿No se conforma, vaya?

Tengo la suerte ahora de que me llegan muchos encargos y algunos muy bonitos. Estamos en un mundo anestesiado y polarizado, a la vez edulcorado y previsible, perezoso. Las contradicciones me fascinan y me atraen poderosamente. Ahí es donde me gusta ir. No se trata de estar en A o en B y quedarte quieto. La gente que solo se mueve en bloque no me interesa nada. Me gusta encender fuegos. Cuanto más mayor me hago más lo pienso.

¿Qué querría hacer?

Sueño con decir lo que no podemos decir. Sueño con mirar donde no queremos mirar. Y me refiero a lo hermoso, a lo terrible, a lo insoportable. Por ejemplo, me gustaría hacer una cosa de contenido erótico. Ya desarrollé hace un tiempo unos diarios eróticos de una autora canadiense, pero no salieron. Lo erótico, si no es lo que se espera, ‘50 sombras de Grey’, da mucho miedo.

¿A quién admira incondicionalmente?

A la escritora Alice Munro. Y a directores como Céline Sciam-ma, Martin Scorsese y David Lynch, quizá el que más...

¿Es usted feliz?

He tenido que desmontarme mucho para serlo. Crecí con la idea de que para crecer se hacía desde el dolor, desde el sacrificio, el esfuerzo mayúsculo, y he aprendido que también se puede hacer desde una actitud más luminosa.

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